LA PERSONOFOBIA

LA PERSONOFOBIA

Antonio Costa Gómez
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LA PERSONOFOBIA

    Se habla de fobias contra todo. Pero lo que hay muy grave en nuestro mundo es la personofobia. Se odia a las personas y se las arrincona. Ya no habrá nada personal en ninguna parte, no existirán las personas. En lugar de ellas te ponen los programas del ordenador, los procedimientos mecánicos, las obligaciones académicas, las consignas de las masas, los grandes desfiles, la producción en masa.

    Hay tanta persecución de la persona como del lobo. En realidad más. Al lobo incluso lo defienden ciertas leyes, lo declaran especie en extinción. Pero a la persona ninguna ley la defiende. Hay que arrinconarla sin fin e instaurar lo mecánico y lo masivo. Incluso se impone el lenguaje impersonal lleno de reglas obligadas para todos en todas las circunstancias.

    No te atiende una persona, te responde una máquina mecánicamente. No tiene delante un rostro, tienes la pantalla de un ordenador. No hablas con alguien, encuentras una multitud haciendo todos lo mismo. Y todo se hace en grupo en todas las actividades. Lo importante es aumentar la cantidad de producción en cualquier campo. Y los programas ciegos te responden y te encierran en todas partes.

    Y no te salgas de ellos por nada. Y no intentes tener una experiencia tuya y personal de nada. Ni mucho menos pidas que te escuchen a ti concretamente como una persona. Solo hay masas de seres masivos en todas partes. Masas y masas de usuarios para recibir anuncios masivos que te dicen No reply. O para recibir plantillas para comportarse, para escribir cartas, para hacer solicitudes al dios abstracto escondido detrás de todos los ordenadores.

    Ya no hay persona real y concreta en ningún sitio. Oh Unamuno qué hacen con nuestro mundo. Y aún hay personas que se dicen tus amigos y te convierten en un montón de datos sin sentido.

   Vivimos en la época de lo mecánico y lo rutinario. De la repetición y la masa. De las normas y las reglas. De la corrección y la imposición. Y hay que acabar con la complejidad de la persona. Con la libertad de la persona. Con el ser único de cada persona que no cabe en ningún puto algoritmo.

   Vivimos en la época de lo cuantitativo y lo repetido. Voy a Madrid y para conseguir un ticket del metro tengo que comprar una tarjeta de carga masiva. Aunque solo quiera un ticket porque no vivo en Madrid, porque estoy de paso en Madrid. Pero todo es así. Y cada persona es intercambiable por otra persona, porque no hay personas. Porque solo hay individuos.

   Y te mandan mensajes No Reply que no puedes contestar. Porque no te respetan como a una persona, solo quieren que tragues información y no respondas. Y si preguntas algo en una empresa no te contestará ninguna persona y te mandarán a Preguntas Frecuentes. Porque tú no eres una persona, algo único, eres una Pregunta Frecuente. Eres solo lo Frecuente, es decir, igual que todo el mundo, sin personalidad como todo el mundo.

     Y en los museos y monumentos te mandan ir en grupo con un guía zombi que te suelta cuatro tópicos. Y tienes que seguir un itinerario prefijado, siempre el mismo, y no puedes aportar ninguna mirada personal. Ni ser persona en ningún caso ni encontrar nada diferente.

   Hay que aplastar a la persona, hay que acribillar a las personas. También los gobiernos persiguen con saña a los autónomos como si fueran criminales. Tienes que trabajar para otro, a las órdenes de otro, al lado de montones de trabajadores iguales que tú. Y si no, eres un criminal. Y los gobiernos tienen que machacarte, ponerte más impuestos, tratarte con desconfianza, buscarte pecados ocultos.

      Los poderes odian la autonomía de la persona. Y los que no tienen nada personal odian a las personas. Porque hay que hacer siempre lo mismo, como está programado, siguiendo las plantillas para escribir que te da el Word. Y si no, eres un incordio, una molestia, algo diferente, intolerable.

   Porque cada persona es algo diferente, y por eso hay que machacarla y triturarla. Porque todos tenemos que ser uniformes y producir en masa y viajar en masa y leer en masa y sentir en masa con los sentimientos que tiene todo el mundo. Y hasta follar en masa.

