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Libros infantiles, parpadeos de la memoria
José de María Romero Barea
Quizás el género literario que más se acomoda a nuestra descreída época posmoderna sea el cuento de hadas. En ocasiones, somos felices y comemos perdices; en otras, nuestra visión se oscurece. Advertencia para la edad en que fueron concebidos, los apólogos arrojan su sombra sobre la nuestra. En la narrativa para niños, siempre acabamos encontrando el camino. El hilo que nos conduce a través del laberinto es real, pero también sobrenatural: no podemos verlo, apenas lo presentimos. Supone, tal vez, la esperanza perdida.
“He leído no para sentirme a salvo, sino para enfrentarme al peligro. En algún momento, los libros se mudaron de un lugar seguro a uno en conflicto”, sostiene en su artículo “Duración”, el periodista británico Douglas Murray (1979). Capaz de ayudarnos a habitar el universo, todo relato supone una cosmovisión, al tiempo que una promesa de trascendencia: su atractivo radica en parte en el lenguaje que emplea para que cada escena sea vívida.
No pocas veces, la verdad se nos presenta en ellos bajo la apariencia de una farsa. En algunos, criaturas monstruosas pero valientes ayudan a frustrar la conspiración antes de retornar a la felicidad. Al regresar de adultos a Guillermo el travieso, de Enid Blyton o Matilda, de Roald Dahl sentimos, en opinión del editor de The Spectator, ese “parpadeo de la memoria, causado por el reconocimiento de haber sido niños, esos momentos de perplejidad que ceden a la esperanza”.
Inaugura el autor de The Strange Death of Europe: Immigration, Identity, Islam (2017), una nueva columna literaria en la revista Standpoint de marzo de 2019, “Diario de un extranjero”, donde someter a escrutinio los más inusuales e inquietantes relatos jamás escritos. “Leer nos engancha” concluye Murray, “porque nos muestra un mundo que, a pesar de ser emocionante y aterrador, sigue siendo fiable”. En los libros infantiles, la historia se repite: alguien se abre paso a través de las dificultades. Releídos en la madurez, nos hacen despertar. Concluida la lectura, derrotamos el mal: al regresar a la cordura, restauramos el orden.
Sevilla 2019