La potestad de la palabra de Antonio Campoverde en su María Emilia
Por Galo Guerrero-Jiménez
Fecunda en su realidad ficcional y hábilmente narrada en su crudeza humana es, ante todo, la novela MARÍA EMILIA entre la verdad y la tristeza, del joven escritor lojano Antonio Campoverde. La fealdad humana llevada a su máximo potencial narrativo produce una marcada realidad de lenguaje cognitiva, dolorosa y asombrosamente estética, porque la ficción, en este caso, es la historia novelada de una cruel realidad de una vida humana que florece en la trama narrativa de su bien trazado arquetipo policiaco que Antonio tiene para adentrarse en los vericuetos que la mente humana traza en seres alevosos, repugnantes por su crueldad humana ante el sosiego y encanto de la vida de una tierna criatura que sucumbe ante la brutalidad de un sistema inhumano que hace gala de su más execrable idiotez y brutalidad sin sombre para ahogar la vida de un ser inocente, congraciado con la belleza divina y que, por ende, el lector se queda anonadado ante un hecho “inferviente” que aparece evidenciado y fervientemente narrado como si solo fuese un ente ficcional, pero que, es brutalmente real y bien estructurado lingüística y fenomenológicamente permeable en cada lector que siente cómo cala ese lenguaje en lo más doloroso de su asombro humano.
Y es que, Antonio es un maestro del suspenso para destacar narrativa y descriptivamente el cinismo más recalcitrante que cargan ciertos seres humanos y que, en su crueldad más alevosa, el escritor lojano sabe, con aplomo, desnudarlo hasta presentarlo en su fealdad más repugnante, utilizando un lenguaje sencillo, claro, elocuente y fluido para que aparezca descarnadamente estético-patético, puesto que la angustia que el lector llega a sentir en su realidad interior, se agita en su más honda sensibilidad porque, impávido, contempla en su fragilidad humana como se van configurando con maestría las escenas, los hechos y todas las circunstancias narrativas que Antonio, hábilmente, las va fraguando en el territorio de su mente y en el lector que, atento, ensimismado en la trama de la novela, “a través de la lectura y la escritura de la realidad y el mundo y, con ellas, de la consideración básica y absolutamente radical de que el inicio del conocimiento tiene sus raíces en el preguntar, en una espiral inacabada, como nosotros mismos, de preguntas que expresan tanto nuestra inquietud y curiosidad como nuestra disposición a aprender que implica las indagaciones vívidas como las expresadas” (Aparicio Guadas, 2021, p. 17) en esta novela locuaz, revolucionaria por la estética de la fealdad que representa la exquisitez de su lenguaje lúcido, natural, atrevido, descarnado, pero, ante todo, fehaciente.
Desde esta perspectiva, y en consonancia con lo que señala el escritor lojano Carlos Carrión, “María Emilia es una novela impresionante. Su crudeza bien podría lastimar la sensibilidad y la credibilidad de los lectores inmaduros. (…) Pues, las páginas de esta novela dan vida, con vitalidad y audacia, a una mafia de traficantes de niños, de violadores y pornógrafos infantiles, con clarísimas alusiones a la corrupción reinante en el país. Empieza con sencillez; una sencillez aparente que muy pronto se complica cuando inculpan a un fiscal inocente como el cerebro de dicha mafia, sin duda alguna, para encubrir sus propias actuaciones execrables” (2022).
Pues, la escritura de esta novela, construida desde el conocimiento de una realidad trágica, en efecto, al lector menos infrecuente en su concepción para percibir la calidad literaria que una novela conlleva en sí, en sus entrañas, lo conmoverá en lo más profundo de su condición humana, por la calidad del lenguaje configurado y elocuentemente significativo que Antonio Campoverde crea desde su condición humana más fecunda para potenciar su voz desde el fragor que la literatura le da para expresar, con la más viva pasión y con su más fina entelequia, la potestad que la palabra tiene para “asumir aquella soberanía individual que nace del ejercicio pleno de la libertad” (Vargas Llosa, 2007, p. 137) que en esta novela fluye con la más viva elocuencia.
Referencias bibliográficas
Aparicio Guadas, P. (2021). “Acontecimiento y situación en el movimiento perenne de la pregunta”. En Freire, P. y Faundez, A. (2021). Por una pedagogía de la pregunta. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
Carrión, C. (2022). “Contraportada”. En Campoverde A. (2022). MARÍA EMILIA entre la verdad y la tristeza. Loja: Editorial SK.
Vargas Llosa, M. (2007). La verdad de las mentiras. Madrid: Santillana Ediciones Generales, S.L. / Punto de lectura.
Opinión personal sobre el texto, si la hubiese.
“María Emilia, entre la verdad y la tristeza” es una obra que desde el primer momento podemos comprobar que está muy bien redactada y que cuenta con un tema original, que a medida que vas leyendo crea una fascinante mezcla de interés e indagación que hace que cuando se termine una página se quiera empezar otra. El autor logra transmitir una inmensidad de sensaciones y sentimientos al lector.
Diálogos intensos, una prosa limpia y cabe destacar el lenguaje sugestivo y sugerente que nos encontramos a medida que nos adentramos en el libro. La dinámica es rápida, se hace corto y tiene un gran potencial. La obra me ha causado una muy buena primera impresión: muy amena y entretenida…
La obra, en general, está bastante bien redactada y escrita. No obstante, sería preciso llevar a cabo una corrección ortotipográfica con el fin de pulir algunos detalles. Me gustaría matizar al respecto que dichos errores en absoluto impiden u obstaculizan la correcta comprensión del texto.
Con lo que, recomiendo la obra para su edición pasando previamente por nuestro departamento de correcciones, así que enhorabuena.
La potestad de la palabra de Antonio Campoverde en su María Emilia