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La mirada luminosa del filósofo Emilio Lledó
POR ANA PATRICIA SANTAELLA
Emilio Lledó nació en Sevilla, estudió en las Universidades de Madrid y en Heildeberg Filosofía y Filología Clásica.
Ha sido catedrático de Historia de la Filosofía en las Universidades de la Laguna, Barcelona y UNED en Madrid. En 1992 fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura (Ensayo), y desde 1994 es miembro de la RAE. Entre sus publicaciones se encuentran: Filosofía y Lenguaje (1970),La Filosofía hoy (1975), La memoria del Logos (1984), El Epicureísmo, una sabiduría del cuerpo, Del Gozo y la Amistad (1984), Elogio de la infelicidad, etc.
No se declara filósofo, si se considera profesor de filosofía y cree que todos somos de forma innata, filósofos.
Es un hombre sencillo que transmite sosiego, sabiduría y que no recurre a lo largo de sus exposiciones, a complejos tecnicismo que enmarañan y enturbian el saber.
Ha reflexionado a lo largo de su periplo intelectual y vital sobre la amistad, la educación, la memoria, la vida , los ideales, etc.
Con frecuencia nos recuerda que somos memoria y lenguaje. Nuestro cuerpo nos acusa esa memoria, dice. Evoca de hecho, ese lugar privilegiado de la misma al que solemos con agrado o desagrado retornar. Recuerda vivamente al primer maestro que tuvo, era republicano, conserva esos primeros cuadernos de caligrafía infantil en el que don Francisco les enseñó el valor supremo e ineludible de la libertad.
La memoria es fundamental, se opone rotundamente a la propagación de la desmemoria.
Los obsesos de la desmemoria la usan para justificar cualquier vileza, estupidez y maldad, con la esperanza de que nunca será recordado.
Emilio Lledó ha sido un niño de la Guerra Civil. Ha visto la violencia, el fanatismo, la muerte, la injusticia. Pensaba que eso no podía de ningún modo, ser el futuro.
Piensa que los que recortan la educación pública son partidarios de una sociedad clasista e inventan “la excelencia” creadora de diferencias educativas desiguales.
Cuando desgrana y deja entrever el apasionamiento que siente por el mundo griego, alude a los cuatros elementos de los que proviene la vida: El agua, la tierra, el fuego y el aire, incidiendo en que hay otros elementos inseparables de la existencia: La bondad, la justicia, la verdad, el bien, que bien podrían sonar a utópicos. No hay que renunciar a los ideales. El idealismo no es anacrónico.
Piensa que estamos ante una oligarquía democrática. La avaricia corrompe el alma, provoca junto al sectarismo y el fanatismo una patología social e intelectual grave en el ser humano. Está convencido de que las sociedades democráticas tienen que huir de la alienación, salirse de la sinrazón y la arbitrariedad. La sumisión y sometimiento provoca un efecto devastador en la inteligencia y sensibilidad de la ciudadanía.
El que no se de a los demás no puede ser político, señala.
Declara con fervor convencido que el impulso amoroso, el de la amistad y el del cariño son mil veces más poderosos que el cultivo del odio.
“Los griegos nos legaron todo lo que somos” afirma. “Las escuelas helenísticas que procedían, sin duda, de la tradición platónica y aristotélica, modularon e incluso revolucionaron a sus clásicos. Así Epicuro abre el horizonte de la corporeidad, aceptando el cuerpo y a la maravillosa naturaleza que lo sustenta. Los estoicos buscaron encontrar, el equilibrio y la felicidad en la aceptación de razones inalcanzables, identificadas con el logos del universo y sus designios. Los escépticos y los cínicos del helenismo asumieron la claudicación y la conformidad “con lo que hay”, en oposición a la idea aristotélica de que la vida y la felicidad son formas de energía y alegría.
Pasemos directamente a escuchar la brillantez de su lúcido pensamiento, a través de algunos pasajes que esbozan los temas que le han fascinado, que le fascinan y preocupan. Son pasajes entresacados de sus libros: Elogio de la infelicidad y Imágenes y Palabras:
“Tal vez, el sentimiento de equilibrio y sosiego interior esté continuamente amenazado por la consciencia de la miseria, la violencia, la crueldad creciente que, desde los griegos, ha experimentado la humanidad. Porque, efectivamente, es imposible la felicidad si la mirada descubre, alrededor de la vida individual, la enfermedad social y la corrupción que destroza la vida colectiva”.
