Lo que echo de menos
Por Antonio Guerrero
Es tan larga la lista que trataré de ser escueto. Echo de menos a los escritores que se implican en los asuntos de la polis a riesgo de perder lectores; echo de menos a los narradores que no imitan los formatos de la industria editorial por eso de la popularidad ya que ni siquiera es por la remuneración; echo de menos a los políticos que se dediquen a reflexionar sobre los asuntos de la polis en lugar de defender con vehemencia el color de su equipo de futbol; echo de menos los premios a la civilidad, a la honradez, a los logros por el pulcro cumplimiento de la legalidad; echo de menos que cuando vayas por la calle te den los buenos días; echo de menos que los coches se paren en los pasos de cebra; echo de menos a mi padre porque hace años de su fallecimiento y ya no puedo hablar con él; echo de menos a la república en la que nunca he vivido; echo de menos aquellos veranos que parecían tener la duración de años y en los que existía algo parecido a la plenitud; echo de menos un libro que cuente algo de verdad en lugar de historias que se parecen o tratan de parecerse a otras historias; echo de menos a filósofos que descubran cosas nuevas en lugar de divulgadores que repiten o versionan lo ya descubierto por otros; echo de menos un mercado laboral donde reine la igualdad, el mérito y la capacidad; echo de menos un mundo donde no existan los enchufes; echo de menos la apuesta por las personas que son capaces (esos que se suelen ningunear); echo de menos la verdad en lugar de la posverdad; echo de menos la ética en el mundo de la cultura en lugar de la competitividad; echo de menos la humildad en lugar de la hipocresía; echo de menos la solidaridad en lugar de la maldad en esta sociedad estandarizada y alienada, esa que viene de una frustración o ausencia; echo de menos una vida que no he tenido; echo de menos aquellos sueños que todavía me adormecen hasta el punto del placer; echo de menos la ataraxia porque no se cómo llegar a ella; echo de menos el kilómetro cero porque es justamente a donde debe dirigirse cualquier vida; echo de menos cambiar mi vida; echo de menos tener pelo; echo de menos todo lo que no recuerdo porque en algún momento formó parte de mi; y echo de menos a Hall Yakzubi, un ser humano que descubrió que los robots también se podían suicidar porque habían aprendido a sentir (de la primera novela que leí, de J. Sierra i Fabra)
Sumario: Echo de menos todo lo que no recuerdo porque en algún momento formo parte de mi vida y esa sustancia ha dejado una huella en el interior.
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Lo que echo de menos