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JUAN ANDIVIA GÓMEZ, CON UNOS VERSOS DE MÁS
JUAN ANDIVIA, EBRIO DE VERSOS Y BELLEZA
JOSÉ CENIZO JIMÉNEZ
“Para vivir, es necesario / que los demás te vivan”. Con estos versos de Juan A. Guzmán como pórtico nos adentramos en el poemario Con unos versos de más del profesor (y director) jubilado de Enseñanza Secundaria y Doctor en Filología Hispánica Juan Andivia, uno de esos profesores y escritores que, por circunstancias laborales y/o familiares, han acabado viviendo en Sevilla, como a nosotros mismos nos ha ocurrido. Aunque en Sevilla desde 1974, nació en Huelva en 1952 y siempre ha estado unido a ella con actividades literarias como publicaciones colectivas, conferencias, revistas literarias, programas radiofónicos, artículos en prensa, etc.
Su trayectoria literaria abarca poemarios como Barajando silencios (Huelva, Delegación Provincial del Ministerio de Cultura, 1982), Ángel (Huelva, Celacanto, 1990), De la muerte o la vida (Huelva, Celacanto, 1995), Albadá (Salobreña
-Granada-, Alhulia, 2006). Recopiló cuentos infantiles en Sobre el caballo blanco de la fantasía (Sevilla, 1983). También ha publicado Aplausos para el atardecer (colección de artículos publicados en prensa) –Salobreña, Granada, Alhulia, 2018- y Ojo de buey. Relatos y microrrelatos (Salobreña -Granada-, Alhulia, 2021). De crítica literaria e investigación José Hierro: madera y ceniza (Huelva, Diputación Provincial, 2003), adaptación de su tesis doctoral defendida en 1995 en la Universidad de Sevilla.
“La voz herida de Juan Andivia” titula el prólogo José Baena. Encuentra “una poesía honda, profunda, asentada en la vida, lírica, dolorida” y continúa con su descripción: “No hay malabarismos estéticos, no hay juegos semánticos, no hay metáforas efectistas, tan en boga en estos tiempos donde colea aún la posmodernidad. No, hay lenguaje cuidado, dominio del verso, mirada interior, sentimiento y culto a la palabra como diosa suprema de una religión nueva: la poesía”. Asimismo cree que “destila una voz desgarrada, transida de dolor por la ausencia de lo amado. Voz honda, profunda y verso justo, acabado, medido, en su exactitud de duelo. Belleza y pensamiento intenso”.
Así resulta. En la obra de Andivia hay una lírica vibrante, ahondada, dolor asumido por la palabra, dueña del poeta y de la poesía, la palabra justa, medida, elegida entre otras posibilidades para quedar como única posible en el poema. Elegir es la clave del creador, del poeta, y con mínimo repertorio donde nada sobre. Y el primer poema del libro así lo confirma, tres versos que dicen mucho:
Perdonad mis errores:
Caminaba
con unos versos de más.
Y en el segundo ya muestra la raíz temática y sentimental del libro, el amor envuelto en melancolía y desengaño:
Al sur de tu frontera me refugio
pido un asilo urgente en tus caricias.
(Tus brazos ya no están).
Me emborracho de sombras
y sospecho
que el final que está lejos
acaba de llegar.
Calla, calla,
mira el hombre que soy;
ponme otra copa, amor,
de melancolía.
Estamos en la crónica poética de una pérdida y una desolación: “tenté tanto al azar / que / lo he perdido todo”, “Y nadie supo nunca / que la firmeza del amor /había perdido otra batalla”, “Un día fui feliz y lo recuerdo”, “sé que es tarde para vivir de nuevo”, “Yo soy la sombra de mi sombra”, “soy grano tan pequeño, trozo tan diminuto / que da igual adonde sueñe”.
De ahí que se pida, si vuelve a la vida, ser algo inanimado, como pedía Rubén Darío:
que si he de volver
me pido ser jarrón,
juego de mesa,
percha, ventana o muro,
pero que no vuelva a tener
un alma
que arrastrar por los suelos
Un Rubén que vuelve a recordarse así: “Y en ocasiones, / lloro cuando ha pasado la causa de mi llanto, / si es que estas causas pasan”. No faltan quejas ante cuestiones sociales. Como señala José Baena en el prólogo: “Irreverente, rebelde, lúcido… rechaza normas inútiles, rechaza el fariseísmo de aquellos que huyen de la vida para vivir una existencia sin nervio, sin vida, negándose a sí mismos en un suicidio permanente”. Y lo ilustra con estos versos:
Aborrezco ese trueque moderno
de papel y metales.
No creo en los ministros de la iglesia,
ni en los que están en ella todo el día.
“Mi frente es la belleza, no la guerra”, dice. O estos versos con escepticismo:
Que nada cambiará y que los pobres
seguirán siendo pobres porque otros
detentan el poder y las riquezas.
Hallaremos en este recorrido versos espléndidos de esos que son un fogonazo y te erizan la piel y la lectura: “Tengo como memoria / un corazón cansado”, “Nací para reír y tragarme las penas”. Un libro recomendable por su ímpetu vital a pesar de todo, por su lenguaje de poeta ebrio de belleza, de palabras y de versos. La gran ebriedad, la de la palabra exacta en su esplendor, para compensar la borrachera de las sombras, como dice, y de la melancolía.
JUAN ANDIVIA GÓMEZ, CON UNOS VERSOS DE MÁS, MADRID, ED. ADARVE, 2021