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Francisco Vélez Nieto
Joseph Roth, Fuga sin fin
Traducción de J. L. Vernal
Acantilado
“. “Yo no escribo lo que se llaman comentarios ingeniosos. Yo dibujo las facciones (irregulares) de la época… Soy un periodista, no un reportero, soy un escritor, no un fabricante de editoriales”
No resulta ser cosa rutinaria volver a leer la más que seductora Fuga sin fin de Joseph Roth (1894-1939), cuando llegan las calores del estío, para el buen lector de tan conmovedor clásico, eterno maestro de una prosa envuelta de sencillez descriptiva y humana, efectivamente es una fuga perenne: clásico por que se vuelve a sus páginas debido a que siempre ha quedado algo por mostrar al fiel lector, consiente y agradecido de tener entre sus manos, esta fuga que considero, junto a su fabulosa novela La marcha de Radetzky, una de sus mejores creaciones de su narrativa, ejemplar literatura de aquellos escritores en la lengua de Schiller y Hermann Broch. Tesoro literario sobre un personaje que intenta escapar de una geografía en explosiva ebullición.
Traducida con esmero al español por J. L. Vernal gracias a la exquisita editorial Acantilado y al siempre recordado editor Jaume Valcorba que dedicó años a una cuidada edición de gran parte la obra del autor de Job.
Joseph Roth pertenece a esa estimada e imprescindible galería de escritores entre la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa. con esta historia juega la ficción de sus personajes y la realidad histórica, la nostalgia del ayer amado de una vieja Europa con otra que nace imponiendo un nuevo orden político y moral que para nada envejece y entre sus muchos títulos literarios. Para mí, fuga sin fin es una de sus ricas novelas. El transcurrir de la trama ofrece un contenido que cautiva, las secuencias y andazas del judío Franz Tunda, oficial austriaco reflejo en gran parte de la propia personalidad del escritor. El personaje nos invita en cada nueva lectura descubrir y degustar sentidos diferentes de vida aventurera, gozos y desencantos del teniente Franz Tunda, caído en manos de la mala fortuna al ser hecho prisionero en Rusia al comienzo de la Primera Guerra Mundial. La historia transcurre entre 1919 y 1926 y en ella como en esa ficción de crear vidas y personajes podemos hallar una sucesión de fragmentos en los el lector de Roth irá descubriendo y palpando la propia vida del autor, teniendo muy en cuenta que a él no le resultaba agradable contar su propia existencia, escapaba por medio de la fabulación. Mas al resultar imposible por su propio ser y no ser, va describiendo piezas de vidas que al seguirle las huellas que va dejando logra el lector componer la verdadera personalidad y existencia del escritor.
Se puede comprender y considerar que a través de sus novelas intenta plasmar, crear, su alterada personalidad perdida en el exilio de una fuga hacia adelante impregnada de nostalgia, la nostalgia de un tiempo existido que fue una constante en la lejanía de su raíz a la que hay que sumar su alto estado alcohólico. En las biografías sobre Roth se señala, que cuando estaba borracho, sentado en los cafés de Viena o de Berlín, luego en Paris, Roth hablaba de sus hazañas de oficial en el glorioso ejército austríaco, durante la Gran Guerra. Cada vez que volvía a contar la historia lo hacía de un modo distinto. Sus amigos sabían que mentía; sabían que el judío Joseph Roth, endeble y bajo de estatura, nunca habría dado la talla para ser soldado, y menos oficial de aquel altivo ejército derrotado. La talla de digna y envidiada altura estaba en su creación literaria. Se conoce que no fue un intelectual de abundante lectura. su cultura fue periodística y de la experiencia del vivir diario del que mostró ser aplicado observador y apasionado lector de diarios, tomando como modelo la cita del compatriota y compañero Karl Kraus: “Un escritor que se pasa el tiempo leyendo (a otros autores) es como un camarero que emplea su tiempo comiendo” actitud a la que se le puede sumar la estancia de exiliado en Paris viviendo de hotel en hotel, sin hogar propio y sereno que en el transcurrir del tiempo se va instalando y acumulando el apego a la estancia y todo lo que le da vida y compañía.
Así se desarrolla la vida del teniente Franz Tunda, nombre que ocultaba al suyo, un sin papeles de origen desconocido, errante, sin destino. Solo con su patria de ayer derrotada en la mente desbordada por nostalgia que no estará ausente de su obra como alimento y sostén del tiempo experimentado en esa permanente fuga a ninguna parte. Aceptando el cambio del nuevo orden en la vieja Europa, pero imposible de poder separar las muchas etapas que en todo un envolvente proceso ha vivido, entre las cuales este teniente participó en la Revolución Rusa en la que dejó anunciada con sobrecogedora visión el gran fracaso de lo que fue esperanza de muchos.