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Por Salomé Guadalupe Ingelmo
El municipio toledano de Esquivias se prepara para un evento muy especial. El próximo 8 de noviembre Miguel de Cervantes se volverá a casar con una joven hidalga del pueblo donde al parecer escribió El Quijote, algunos de cuyos personajes, comprendido probablemente su propio protagonista, fueron inspirados por habitantes del lugar.
Ese día, en conmemoración del CDXXXI aniversario de la boda ‒dentro de la XXXVI Edición de las Jornadas Cervantinas de Esquivias, declaradas Fiesta de Interés Turístico Regional de Castilla la Mancha‒, actores y anónimos vecinos, recordando el matrimonio original acontecido el 12 de diciembre de 1584, encarnarán a los protagonistas de antaño y compondrán los séquitos nupciales que desfilarán por las calles y plazas de Esquivias, dando vida a un fascinante retablo en movimiento de cerca de trescientos personajes escrupulosamente ataviados que promete reflejar fielmente la atmósfera de finales del siglo XVI.
En realidad la localidad tiene ya experiencia en actividades de esta naturaleza, pues a menudo organiza visitas teatralizadas a la Casa Museo del autor, en las que intervienen los actores de la Sociedad Cervantina de Esquivias.
La Casa Museo Cervantes de Esquivias, que ofrece también excelentes visitas guiadas al uso, acoge con exquisita hospitalidad al caminante y muestra con detalle todas las instalaciones ‒comprendida la soprendente cueva bajo el patio de la casa‒. El edificio, que procura dar fiel idea de lo que sería la vida cotidiana de una casa hidalga de la época, con su propia y espectacular bodega de soberbias tinajas ‒al menos una de las cuales de la época‒, fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1971. Casa familiar de la esposa de Cervantes, Catalina de Palacios ‒cuyo pariente, Alonso Quijada de Salazar, que probablemente inspiró la figura de Don Quijote, cedió el piso superior a la pareja de recién casados‒, fue primorosamente restaurado y conservado, y finalmente se inauguró como Casa Museo el 12 de Diciembre de 1994.
A su llegada a Esquivias, alguien con una biografía tan apasionante como Cervantes debió ser visto como una atracción que acaparó el interés de un pueblo retirado y tranquilo, aunque no desconocido ni poco apreciado por sus excelentes vinos. De seguro, durante su estancia en la localidad, el escritor se convertiría en el centro de las miradas y atenciones de sus vecinos. Muy probablemente se revelaría participante de honor u objeto de discusión en las tertulias. Sin duda el cosmopolita Cervantes animaría los círculos culturales del lugar.
Lamentablemente esto no fue así durante demasiado tiempo. Sea porque, alejado de su pasión por el teatro y por las aventuras, su existencia en la pequeña población le asfixiaba o porque la vida marital había empezado a decepcionarle, el inquieto Cervantes partió para Sevilla, donde desempeñaría funciones como comisario de provisiones de la Armada Invencible. Diversas circunstancias hacen pensar que si bien el veterano soldado se casó por amor con una chiquilla a la que doblaba la edad, el matrimonio no debió de ser del todo feliz. Se habían conocido sólo dos meses antes, durante una visita en la que Cervantes se proponía tratar con la viuda de su difunto amigo Pedro Lainez sobre la edición del Cancionero de éste. Probablemente él se enamoró de la hermosura de la muchacha, pues sus obras manifiestan la admiración del autor por la belleza femenina; pero también es probable que la convivencia, después, pusiese de relieve las diferencias e incluso incompatibilidades entre ambos cónyuges.
En los ejemplos de matrimonios fallidos que anhelan el divorcio retratados por el autor en sus entremeses, pudiera haber diversos rasgos autobiográficos. Es probable que la diferencia de edad acabase marcando distancias, como seguramente hubo de marcarlas la diferencia en el grado de formación e interés por la cultura. Por otro lado Cervantes se crió junto a mujeres que respondían a patrones femeninos bastante atípicos para su época, lo que propició que sus heroínas se revelasen radicalmente innovadoras: resueltas e independientes, decididas a dirigir sus propias existencias. Y eso, precisamente, en un momento en que la mujer vive sometida al hombre y es un mero apéndice de éste, al que debe obediencia absoluta: primero al padre y luego al marido.
Cervantes había tenido el ejemplo de sus hermanas, su madre e incluso su abuela, todas ellas mujeres que, de una forma u otra, habían aprendido a no vivir, como era común, a la sombra de un hombre. No es de extrañar que aspirase a encontrar una mujer excepcional, una mujer que, en buena medida, respondiese más a los cánones masculinos que femeninos de la época.
A todas luces Cervantes había idealizado a la mujer y también el amor, así que resulta muy probable que la más cotidiana realidad le desencantase; que sólo encontrase estimulante a su esposa durante un tiempo. Y probablemente lo mismo sucedería con Catalina.
Da la sensación de que, de común acuerdo, decidieron no recurrir a la tradicional vida conyugal, que a menudo se volvía entonces asfixiante y, como manifiestan las obras de Cervantes, no conducía más a un deterioro mayor de la relación: a actitudes posesivas, desconfianza, celos y a las consecuentes infidelidades propiciadas por el recorte de libertades. Vivieron más separados que juntos; ya se sabe que la convivencia mina. Es probable que Cervantes pusiese tierra de por medio precisamente para que la relación no se arruinase definitivamente y, como tantas veces sucede, se acabase perdiendo el respeto.
