LA MUERTE DE IVÁN LLICH DE LEV TOLSTÓI
(Cuando ni siquiera el arrepentimiento vale)
Autor: Francisco José García Carbonell
El tema que trata esta breve novela siempre es algo que nos planteamos en algún momento de nuestra vida. Todo el mundo, tarde o temprano, se enfrenta a ese problema crucial sobre el sentido de nuestra existencia.
Quizás sea por ese gran tormento que surge al tomar conciencia del corto tiempo en el cual transitamos por el mundo, y sobre una vida que no permite dar marcha atrás, que la lectura de esta obra nos puede hacer caer en un profundo pozo, siempre que dicha lectura conecte con el alma de una trama tan llena de momentos simbólicos.
Nos encontramos, pues, ante una sociedad aristocrática y burguesa del siglo diecinueve. Es dicho estamento social el eje vertebrador sobre el que va a girar todos los acontecimientos, pues es a partir de una clase que vive no solo despreocupada de las necesidades básicas sino que lleva también una vida desbordante, que esta se vuelve más narcisista e impone un modelo de convivencia en donde la ley queda ligada a un orden moral, el cual se apropia el derecho de decretar lo bueno y lo malo.
Es cierto que el escritor ruso es un hombre religioso, y que para nada la intención del mismo es poner en duda esa fuente divina de la que emana toda justicia, pero es desde la conciencia de pertenecer a una clase social dominante, de ser conscientes de su posición, cuando Tolstói es invadido por un sentimiento de culpa que le lleva a revelarse contra los propios privilegios de la misma. Es a través de una crisis espiritual radical, lo cual le llevaría hasta el extremo de vivir conforme a su manera de pensar, que este ve el sinsentido de unos convencionalismos sociales que pervierte la naturaleza bondadosa del hombre, y comienza a escribir denunciando lo mismo. Aquí, en nuestra literatura, para que nos hagamos una idea, tendremos ese mismo removedor de conciencias en la figura de Nazarí, del escritor Pérez Galdós.
De esto va la obra en definitiva. Este hombre, que es Iván Llich, se ha prestado toda su vida a forjar un plan acorde a lo que requiere su entorno. Son muchas las dificultades con las que se ha topado para alcanzar la cima de su carrera, ahora le toca exhibir todo sus logros a los demás. El triunfo es el mayor valor moral, y todo esfuerzo no es en vano si este, al final, se ve compensado con el reconocimiento. Pero a eso, he aquí ese simbolismo que tanto le gusta manejar al autor, que al poner el último pie en las escaleras de su casa, este tropieza y cae. Una caída que tiene unas consecuencias desastrosas y que permite al autor ,en el duro desenlace de los acontecimientos, poner en tela de juicio una existencia absurda.
Es a partir de entonces, en el mismo momento que tropieza, ni antes ni después, que la muerte empieza a rondarle. Es la presencia de esta que nuestro protagonista adquiere la suficiente lucidez para poder entender el sinsentido de ese mundo que ha intentado construir. No existe marcha atrás para poder cambiar ciertos acontecimientos de su vida. Es ese narcisismo, que en definitiva era un trastorno movido por una necesidad fútil de sentirse alagado, de buscar a los demás, quien le ha llevado de una manera paradójica a esa soledad y que es común a todo su entorno, la diferencia es que el resto aún no lo sabe.
La maleta no se puede volver a abrir para comenzar de nuevo, y así, mientras su familia deja que su cuerpo enfermo se vaya consumiendo en el más completo ostracismo, él se arrepiente una y otra vez.
LA MUERTE DE IVÁN LLICH DE LEV TOLSTÓI
