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LA MISERIA DE LA IDIOTEZ ARTIFICIAL
Cambiar al ser humano con su inteligencia dinámica y su sensibilidad abierta a lo que llegue por la máquina fija y encerrada en sus fórmulas, ese es su gran hallazgo. Máquinas que solo manejan datos y reglas rígidas sobre datos, cuando en la vida hay mucho más que datos (atmósfera, sutileza, matices, espíritu en suma). Cambar lo dinámico e imprevisible por lo fijo y repetitivo, esa es la gran propuesta. El mundo se ha vuelto tonto, increíblemente sordo y mezquino.
El hombre es el único animal que se atormenta a sí mismo. Ahora fabrica un monigote con fórmulas rígidas que lo distorsionan todo y le dice: mátame.
Hace justo treinta años murió Anthony Burgess. Su novela más famosa fue “A Clocwork Orange”. O sea: Naranja fabrica por un reloj. En ella un hombre violento se convierte en un hombre programado que sigue las normas. A cambio, está vacío y sin alma. Todos están muy satisfechos, solo protesta un solitario. En 1975 vi en A Coruña la película de Stanley Kubrick. Me espantó la violencia absurda del personaje, pero aún me espantó más lo que hacen con él después. Y ahora quieren que relojes mecánicos se paseen por A Coruña con sus miradas mecánicas y sin alma. Y con eso que llaman “inteligencia artificial”.
Ponen a un algoritmo a deducir idioteces según fórmulas matemáticas abstractas y simples y lo confunde todo y elimina las infinitas variaciones y sutilezas de la vida, las infinitas personalidades irrepetibles e instantes irrepetibles que no caben en ningún algoritmo. Y así el algoritmo confunde a los negros con monos y a los limones con chinos. Y lo empobrece todo y lo simplifica todo. Y no se entera de nada. Porque las máquinas no se enteran de nada y no entienden nada. Y empobrecen y matan el mundo. (Y de hecho salen noticias de que infinidad de personas en la sombra mal pagadas tienen que controlar eso que llaman “inteligencia artificial”).
Inteligencia viene de inte llegere, leer entre líneas. Consiste en captar las cosas, en comprenderlas sin simplificarlas. Y para comprender la vida cambiante y sorprendente, llena de contradicciones y de matices, tiene que ser ella misma cambiante y matizada. Tiene que ser algo vivo, no puede estar muerta y nunca mecánica. Alguien dijo que la inteligencia es la capacidad de adaptarse en todo momento, de abrirse a todos los impnderables. Es algo vivo, coño. Nunca será una aplicación rutinaria y sorda de fórmulas y de programas muertos.
Pero pervertimos todas las palabras, le llamamos cualquier cosa a cualquier cosa. También llamamos comunismo al sistema chino donde hay supermillonarios y muertos de hambre. Y llamamos cristiana a la sociedad europea. Y el comisario del pueblo llama “camarada” al disidente al que está torturando. Y los estalinistas le llamaban a su dictadura “centralismo democrático”.
Si la inteligencia es la capacidad de captar el sentido de las cosas, en eso entran muchas facultades. La intuición, la sensibilidad, el dinamismo interior, la capacidad de adaptarse a lo diferente. Incluso la imaginación, la capacidad de ver imágenes. Nunca será simplemente hacer operaciones rutinarias con datos brutos. Y captar la atmósfera, el espíritu de las cosas, que no está en los datos brutos. Por eso las “restauraciones” son todas falsas, porque la atmósfera de otra época no se capta con datos y deducciones mecánicas. Si no estás vivo, no entenderás la vida.
Ya no pido la razón vital de Ortega ni la razón poética de María Zambrano. Pido la inteligencia de siempre, la inteligencia viva de los seres vivos, en la que entran tantas cosas. La capacidad de entender sin empobrecer, sin reducirlo todo a fórmulas. El mundo se vuelve cada vez más estúpido. Espero que no le ocurra eso a Galicia.
Antonio Costa Gómez
Y ahora, con eso de la Agencia de la Inteligencia Artificial quieren que los relojes haciendo tic tac se paseen muertos por las calles de A Coruña. Y pedirán un vino con cacahuetes en la taberna El Priorato y les darán cacahuetes algorítmicos. Y convertirán las olas de Riazor en algoritmos. Y las Tecnológicas nos exprimirán todavía más.
El hombre es el único animal que se atormenta a sí mismo, un Heautontimorumenos, como decía Terencio. Ahora fabrica un monigote con fórmulas rígidas que lo distorsionan todo. Y luego, como sugirió la escritora Elvira Navarro, les exigirá a las personas que sean igual de rígidas.
Cambiar la vida infinita por la miseria de unas fórmulas, es su panacea. Cifrarlo todo en la cantidad y en la productividad de resultados en serie, sordos y muertos, esa es su panacea. Es como cambiar a la mujer atractiva que va por la calle por una muñeca hinchable. Como cambiar el gesto vivo por la mueva de un muerto. Como cambiar el rostro por la escayola. Ese es su gran descubrimiento. Penoso.
Antonio Costa Gómez
LA MISERIA DE LA IDIOTEZ ARTIFICIAL