“Desde la orilla de las letras, atisbamos también el lenguaje filosófico, ese descubrimiento de la reflexión que fluye pronto como tradición, pero que sólo fecunda al pensamiento cuando se deja reflejar en la experiencia que cada presente alienta”
“Es cierto que la voluntad comunicativa no es plenamente consciente, y que lo queremos decir es, en muchos casos, un impreciso conglomerado de tensiones entre las que el logos, la racionalidad, la luz, lucha siempre por expresarse.”
“Aristóteles había escrito, al comienzo de la Metafísica, que de todos los sentidos es el de la vista el que más gozo y alegría nos produce, porque nos hace conocer más y nos abre a un mundo infinito de matices.”
“La mirada arranca, la urgencia de una interpretación, de una lectura que inserta lo visto en el horizonte de significaciones y experiencias que constituye el vivir”.
“Todo es, pues, un problema de Paideia, de educación que nos hace o nos debería hacer más inteligentes, más libres, más personales y más solidarios”.
“La política, para guardar las prebendas del poder y los secretos de la supuesta razón de Estado, empuja a muchos servidores hasta un rincón, no celeste, sino miserablemente humano. Allí se esconde el ánimo, incapaz ya de hacer otra cosa sino defender, en su oscura inasibilidad, el también oscuro fruto de sus privilegios”.
“Es la distancia, más bien el abismo, donde habita quien ha perdido la esencial generosidad de su misión pública. El egoísmo de un poder revertido a favor de aquel que lo ejerce corroe cualquier vestigio de humanidad.”
“Nuestro estar con nosotr@s mismos, ese callado diálogo que sin cesar mantenemos nos dice que jamás podremos quedar plenamente satisfechos de nuestra singular existencia, si está embotada en el acuciante círculo de la entontecida prosperidad.”
“Un descontento que nos enseña el sentido más apasionante de cada empresa humana, y que nos empuja constantemente en la dirección de una personal felicidad, imposible si no tiende, de alguna forma, a la compañía y felicidad de los demás.”
“La capacidad para iluminar, desde la subjetividad, el borrascoso mundo de fenómenos sin sustancia y sin memoria que nos acosa”.
Sobre la identidad: “Conocerse a sí mismo es, sobre todo, reconocerse: poder encontrar en el complejo buceo de la intimidad, elementos que indiquen el sustrato coherente que articulen cada personalidad”. “Conocer es también, interpretar. Pero interpretar, es anudar, en un esquema inteligible, la libertad de la que se alimenta la cultura. Libertad que no es esencialmente, otra cosa sino el horizonte de posibilidad donde la naturaleza humana se transforma” “Y es el cerebro humano el inventor y constructor de la posibilidad. Pero ello necesita un principio esencial de educación desde el que pueda abrirse ese íntimo espacio”.
Sin embargo, siempre recalca Emilio Lledó que tenemos que excluir al dogmatismo, a la trivialidad y a los estereotipos mentales (él los llamo grumos pringosos) representan el aniquilamiento de la capacidad de pensar.
La memoria es otro de los temas cruciales presente en sus obras, como antes he aludido. “El fundamento de la memoria no es sólo su posibilidad de evocar, sino de construir, de crear, de fijar, en el surco del tiempo y en infinitas sucesiones de latidos que conforman la existencia, la memoria establece la permanencia, aglutina unos instantes con otros y enhebra la posible coherencia de cada biografía”. “Sin la fijeza que imprime a cada instante su engarce con el instante anterior y posterior, la vida carece de sentido y contenido”. “inventa y descubre el espacio que va cobijando la contextura de nuestra ideología, de lo que pensamos del mundo y de los otros seres, la voz de ese lenguaje interior en el que hablamos con nosotros mismos y en el que nos reconocemos.”
Adora Emilio, el análisis que sobre la amistad hizo Aristóteles en Ética Nicomáquea, lo considera uno de los más certeros y detenidos de la historia de la filosofía: “Sin amigos nadie elegiría la vida”. La vida se elige, se sueña y se construye ante el vasto horizonte de la amistad.
Conviene leer a los y a las filósofas, nos guían, nos enseñan, nos cautivan y nos abren caminos de esplendor insospechados, son lámparas que iluminan la parda oscuridad del pensamiento y la monotonía acrítica que asola a las sociedades, a los medios de comunicación y a las mentes tistes y adormecidas.
Convencido dice que antes de la libertad de expresión, lo que tenemos que tener es libertad de pensamiento. Pese a parecer este panorama sombrío, siempre cabe la corrección y la esperanza, algo que no desdeña este gozador de la vida, que ha amado todas las ciudades y lugares donde ha vivido, este gozador pensante.
La mirada luminosa del filósofo Emilio Lledó
Foto: El Plural.com