La matanza de Collejas

La matanza de Collejas

Jose Cenizo Jiménez
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Javier Salvago, La matanza de Collejas, Sevilla, Renacimiento, 2021

Un Poeta en la Corte de los Narradores

                                    José Cenizo Jiménez

            Venimos siguiendo la trayectoria literaria de nuestro paisano Javier Salvago (Paradas, Sevilla, 1950) desde su inicio, y ya ha llovido. Nuestro libro Javier Salvago: una poética de la experiencia y la ironía (Córdoba, 2007), es reflejo de este interés por su obra.  Todos lo conocíamos como uno de los grandes poetas de su generación, la de los ochenta, autor de libros como La destrucción o el humor (1980); Volverlo a intentar (1989) o Ulises, (1996), entre otros, hasta que ya en nuestro siglo y más que pasada la cincuentena, Salvago se introduce en la prosa, primero con la edición de sus memorias

Memorias de un antihéroe (2007), El purgatorio (2014)-, y después entregándose de lleno a la narrativa, en su forma de relato corto o cuento –El miedo, la suerte y la muerte (2015), No sueñes conmigo (2017),  El corazón de oro y otros relatos (2019)-.

portada            En eso estábamos cuando nos sorprende en 2021 con un nuevo giro en su carrera, publicando una novela compacta de 379 páginas con un sonoro título, La matanza de Collejas, que trae a la memoria colectiva ecos de crueldad, asesinatos múltiples, desgracia a raudales. Una matanza es una matanza. Como lo es, en toda regla, la que nos cuenta, el asesinato a sangre fría de varias personas durante la feria en un pueblo andaluz ficticio llamado Collejas, dominado por un terrateniente todopoderoso, un indeseable cacique al que muchos -incluso de su familia- quisieran ver muerto. En este “poblado de película del Oeste” (p. 107), con “aroma de realismo mágico” (p. 35) se mezclan todos los elementos que configuran un fresco social dantesco, un argumento propio para una serie o una película: mucha sangre, crímenes atroces, amores prohibidos, corrupción intensa del dominante cacique, cárcel, intriga desde el primer momento hasta las páginas finales que no dejan descanso, que obligan a bebérselas para por fin saber cómo termina todo, quién ha matado a tantas personas de una vez con una escopeta automática.

            Envolviéndolo todo, ese ambiente opresivo, contaminado por el miedo que por desgracia tantas veces se ha vivido en los pueblos -en la sociedad en general-  por motivos variados y no sólo por la prepotencia del rico, también las malas lenguas, el machismo, la homofobia, el rechazo al diferente, etc. Se parte de una anécdota que tiene su recorrido en la tradición oral e incluso en la literatura, la del fantasma o pantasma, un amante que se disfrazaba de esa guisa para ahuyentar a la gente y dejar la vía libre para moverse libremente por la calle de su compañera.

            Lo más logrado de la obra creemos que es, en el plano expresivo, la sencillez  de estilo (sólo alguna vez se toma la licencia de cierto barroquismo irónico, como en la descripción de las chabolas -p.266-, ese asentamiento “que brillaba a lo lejos, como un diamante”, que nos recordó a los “soberbios alcázares de la miseria” de Tiempo de silencio), y la frescura en el manejo de los diálogos, tan abundantes. En el temático y argumental, la variedad de motivos tocados (los indicados más el papel nefasto de los programas televisivos “telebasura”, las guerras inútiles o la corrupción de las oligarquías, sobre los que ya en obras anteriores nos había prevenido) y la apertura del punto de vista hacia diversos posibles responsables de la apocalíptica matanza.

También destacamos la presentación de los personajes: unos se ganan la confianza y la ternura, otros desde el primer momento inspiran rechazo e impotencia por su crueldad (el rico y sus secuaces, los últimos hábilmente apenas descritos para que su maldad resulte más fría y cruel). El narrador ha querido estar muy cerca de cada uno de ellos, en una tercera persona que a menudo aporta proximidad. Ha renunciado a algo que sí está en su poesía y en su obra narrativa anterior, a la ironía y al humor, pues muy rara vez aparece (lo cierto es que el argumento se presta a pocos deleites en ese sentido). Con buen tino, también a una truculencia excesiva y descarnada, lo que hubiera restado calidad al conjunto (de eso ya se encargan los programas televisivos que critica).

En suma, tenemos a un gran poeta presentándose en la corte de los novelistas, donde la competencia es enorme. A los setenta y un años nos entrega su primera novela, todo un signo de su versatilidad literaria y de su empuje vital. Vendrán más, y serán aún mejores.

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