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Krishnamurti, Rebelión del escuchar
Echar abajo las rejas, las cuadraturas, es lo que propone Krishnamurti cuando habla de “la libertad interior”. Y si lo hacemos entra intrépidamente la vida, igual que en “La pesadilla” de Füssli. El caballo irrumpe en la habitación porque la mujer ha dejado de encerrarse , escucha radicalmente, eso es lo que hay que hacer, escuchar apasionadamente, dejar que los dioses nos hablen más allá de nuestros conceptos, hagan trizas nuestros conceptos.
Krishnamurti escribió poco, exponía oralmente sus enseñanzas y las recogían por escrito sus discípulos. Sin embargo sus obras son literatura porque las palabras se llenan de vida y de lucidez. Nos arrancan de nuestros marasmos, nos provocan inquietud y visiones. A menudo nos ponen de verdad en la vida. Empezando por “La libertad primera y última”. Y desde luego su “Diario” es uno de los diarios más fascinantes del mundo.
Krishnamurti nació en el sur de la India y murió en un pueblecito de California. Fascinó a las personalidades más importantes del siglo XX en el mundo entero. Nos arrancó de la trampa de las palabras y las doctrinas, nos hizo cuestionarnos todas las frases. Nos colocó como si cada uno de nosotros fuera el primero que llegara a la tierra. Y eso es fascinante, aunque tampoco hay que arrasar todo lo que antes se escribió. Sobre todo cuando eso en distintas épocas expresa el mismo asombro y la misma riqueza.
Rilke dijo : “Tú no debes comprender el mundo,/entonces será como una fiesta”. Y si pretendemos cuadricular a Melusina, ella se tira al agua y se escapa. Krishnamurti nos hizo vivir eso. Cualquier doctrina falsea el mundo, cualquier preconcepto nos impide escucharlo. Cuando los apartamos todos viene la inspiración, entra la vida. Por eso él no se consideró un profeta , no quiso fundar ninguna doctrina. Más bien pretendió barrerlas todas. Y no quiso fundar ninguna organización, patrocinar ninguna jerarquía. Fue un escritor que inquieta al mundo, nada menos que un escritor.
Las experiencias que cuenta Krishnamurti en su “Diario” son escalofriantes. Nuestro lenguaje nos hace trampas, sobre todo el lenguaje habitual lleno de simplismos y clasificaciones, el lenguaje tiene que volverse loco, ir más allá de sí mismo, inspirarse. Muchas veces he intentado escuchar nítidamente el sonido de una cascada o el viento entre las hojas dejando de pensar chorradas, y pocas veces lo he conseguido, solo por segundos, pero en esos segundos, qué potencia inconcebible, todo lo que me dicen los ruidos del agua.
Cuántos secretos podría escuchar si me liberara de los prejuicios, si me dejara de charlatanería interior , si escuchara un poco. Entraría la vida torrencialmente en mí y me arrastraría y me inspiraría las expresiones más sorprendentes, joder, por qué no nos dejamos de doctrinas, de filosofías, de juicios, y nos ponemos a escuchar de verdad cualquier cosa sencilla, el sonido del agua, el chocar de las semillas en las vainas, entonces todo será mágico otra vez, porque lo que lo hace rutinario son nuestras clasificaciones archisabidas, nuestros simplismos fastidiosos, le tenemos miedo a la vida fuera de los simplismos pero dentro de ellos nos aburrimos. El pensamiento nos enjaula, dice Krishnamurti, dejemos que entre lo desconocido.
Nunca quiso resolvernos nada, más bien quiso inquietarnos completamente, mantenernos vivos sin cesar. Hacernos furiosamente felices por instantes. Su incitación es inagotable y fecunda. Claro que no podemos tomarlo como una Biblia, tampoco él lo quiso. Su “vivir de instante en instante” no se puede hacer sin cesar. Y tampoco puede ser lo único. Sin recuerdos, sin planes de futuro, no hay vida humana. Si solo pienso siempre en este instante no puedo recordar que el autobús sale a las once. Y lo perderé. No puedo tener en cuenta que Pepita sale del trabajo a las ocho y quedamos de ir al cine para meternos mano. Y tampoco puedo recordar como Proust que otra vez con la misma fuerza sentí esa magdalena infinita. No, no se puede vivir solo de instante en instante. Pero hacerlo de vez en cuando nos da energía y nos libra de ataduras. Y está muy bien que Krishnamurti lo proponga.
Les invito a leer los libros de Krishnamurti. Como literatura intensa que es. Si quieren léanlo con una copa de vino al lado, como yo leía en Compostela a Bukovski. Pero léanlo de vez en cuando.
ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR
Krishnamurti, Rebelión del escuchar