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Las verdades de razón
Las verdades de razón son analíticas. Son proposiciones tautológicas. Una tautología es en lógica una oración bien formada que es verdadera para cualquier interpretación. En cambio, las verdades de hecho o fácticas fundamentan su verdad en la experiencia. El principio de identidad aplicado al ser en la filosofía de Parménides establece la necesidad del pensamiento. En Platón las denominadas verdades de razón expresan el conocimiento dialéctico considerando el orden de las ideas. Para Aristóteles uno de los elementos rectores del pensar es el principio de no contradicción.
Leibniz, un gran filósofo racionalista, es el que elabora el concepto de verdad de razón en el siglo XVII. Y es la aplicación efectiva de una lógica de la experiencia moderna. Y concuerda con la rigurosidad del método cartesiano para dirigir bien la razón, inteligencia o espíritu.
Hume con su empirismo reformula esta distinción y la denomina relación de ideas y conocimiento de hechos. La experiencia se capta a través de la percepción y es el origen del conocimiento humano. El Tenedor de Hume expresa que los conocimientos de ideas o de razón son a priori y los conocimientos que provienen de la experiencia son a posteriori. O, lo que es lo mismo, es la diferenciación entre razonamientos demostrativos y probables.
La certeza no existe en las ciencias, según David Hume, porque los sentidos no son totalmente fiables. Desde una perspectiva teórica y abstracta la lógica y la matemática son demostrativas y deductivas. Por otra parte, el pensador escocés está plenamente convencido de que la relación entre causa y efecto no procede de la razón, al contrario de lo que pensó Kant, sino del hábito y la costumbre.
De esto se deriva que las relaciones de ideas no sirven para la comprobación de las cuestiones de hecho. Desde el empirismo de Hume no se puede probar la existencia de Dios como una cuestión de hecho. Era un filósofo agnóstico o ateo en toda regla.
El mismo Kant en sus reflexiones sobre la religión insiste en que las supersticiones y los ritos son innecesarios y que, en realidad, lo auténticamente necesario es una buena conducta, ya que la ética es, en el fondo, la base de la religión.
Estoy convencido de que tanto la lógica como las ciencias experimentales son absolutamente indispensables en la era digital. El avance extraordinario de la tecnología está superando barreras y límites que parecían hace décadas infranqueables. En este sentido, la potencia de cálculo de los actuales superordenadores es tal que permite revolucionar la investigación científica en sus múltiples ramas de conocimiento.
Con los ordenadores cuánticos se podrán realizar simulaciones mucho más precisas, extensas y rápidas. Y esto supondrá un acercamiento relativo entre el orden de la razón o de la proporción y el de los hechos. De modo apriorístico se podrán predecir resultados y comportamientos que hace unos años no era posible prever, con un considerable margen de exactitud.
El progreso de la razón cibernética probablemente nos conducirá a un mundo mejor y más ajustado a las necesidades humanas. Ya que será posible aplicar algoritmos muy precisos a la resolución de las excesivas desigualdades económicas que abundan en el mundo.
La inteligencia artificial es un desafío y a la vez un reto inmenso para los seres humanos y diría que también para los países en los próximos años. La creciente digitalización de casi todo en los Estados más desarrollados desde la perspectiva tecnológica abre grandes posibilidades de creación de riqueza y de una mejora de las condiciones de vida para toda la población sin distinciones.
La diferencia entre mundo material o experiencial y mental se está diluyendo paulatinamente, con la inmersión virtual y la realidad aumentada y esto irá cobrando cada vez más fuerza e intensidad. Se advierte una especie de fusión entre lo real y lo irreal. En el futuro será cada vez más difícil la distinción entre ambos mundos, porque estarán tan interconectados que serán parecidos.
Las formas de entender la realidad y su interpretación también cambiarán notablemente. De todos modos, creo que permanecerán presentes en las mentes de los seres humanos los grandes interrogantes metafísicos que son consustanciales a nuestra especie.
El gran valor de la experiencia y de lo experimental creo que es lo más decisivo para la conquista de increíbles logros, especialmente, en el campo de la medicina y también en otros ámbitos del conocimiento científico, aunque siempre con la dirección de la razón.