Pero lo cierto es que Cervantes, el autor que a través de los argumentos de sus obras tanto defendió la necesidad del divorcio en ciertos casos, siempre se responsabilizó de su familia ‒también de su hija ilegítima Isabel (precedente al matrimonio), a quien crió en su casa‒ y, a juzgar por cuanto escribía, respetó la libertad de las mujeres. Por lo que sabemos, respetó también mucho a su esposa. Conservamos el documento con el que le dona plenos poderes sobre sus propiedades. Y al margen de que demuestre su voluntad de mantenerse separado de ella o no[1], lo cierto es que revela su grado de responsabilidad y el respeto que nutría hacia el vínculo que les ataba. Es Cervantes un hombre de honor y palabra que, lejos de decidir marcharse a comprar tabaco, sigue respondiendo ante las instituciones y sobre todo ante las personas.
Por cuanto nos consta, después de casarse, no tuvo amantes fuera del matrimonio. No es que su interés se desviase hacia otra persona, como tantas veces sucede. Sospecho que, siendo un idealista, alguien que a la luz de sus textos tenía en muy alta estima el amor ‒y sabía distinguir muy bien éste del matrimonio‒, no logró encontrar en la vida real el mismo grado de perfección y plenitud que le ofrecían sus parejas de ficción más afortunadas. Cervantes buscaba, en realidad, un amor demasiado moderno para su época, que sometía el matrimonio a intereses de diverso tipo. Cervantes anhelaba un amor que respetase las libertades de ambas partes, en el que los enamorados fuesen el uno para el otro fuente de equilibrio y perfeccionamiento, donde ambos se convirtiesen en confidentes y amigos, y se conociesen entre sí totalmente. Cervantes buscaba una comunión de los intelectos y las sensibilidades, que es algo harto difícil de encontrar incluso hoy en día. Mucho más difícil aún resultaría encontrarlo en una persona de vida tan dispar a la suya y a la que había conocido tan poco tiempo antes de la boda.
Puede que no fuesen un matrimonio perfecto. Puede que su unión no respondiese al ideal amoroso contemporáneo. Pero lo cierto es que, de alguna forma, sí se diría un matrimonio especialmente honesto. En un momento, además, donde el disimulo, el engaño y la traición eran tan comunes dentro de ese sagrado vínculo que, por resultar prácticamente indisoluble en la mayor parte de los casos, se convertía en una fuente de insatisfacciones y resentimientos. Sin embargo no me parece que la vida marital de ambos cónyuges, más o menos afortunada que fuese, les empujase a la mezquindad.
Sea como fuere, la Casa Museo de Cervantes de Esquivias se prepara con entusiasmo para las celebraciones. Esta vez, además, con el aliciente añadido que supone la presencia del propio autor. Y es que, precisamente este año, cervantino donde los haya, hace muy pocas semanas, los fondos de su colección permanente se vieron enriquecidos con la adquisición de un retrato ejecutado por el reputado pintor valenciano Alejandro Cabeza[2]. La obra es fruto de un intenso estudio sobre las diversas fuentes conservadas de distinta naturaleza, que ha dado como resultado la reconstrucción de una fisonomía sobrecogedoramente realista ‒y no exenta de un aire de época‒ del ilustre escritor. Precisamente ahora, que las excavaciones en la cripta de la iglesia de San Ildefonso del Convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid, donde fue enterrado el autor, ha permitido finalmente un meticuloso análisis de sus restos mortales, surge una mayor preocupación por los detalles referentes al aspecto físico de un soberbio escritor que, en efecto, hasta el momento había sido eclipsado por la arrolladora figura de su personaje más universal y, muy especialmente, por las tantas ilustraciones inspiradas en él.
Estamos todos invitados a los esponsales en Esquivias. En este caso no se ruega confirmación previa, pero sí e aconseja que el público asistente vista alguna prenda del siglo XVI. En breve, el día 8 de noviembre, Cervantes y Catalina se casan. Sea cual sea su futuro, el amor se escribe sólo en presente. Así que celebrémoslo, porque ese sentimiento es eterno mientras dura.
Imágenes:
Alejandro Cabeza entregando su retrato de Cervantes a Milagros del Barrio Pérez-Grueso, alcaldesa de Esquivias, y Susana García Moya, responsable de la Casa Museo.
[1] Al respecto se aconseja Daniel Eisenberg, “El convenio de separación de Cervantes y su mujer Catalina”, Anales Cervantinos 35 (1999), pp. 143-149.
[2] Alejandro Cabeza cuenta con retratos en colecciones permanentes de numerosos museos españoles y otras instituciones extranjeras. Sus obras están presentes en cuatro museos nacionales españoles, diversos museos provinciales, Academias como la Real Academia Española, la Academia de San Quirce o la Academia de las Buenas Letras de Granada, ilustres universidades y múltiples Casas Museo distribuidas por diversos puntos de la Península. Ejemplos de su pintura pueden contemplarse en www.alejandrocabeza.net.