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Lo sagrado, la historia y el toreo en el arte de Guido Cicero
Guido Cicero, de la promoción de 1952, es un conocido pintor de Modica, además de músico y fotógrafo profesional. Sobre estas bases artísticas desarrolla una atractiva alquimia que, en su universo pictórico, investiga las experiencias interiores y exteriores con un poder evocador polisensorial. Colabora con la revista i Mediterranei; sus trabajos fotográficos se han publicado en el periódico “La Provincia di Ragusa”, “Le dodici terre” y en revistas especializadas. Han escrito sobre él en Internet. “Libreriamo” de Milán, “Waibraimu Muhanga ” Rep. Dem: del Congo, Corriere di Ragusa, Ragusaoggi, Rtm Modica, Chiesacattolica, Vitadiocesana, l’Avvenire, “il Castello” de Milán publicando servicios fotográficos exclusivos para el circo “Moira Orfei”, circo “Alvaro Bizzarro”, “Medrano”, “Darix F.lli Togni”, Reportaje en Uganda y República Democrática del Congo.
Guido Cicero persigue una investigación muy original que se hace eco del desencanto de una sociedad en decadencia refugiándose en temas nobles, como los rascacielos y las catedrales, donde la densidad cromática hace y deshace magníficas estructuras narrativas que generan el encanto de la poesía impresionista en el horizonte contemporáneo y allanan el camino hacia su componente abstraccionista que anhela la desintegración de la materia en una saturación divina de signos espirales y geométricos. El signo de la gran destreza está investido por el magma del colorismo: espátula, salpicaduras, goteos, que remiten al goteo americano, casi como para evocar una tercera dimensión figurada, digna de acceder a la misteriosa revelación.
Si el color ha sido una expresión de emoción y celebración desde la prehistoria, el rojo, en la pintura de Guido Cicero, es el leitmotiv de una búsqueda expresiva del infinito, el “plus ultra” que se abre hacia una dimensión por explorar. El rojo, un matiz al final del espectro de luz visible, es el color del poder en los retratos de personajes importantes, como los generales romanos, cuyos cuerpos se coloreaban de rojo para celebrar las victorias de sus seres finitos y limitados ante el arcano. Siendo el rojo el color de la sangre, históricamente asociado al sacrificio, al peligro, en las obras de Guido Cicerón, cuyos temas son a menudo históricos, romanos, medievales, sagrados, el color se asocia a la “pasión latina”, al valor guerrero, al amor y a la alegría, a la belleza, a la tragedia y al éxtasis. En la antigua Roma, el violeta tirio era el color del emperador, pero el rojo tenía un importante simbolismo religioso asumido por el mitológico dios Marte de la guerra, utilizado para colorear las estatuas y la piel de los gladiadores, las túnicas de los soldados y un manto, el “paludamentum”, que, según la calidad del tinte, podía ser morado o escarlata. Muchas villas romanas estaban decoradas con vivos murales de color rojo bermellón que han conservado el deslumbrante brillo, compuesto con cinabrio, que los romanos extraían de las minas cercanas a Almadén, al suroeste de Madrid, España. La fuerte presencia del rojo en el arte de Guido Cicero, combinada con el misticismo de su simbolismo figurativo, son peculiaridades del arte y la cultura española, que el artista ha unido en una fusión muy original de color y subjetividad. La idea del sacrificio de tipo iniciático aparece en sus obras, tanto en la visión de la danza como el flamenco, que es compromiso pero también pasión, como en el toreo, que es un momento de prueba casi mitológico, si se piensa en la idea del Minotauro y la del laberinto. La pintura taurina de Guido Cicero, al igual que en los cuadros de Francisco Goya, ilustra la corrida con su público, un ritual mágico de extraordinaria fuerza expresiva, encerrado y revelado hábilmente en el espacio de un marco. Cicerón, hábil colorista, recrea un patetismo en el que la lucha espiritual contra el mal baila sobre el lienzo, encendida por matices sensoriales y vitalistas que indagan en el oscuro perfil de antiguos legados y presagios humanos y sagrados.
La pasión y el sacrificio se imprimen también en la imagen de María, en un momento de éxtasis maternal hacia su Niño, que ha alcanzado, al decir sí, la apoteosis de la realización espiritual, es decir, llevar al Salvador en su seno y luego darlo a luz, pero ya los toques de rojo prefiguran la sangre que habrá en el rostro de Jesús en el momento de la pasión en la cruz, y anuncian un destino de violencia y sacrificio en la vida de Cristo. El color rojo de la sangre de la redención y de la sangre de los mártires representa el signo de un poder de otro mundo. La de Guido Cicero es una pintura expresionista que indaga en el alma y sus confines, pensada como perímetro de sujetos que buscan su propia realización; como en el transcurso de los juegos taurinos, aparece el mito griego del Minotauro de Cnosos y la prueba de iniciación, que en sus lienzos españoles conserva un poderoso valor arquetípico. Ese toro derrotado por la lanza, como la figura de Minos, es la criatura más temida porque, como un espejo, se refiere a la parte oscura del yo, para que pueda ser derrotada y reunida con el yo superior.
El mensaje iniciático del laberinto está presente a través de la sangre roja e indica el renacimiento tras haber alcanzado la salida, habiendo superado una especie de muerte transitoria simbólica.
Para salir de los caminos enmarañados de los laberintos del destino y de la mente y no perderse, el rojo de Guido Cicero sigue manifestando en sus lienzos, la victoria del lado instintivo y dionisíaco sobre el lado racional para perseguir el pleno potencial humano. Una vez más, el rojo era el color de la revolución, el mismo color que tiene lugar en el cromatismo enigmático y simbólico de un arte que celebra el éxito, lo sagrado, la historia, permitiendo que sus arcanas oscuridades se lean a través de un color tímbrico y señalizador. Las austeras figuras humanas, casi estilizadas pero con tendencia a la idealización, adquieren un ímpetu iconográfico legendario y vital, a veces romántico, que enlaza con las declinaciones del movimiento expresionista.
Basándome en el currículum vitae, el tamaño del trabajo y el historial de ventas, mi valoración del coeficiente artístico es de 4.
Dott.ssa Melinda Miceli Critico d’arte
Lo sagrado, la historia y el toreo en el arte de Guido Cicero
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