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LA PARADOJA FRENTE AL ESTANCAMIENTO DEL DISCURSO
Autor: Francisco José García Carbonell.
Vivimos en un estado cultural estancado. El problema de este estancamiento es que nos hemos desligado de ese pensamiento vital tan lleno de paradojas.
En una entrevista a María Zambrano, en televisión pública española, le preguntaba Pilar Truena:
- María, ¿cuál ha sido su libertad?
- La obediencia. Parece una paradoja…Es que la vida se alimenta de paradojas. Y yo creo más en las paradojas de la vida que en las antinomias del pensamiento.
Y es porque la pensadora sabía que una libertad integra, como señala Elena Laurenzi en su libro sobre la autora “Por amor de materia”, orienta las elecciones de su vida “a lo largo de la cual infringe muchas reglas”. Las mismas paradojas que recorrían el ser de Miguel de Unamuno, al cual la pensadora que lleva la filosofía sobre la vitalidad de la razón de Ortega y Gasset al estadio de la poesía, dedica una sentida biografía al poco de morir este. Porque son las paradojas, y no otra cosa, lo que conduce a las personas a la cima más alta de la creación.
El escritor bilbaíno afincado en Salamanca, el hombre de la triste amargura que fue siempre Miguel de Unamuno. Ese hombre que se oponía a la música por mermar la razón, que se oponía al humor del Quijote porque no era el rasgo dominante y desviaba, al lector, de lo trágico de la obra. Que se oponía sobre todo lo posible e imposible por el simple hecho de llevar la discusión a su máxima expresión. Que se opuso a la II República porque no era eso y que, igual, se opuso a los rebeldes porque tampoco era aquello. Que llevo con una digna integridad su oposición en la paz y, sobre todo, ante las barbaries de la guerra ¿no fue esa oposición lo que le llevo a lanzar contra un exaltado Millán Astray su famosa frase, venceréis pero no convenceréis? Convencer es vencer a, por lo tanto en esa frase, en el viejo profesor de griego, se quedo en una de las grandes paradojas que siempre rodearon su vida: venceréis pero sin vencer.
Eso es la paradoja, lo contrario a la opinión común o antilogía. Pero no nos engañemos, las paradojas no son sofismas, no llevan una contradicción lógica. Las paradojas nos las podemos encontrar en una veracidad que se esconde en lo absurdo, o en las antinomias, pese a Zambrano, de un Russell con su ¿existe un conjunto de todos los conjuntos que no se contienen en sí mismos? En lo ambiguo de las paradojas de Mr. Pond de G.K. Chesterton, o esa paradoja condicional que escuchamos, en un documental, a Hawking cuando nos dice: ¿qué pasaría si viajas atrás en el tiempo y te matas a ti mismo?, abriendo, como toda paradoja, una tercera vía a una posible dimensión. En fin nos encontramos paradojas en todos lados, en todos los ámbitos, en todos los sentidos: en matemáticas, en la lógica del lenguaje, e incluso, derivado de aquella, en un Zenón, con su Aquiles y la tortuga, que negaba todo movimiento o un movimiento infinito, ejemplificando las reflexiones de su maestro Parmenides con su ¿es lo mismo Pensar que Ser? Paradojas, de este, que son restablecidas por Hegel para la filosofía posterior. Cada paradoja rompe con la hipérbole, esa exageración que se vuelve un dogma en el pueblo, permitiendo que el discurso siga hacia adelante.
Bertolt Brecht, el gran dramaturgo alemán, respondía a un G. Lukács, defensor del realismo socialista, y que por tanto consideraba, entre otros, la literatura de un Joyces o Kafka como una aberración vanguardista:
- ¡Pero Kafka es verdaderamente el único escritor bolchevique!
Y es que en la literatura de Kafka, que parece tan metida en un mundo ilusorio, se dan las mayores paradojas de la vida. Su literatura era la paradoja del realismo socialista llevado a su máxima expresión. Por eso el autor de Madre Coraje lo considera el único escritor bolchevique. Algo, ya de por sí, muy kafkiano.
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LA PARADOJA FRENTE AL ESTANCAMIENTO DEL DISCURSO