    Porque lo personal es un peligro, una libertad, una creación, mire usted, eso provoca inquietud, eso deshace los esquemas, y hay que seguir en los esquemas, hay que hacer siempre lo mismo, lo que nos manden los influencers y los poderosos.  Si no, hay que plantearse las cosas, hay que pensarlas, mire usted que coñazo. Con lo tranquilo que es hacer todo lo mismo y mirar todos lo mismo.

    Hablan de fobias, y es una forma de evitar todo desacuerdo, si planteas algo es que tienes fobia, y entonces hay que lincharte. No se puede tener fobia a nada, solo fobia a las personas. La única fobia permitida es la que odia a la persona. Y la que permite insultar y machacar a todo el que no esté de acuerdo. Te hablan de ser correcto, de no ofender a nadie, de no lastimar a nadie, pero te lastiman a ti de todas las formas posibles si te sales del reglamento. Si tienes algo personal.

   Hablan de la corrección, que correctos son, pero le desean la muerte a un niño si quiere ser torero, o persiguen a otro si no habla el idioma obligado. O acosan a otro si tiene algo diferente, si se diferencia en algo. Hablan de corrección pero si alguien muestra algo personal lo persiguen como alimañas mecánicas, con ferocidad de alimañas. Y eso que son tan correctos.

   No podemos tocar a la tortuga del niñito, pero si podemos aplastar al niñito, torturar al niñito si muestra algo personal y diferente. Si se muestra libre e imprevisible como una persona. Hay que eliminar a las personas.

   Todas las fobias son malas ( y te atribuirán una fobia si cuestionas cualquier cosa), pero la única fobia buena es la fobia a las personas.

    Seamos mecánicos, rutinarios, programados, masivos, seguidores de plantillas, consultadores de preguntas frecuentes, turistas pasivos en grupo, seguidores de las modas, lectores de best sellers, espectadores de las películas que tienen goyas u oscars, admiradores de chefs, seres que tragan todo, que dicen sí a todo, que lo compran todo.

    Pero no seamos personas. Eso es lo peor.

  Herbert Marcuse ya habló hace tiempo del hombre plano, el hombre de una sola dimensión. Se remitió a Schiller y reivindicó al hombre creativo y libre contra la sociedad solo productivista y árida.

   René Guenon habló del “reino de la cantidad” y la anulación de la cualidad. En la época moderna todo es acumular cantidades y los pasmones pasman con las cantidades. Un ordenador que tiene no sé cuántas gigas, una máquina de fotos que hace millones de fotos, una biblioteca digital que te sirve millones de millones de libros. Todo son cantidades (de cualquiera manera) y el hombre plano se pasma.

   Robert Musil habló del “hombre sin cualidades” sobre el cual no se puede decir nada. Pero él no conocía al ser digital moderno. Ese ni tiene nombre, se ha convertido en un dígito. No solo no tiene cualidades, ni siquiera tiene nombre.

   Voy a “El corte inglés” a recoger un libro y no quieren ni nombre, me exigen mi teléfono móvil y una referencia numérica. Reservo habitación en un hotel y me habla una máquina y no una persona. Pero la máquina no se entera de nada, y si le digo que estoy enfermo, que al final no podré ir, me sigue repitiendo lo mismo de manera sorda, de manera estúpida. No es una persona libre y compleja, no me trata como a una persona libre y compleja.

   En el banco me dicen que no hable con nadie, que lo haga todo en el cajero automático (y lo cambian cada día para peor y para marearte).

   Ya no importan las personas. Importa la ideología, el partido político, la nación, el equipo de fútbol, qué sé yo. Importa el grupo y la cantidad de elementos en el grupo.

    No somos personas con algo que decir. Ya lo dicen todo otros por nosotros. Y si quieres preguntar algo la máquina te manda a Preguntas Frecuentes. Solo eres una Pregunta Frecuente. Eres tan Frecuente, a la fuerza, tan alienado, tan despojado y vacío, que ni te miran.

    Vivimos en una sociedad que no respeta a las personas. Pero hay que decir sí a todo, y si no lo haces eres un diablo.

ANTONIO COSTA GÓMEZ

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