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JOSÉ SARRIA (Málaga, 1960). Escritor, ensayista, investigador y crítico literario. Ha publicado dieciséis libros de poesía (traducido al árabe, italiano y francés), narrativa y ensayo. Su poesía aparece en numerosas antologías y recopilaciones poéticas de España, Italia, Túnez y México. Es co-autor de la antología Poesía andaluza en libertad (una aproximación antológica a los poetas andaluces del último cuarto de siglo) (Málaga, 2001), del estudio de investigación al-Andalus, el Paraiso (Granada, 2007), de la antología Calle del Agua. Antología contemporánea de literatura hispano-magrebí (Madrid, 2008) y de la antología Hijos de la travesía. Poetas árabes actuales en España (Madrid, 2013).
Ha publicado numerosos artículos de opinión y crítica literaria en diversos medios y revistas especializadas de España, Marruecos e Israel. Es Secretario General de la Asociación Colegial de Escritores de España (Andalucía), así como de la Asociación Internacional Humanismo Solidario y miembro de la Junta de Gobierno de la Asociación de Escritores y Críticos Literarios de Andalucía.
GUADALQUIVIR
“Al despedirse de la Andalucía
sintió el sabor salado de la muerte…
Guadalquivir mi corazón se llama.”
(ANTONIO GALA)
Abrí mis brazos y se convirtieron en calles de agua por donde transita la sangre de geniles y guadairas. Mi corazón se hizo más ancho mientras atravesaba pinedas, olivares y campiñas, perforando el pecho de Andújar, Sevilla y Córdoba con la profundidad del cante de las minas.
Volví la vista de siglos y contemplé al instante cómo mi fecundidad fue patria de reyes tartesios y de legiones romanas.
-Yo soy el agua del islam y la fe del bautismo -musité con la calma de quien se abandona, por amor, a su destino.
Con el sabor de las marismas adiviné la fértil voz de los hijos de la Andalucía y, al fin, presintiendo la eternidad, me adentré en las aguas de un mar que me abrazaba.
Volví la vista, por última vez, antes de entregarme a la letanía de las olas, mientras el océano preguntaba por mi nombre: Guadalquivir mi corazón se llama.
( De Raíz del agua )
EL SUR
A Julio Martínez Mesanza, Mohamed Doggui,
Rafael Morales y Diego Valverde
Aquellos fueron días
felices, cuando el júbilo
del címbalo, el laúd y los panderos
se mezclaba con el aroma
de las especias y la menta,
con el perfil de las muchachas
junto al camino de las pitas,
con la luz que se extingue
contra el azul de un mar
que baña la bahía de Cartago.
Aquellos fueron días
colmados de fortuna
cuando creímos alcanzar
la eternidad, y nos sentimos
los héroes de nuestras vidas;
días cuando era suficiente
el placer de un té con piñones
en alguna de las terrazas
de Sidi Bou Said.
Entonces, ¡era
tan fácil conquistar el mundo
y saborear el laurel
de nuestra propia
existencia!
En aquellos días el Sur
no era un punto
en el itinerario de los mapas.
El Sur era la dicha
de mi corazón cabalgando
sobre el celeste de las puertas
de Sidi Bou Said
mientras el olor amarillo
de los limones anunciaba
el triunfo de la vida.
( De Raíz del agua )
(*) Sidi Bou Said es un pueblo de Túnez que destaca por la belleza del color azul mediterráneo de sus casas y la policromía con que se engalanan las puertas.
INFANCIA
“Hacia el Sur se dirigen los vencejos,
los siglos más hermosos de mi infancia.”
(JORGE DE ARCO)
Cuando cae la tarde, al final de los años, los recuerdos se inclinan como las ramas de los árboles de un bosque abandonado. El perfume del aire convoca a las primeras inocencias y me hace regresar hasta un lugar en donde aguardan las horas más hermosas, a un patio en el que aprendí el lenguaje del agua y los jazmines.
Allí está. He visto cómo me mira y sonríe. No se ha ido. Espera en aquel preciso santuario, universo donde las cosas y los lugares mantienen, intactas, sus promesas: el amor adolescente, el candor inagotable, las barcas repletas de frutas y canciones, el camino de los naranjos o el olor de las manzanas de oro: los destellos más altos, los himnos de las victorias.
Mirándote a los ojos, contemplando tu acendrado rostro, sé que tú estás y que soy yo, quizás, el extraviado, el abatido, el ausente, y que ya no encuentro las palabras con que nombrar lo que tanto amabas. Sin ti no me quedan ojos con que mirar desde tu corazón de niño, pues mi existencia es un extraño naufragio, desdén del tiempo y despojo de mis últimos combates.
Cuando cae la tarde quiero llegar hasta el fondo de las aguas, hasta el abismo de tus ojos, aquellos que encendieron banderas en las terrazas de mi alma, y rescatar de tus rojas sienes promesas por cumplir, y oír tu cadente voz susurrarme: todavía, todavía,…
( Inédito )
HUERTA DEL CIELO
“Mi mano está escribiendo el color del recuerdo.”
(MARILUZ ESCRIBANO)
Mis recuerdos son de un patio arabesco adornado por macetas de bermejos geranios y una huerta que generosa nos regalaba la sombra hospitalaria de los limoneros, a pesar del tiempo y el abandono. El canto de los pájaros, que reposaban en las copas de los escasos árboles que se mantenían en pie, acompañaba a los rayos de sol atravesando sus ramas. Tan sólo su gorjeo desafiaba a la soledad o al silencio de ese santuario, y su sonoro trino transformaba la decadencia de la finca en puerta del paraíso.
Allí, cada tarde los ángeles descendían por la escala dorada de Jacob para escuchar el arrullo de los pájaros, olían el pan aún caliente de mi madre y pronunciaban mi nombre.
Aquella casa es el Sur, huerta del cielo, patria de mi corazón y lugar en donde nacen las raíces del agua.
( Inédito )