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Otea ensimismada desde el suave promontorio. Al otro lado del río, crece el menudo deseo. Lo descubre. Y prende en su mirada como el primer vuelo de un ángel que exhausto cae sin remisión y desvalido clama auxilio. Entre el cielo y la tierra, la niña detiene el tiempo. Lo hace poema y lo expresa en su decidida y desinhibida actitud. Sin aspavientos ni mohines. Serenamente. Más acá, ya es ausencia. Allá, el magín moldea ese destello al que atiende sin disimulo: presencia inasible, aura titilante… El signo es azul. Me asombro recitando quedamente, Sólo el tiempo escribirá la clave / sobre el azul, abierto, casi libro / para que puedas descifrar el cielo…
Ahora soy yo el que atisbo su figura infantil. El que se recrea en ese ángel de cabellera rizada y rubia que columbra todo el universo en el asentimiento que delata el perfil enhiesto de su compostura. Desde esta orilla, la tristeza me embarga. El tiempo nos derrota. Mientras tanto, la belleza permanece intacta como la pequeña vigía.
Texto. Pedro Luis Ibáñez Lérida.
Fotografía. Paco Basallote Marín.
Poema. Francisco Basallote.
Desde la palabra benefactora que ansía un tiempo nuevo.
Con mis mejores y mayores deseos.
Siempre desde la alteridad. Siempre desde el afecto.