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Judith Muñoz Macho es vallisoletana pero desde hace unos años su vida transcurre entre maletas. Esta periodista con diez años de ejercicio en la profesión, es la actual coordinadora del periódico digital MUNDIARIO, ha vivido en A Coruña, Nicaragua y actualmente Argentina. Ha recorrido el continente americano de norte a sur, desde Toronto a la Patagonia, pasando por Los Ángeles, Nueva York, México, Honduras, Guatemala, Costa Rica, Panamá… Esta lejanía de su hogar la hizo escribir un libro titulado Anhelo, un conjunto de poemas que suponen su primera publicación poética bajo el sello de la editorial Libros.com
Ahora, en Luz Cultural ofrece algunos trabajos inéditos que esperan formar parte de un nuevo libro en donde la incomunicación, la moralidad y la incertidumbre conformarán los pilares básicos de su nueva obra.
(I)
Los T.K.M.
viajan ansiosos entre jugos gástricos de satélites inertes,
pero nunca el aire acaricia su sonido,
caracteres equivocados de sordomudo deseo.
Es el siglo XXI, el que adolece de palabras
en el que las letras, huérfanas, están en acogida.
Es la época del abecedario impreso
que no encuentra la semántica correcta.
Y los amantes se hieren con artefactos tecnológicos,
se rozan con emoticonos azafrán,
se besan con labios en finas pantallas.
Los T.K.M. de ortografía perdida
reclaman pupilas acuosas
que enrojezcan, que palpiten.
Reclaman lenguas inexpertas, incluso vergonzosas,
que salten al vacío de la expresión
y aterricen ilesas en otra boca.
(II)
Me miras como a un extraño
como a esas hierbas malas
que nunca quisiste en tu jardín.
Te miro como a un cualquiera,
como un grito afónico que tuerce la semilla,
con obtuso raciocinio.
Te enojas, me enojo,
sin mirarnos, sin llegar a hablar
emitiendo sonidos animales.
(III)
Yacen los lamentos en estas hojas
manchadas de tinta,
vomitadas de letras
restregadas en anhelos.
Yacen las preguntas del mañana
tensas en su reposo,
resignadas en su espera,
huérfanas de respuestas.
Yacen.
Laten.
Manchan
las palabras de este níveo lienzo,
de este folio blanco de miradas,
de este intento inerte.
Yace antes…
nace para yacer sin comunicación.
(IV)
Asaltar el cielo,
disponer del oro,
derrocar los poderes…
Izar las velas
rumbo al descenso eterno
en medio de una lucha ficticia
que ahoga impulsos
en frustrados ataques,
ciegos, errados.
Acometidas sobre arenas movedizas
entre títeres circenses,
sonando sus cascabeles
de innobles principios
y abyectos finales.
(V)
Yace sosegada
la de trazos ondulantes
en lugares hediondos.
Otra se abre paso
con borrón impreciso
a la conquista del lienzo carnal.
Y los cuerpos son intervenidos
retratos dolientes,
figuras que atacan.
(VI)
Te espero, como cada día, en el ecuador.
Anhelo que llegues exhausta,
con los músculos desorbitados
en busca de un cuerpo en reposo al que regresar.
Te espero.
Como cada día.
Sin comunicación.
Y me espero
en alborotado silencio.
Tenso el crepúsculo en primera persona
porque quiero verme llegar
y sólo fluctúo, sin aterrizaje previsto.
Rondo al propio acecho,
a la tenaz incertidumbre.
(VII)
Hierve el pensamiento en su camino hacia la penumbra de algodón,
chop chop.
Está febril el reposo,
llega lastimado a la nocturna cita,
asido a un subterfugio entre ondas lentas,
puntiagudas,
y un sueño paradójico.
Envuelto en un maniqueísmo convulso
que opone y no distingue,
abrasa la cocción.
Chop chop.
(VIII)
Esperaste con las maletas en la playa
al marinero que quisiera cruzar la línea del horizonte.
Las gaviotas hablaban de ti
meciéndose a la orilla de un océano
que desaparecía bajo tus abrigados pies.
El día no moría, te abandonaba otra vez.
Partía a tu destino,
arrastraba consigo el preludio de una fugaz idea.
Y mientras, pasaban cinco años vagabundos.