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José de María Romero Barea
Algunos autores evocan un cúmulo de imágenes discordantes en obras interminables e inintenigibles: “Quejándose de que nadie repare en él / El infinito palpita en mi verso más corto”, declara en su poema “Mon âme” un joven Raymond Roussel. Con suprema ironía, escriben sin preocuparse demasiado por una audiencia que encuentra sus escritos, en el mejor de los casos, oscuros, cuando no un largo, farragoso y deslavazado malentendido. Sólo en la última página de algunos libros se restablece el orden: al leer en retrospectiva el prodigioso trabajo realizado, al reafirmase el control de lo imaginado, brota el sentido.
La gloria del escritor francés y oficial de la Marina Julien Viaud, alias Pierre Loti, (1850, Rochefort – 1923, Hendaya) reside en haber llevado a cabo, en exceso, todo lo emprendido. Mientras escribe su Diario íntimo (Journal Intime (1878-1881); WunderKammer, 2017), el último dandy nos mira con aire despreocupado, desde la posteridad de un universo perfectamente arbitrario en el que se ejecutan acrobacias o actos de ventriloquía. Historial de la decepción o la oscuridad, página tras página, el novelista de Aziyadé (1879) se limita a jugar con el lenguaje. El artefacto resultante es un endiablado cuento de hadas: “Todos, todos los días lluvia; una llovizna fina, penetrante, fría; un eterno crepúsculo gris, que pesa como un sudario sobre la imaginación”. Frases aleatorias culminan en términos asonantes, descripción del “movimiento en los alrededores”, mientras “los marineros barzonean en grupos por las calles (…) aires del Midi, canciones vascas o tristes melopeas que parecen viejos aires de cornamusa”.
El francés se deshace en historias criptograma, en cartas y pensamientos plagados de virtuosismo y milagrosas invenciones: “Cantan los grillos en todos los agujeros de los muros; las ratas, de un tamaño inverosímil, se pasean por la sombra, escarbando en los arroyos”. El dibujo resultante es tan detallado que podemos discernir la sombra que proyecta sobre la página. Zambullirse en este laberinto de “salvas de artillería, maniobras de conjunto, zafarrancho de combate y fantasías marítimas” es toda una aventura. La mezcla de extrema precisión descriptiva (o sartorial) o la aparente sinrazón del Diario ha fascinado a sus seguidores y sigue exasperado a sus detractores desde que fue escrito: “Hace ocho años, aquí soplaban ráfagas de fuerte viento, barriendo negras nubes que corrían rápidas y dejaban a trechos agujeros azules (…) el mar, profundamente removido, estaba amarillento y revuelto”.
Ajeno a la caracterización psicológica típica del XIX, la obra principia y acaba con el lenguaje, cualidad extraña y lejana que convierte a este libro en un mensaje por descifrar. El impacto de la obra del autor de Madame Chrysanthème (1887) en nuestra cultura de masas prefigura tal vez el turismo desbocado de las últimas décadas. Ligera de equipaje, su verborrea de lujo es ajena a la civilización del espectáculo. Su obra prefigura la de escritores más recientes que ponen en primer plano la opacidad, la autonomía y la naturaleza auto-proliferante del idioma: el grupo Oulipo (uno piensa en la “máquina” soneto de Queneau), Alain Robbe-Grillet y Michel Butor, el nouveau roman. Loti, sin embargo, presenta su procedimiento con toda la seriedad de los profesores-héroes de Poe o su amado Jules Verne.
Los autores neófitos tienden a insistir en la vida antes que en la obra. En este dietario, se alcanza un equilibrio impecable entre ambas. Emerge el creador como una figura luminosa, única. Es esta ingenuidad inviolable (vertida al castellano por Vicente Díez de Tejada en 1926, revisada y actualizada por La Inèdita) la que, a lo largo de incontables episodios y vicisitudes, otorga a este libro su encanto irresistible. Y, sin embargo, lo realmente extraordinario de este Diario póstumo es lo sorprendentemente que predice la carrera futura de su autor. Años después, el miembro de la Academia Francesa Viaud viviría la aislada vida del marinero Loti, su engendro. El primero trabajará febrilmente, escribiendo en habitaciones selladas. Mientras viaja sin fin por el mundo en un navío, Loti nunca mirará más allá de su cabina: “¡Qué paz tan fúnebre, qué pálido y glacial está todo hoy!”.
Sevilla 2017