La Sonrisa del Manzano

La Sonrisa del Manzano

Ana Patricia Santaella
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La Sonrisa del Manzano

CRÍTICA LITERARIA DE RAFAELA HAMES

Hoy, la poeta Ana Patricia Santaella Palhén trae hasta nosotros su nueva obra titulada La sonrisa del manzano, virtuosamente ilustrada por la mano de Ana Debora Pahlén Fristrom y siendo, por su parte, Ediciones Depapel, sin cuya presencia, creo, que el universo  poético y literario de Córdoba estaría incompleto, brillaría menos, quien, con la exquisitez y esmero que le son característicos, se ha ocupado de darle esa siempre, casi milagrosa, forma de libro.

La sonrisa del manzano es un texto que transmuta en acogedora estancia desde la que pueden divisarse distintos panoramas y paisajes a través de los prístinos ventanales que la circundan y así, en su primera parte, Ventanas sentimentales, nos asomaremos a un universo interior e inmanente a todo ser, donde habitan y se desenvuelven la dicha, el amor y la gratitud por cuanto de infinitamente valioso tiene el sencillo oficio de vivir y convivir en armonía.

Si nos asomamos a Ventanas dedicatorias, su segunda parte (aunque todo el texto es un tributo a la admiración y a la amistad), estaremos ante la concreción y desvelamiento a la vez, de aspectos tan grandes y hondos como sutiles, referidos a personalidades admiradas y entrañadas por la poeta siendo, estos, referentes para la humanidad como es el caso del poeta Miguel Hernández.

La Sonrisa del ManzanoContinuamos nuestro recorrido y llegamos a la parte final de La sonrisa del manzano, donde Ana Patricia sitúa sus Ventanas diversas y tragaluces para mostrarnos, sin desprenderse en absoluto de cuanto de amable y afectuoso conlleva el mensaje del  texto, el acontecer social que nos está tocando vivir mas hay que decir que, si bien afable y mesurado es el tono, lo es también contundente, firme, verdadero e incisivo.

En la atmósfera del presente poemario se dan cita sonoros y coloridos átomos musicales que  vienen a transitar las mismas diáfanas sendas de pentagramas por donde discurren las composiciones del cantautor Pedro Guerra, un afortunado encuentro en las raíces de la tierra y el abisal y celeste movimiento del Atlántico, acaso, porque sin percatarnos, son numerosas las ocasiones en que abastecemos de nutrientes nuestro numen siguiendo diferentes caminos para llegar a la misma fuente y así, aun no siendo abordados los mares directamente, La sonrisa del manzano participa de esa musicalidad de acorde armónico de ola marina y oceánica donde el  latido de los intuidos continentes adquiere compases un tanto tribales, primigenios y exóticos para unir ancestros y espiritualidades comunes aún desde latitudes distantes y así, se nos vienen al paladar desde allende los mares, las huellas de Pablo Neruda, y de Gabriela Mistral, la vehemencia colorista y formal de Frida Khalo,  para unirse al eco solemne de Antonio Machado y a la herencia transparente de Miguel Hernández, conformando un encaje musical donde se dan cita sugerencias de fado, bolero, de tango incluso, con el crepitante y salino ritmo de la espuma de las olas.

La Tierra, nuestro planeta, es tratada en  La sonrisa del manzano, en su calidad de madre, amiga, hermana e incluso divinidad, permaneciendo, asimismo, el agua en todas sus variadas formas, permanece constante y conductora de toda la trama vital de este bellísimo texto, como el aguacero de unos versos,  fluyendo risueña de los caños, como niebla, como nieve, como tormentas y manantiales, recorriendo acequias y contando el tiempo bautismal de las cosas desde el fondo de los pozos. El agua como esencia de vida y parte intrínseca del cielo y también de la tierra da la mano a la fundida sencillez del cobre, fruto mineral que es acogido en varias ocasiones en el texto para hacer alusión al templado fuego de rojizo color que identifica la sangre y, en consecuencia, a  la consanguinidad fraterna inherente a todos los seres que acoge el planeta y les da la vida.

No podía suceder, por tanto, en un texto de esta naturaleza sino que toda suerte de seres nacidos directamente de la tierra dieran fe de la celebración de la vida con su particular ofrenda a la misma de ser y existir, el mismo título del libro: La sonrisa del manzano es prueba de ello dando cabida, pues, en sus páginas a cedros, álamos, olivos, nogales, castaños, higueras, pinares, amapolas, lirios, rosas, girasoles o mijo, montes con su verde vigilia expectantes, en definitiva, solícitos para con quien no sueña sin el permiso de la menta.

El estilo, absolutamente original y personalísimo, provocará al lector una diáspora de inusitadas sensaciones que recorrrerán su percepción como pequeñas y estimulantes descargas de eléctricos estampidos cromáticos. Las ideas, en este orden de cosas, desbordan la forma física de los versos cortos y libres, siendo así mayor el contenido que el continente y de ahí que se produzca una logradísima intensidad estética tan sosegadora como estimulante a la vez.

Hay que tener en cuenta también, en la obra de Ana Patricia, el sabio rastro de las nubes, sus transatlánticos viajes sobre océanos y continentes y su hermanamiento con las corrientes migratorias de las aves porque, hay que decir, esto es muy importante, que si existe una constante, me atrevería a decir, totémica,  en la obra de Ana Patricia, es la figura del pájaro, del ave que sobrevuela el mundo desde la  más amplia extensión de sus alas y que, sintiéndose partícipe de la naturaleza celeste y libre del aire, oteando muy atentamente cuanto sucede en el mundo, diseccionando sus múltiples realidades, sopesando los aconteceres y cuestionándose el proceder del ser humano. Como pájaro unas veces y otras como nube, sus percepciones, recorren vastas distancias en las alturas:

 

Un canto de nube

quedará con nosotros

y pájaros chilenos

iniciarán el vuelo

 

pero también descienden, incluso, hasta penetrar las costumbres, las tradiciones, las raíces o el círculo acuático de un pozo y quizá el de una pupila para disolver las fronteras que nos separan de nuestra naturaleza más sublime:

Es esta la trascendencia de la poesía de Ana Patricia Santaella Palhén que, en esta obra que hoy presentamos y sin que apenas nos apercibamos, nos deposita en el ser la proporción, el equilibrio que sucede cuando se dan cita los cuatro elementos primordiales.

 

Rafaela Hames Castillo

Noviembre 2013

 

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