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JOSÉ MARÍA MOLINA CABALLERO
Poeta, narrador y editor nacido en Rute (Córdoba), en 1961. Fundador y director de la editorial y revista literaria Ánfora Nova. Pertenece, desde 1991, a la Real Academia de Córdoba. Miembro de la Asociación Colegial de Escritores de España, y de la Andaluza de Críticos Literarios. En 1995 le fue concedida una Beca a la Creación Literaria del Ministerio de Cultura, en la modalidad de Poesía. Su último libro (Las estaciones del viento) fue distinguido como Finalista del Premio Andalucía de la Crítica 2013. Miembro del Consejo Asesor del Centro Andaluz de las Letras (Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía). En el año 2010 fue galardonado con la Medalla de la Subbética en el apartado de Cultura. En poesía ha publicado: Río de sombras (1990), Silencios rotos (1990), Convidados de piedra (1991. Accésit del Premio “Gustavo Adolfo Bécquer” de Poesía 1990. Junta de Andalucía), Un naufragio cualquiera (1993. Accésit del Premio Nacional de Poesía “Rafael Alberti” 1992. Unicaja. Cádiz), El color de la bruma (1995), La simetría del sueño (2005. Premio Nacional de Poesía “Ciudad de Benicarló” 2004. Finalista del Premio Andalucía de la Crítica 2006), y Los signos de la memoria (2008. Finalista del Premio Andalucía de la Crítica 2009). En narrativa: Crónica de soledades (1992. Accésit del Premio “G. A. Bécquer”, en la modalidad de Narrativa, 1991. Junta de Andalucía), La isla del olvido (1994), Círculos concéntricos (1996), y el libro de relatos Las estaciones del viento (2012. Finalista del Premio Andalucía de la Crítica 2013), entre otros. Parte de su obra ha sido traducida al italiano, portugués y serbio.
5 poemas
De
José María Molina Caballero
TARIFA PLANA
La verdad siempre tiene un precio fijo
sin descuento ni saldo en su mirada.
La verdad vive con ropa corriente,
en una casa de un pueblo corriente
con un trabajo de lo más corriente.
A la verdad no le van los disfraces,
no presenta complejos de Edipo
ni tampoco problemas de autoestima.
Ella no sabe de traumas confusos
ni padece de insomnios permanentes.
La verdad es un viento insobornable
que no soborna, ni miente ni insulta.
A veces la verdad la envolvemos
en papel de regalo, la enlatamos
e incluso la envasamos al vacío.
Pero ella se rebela y planta cara,
no le gusta cumplir condena en cárcel
de plástico, cartón o terciopelo;
y se destrenza con su corazón
revestido de bolsas de regalo,
y se pasea sin tregua por las calles
desnudas de los días y las noches.
La verdad siempre acecha y prevalece
aunque tardemos en hallarla plena,
en medio de las sombras o en la esquina
de nuestros torpes y confusos pasos.
OBSOLESCENCIA
Las palabras caducan por momentos.
Son tan veloces que cambian de letra
y de discurso casi sin respiro.
Ahora quedan ancladas al pasado
cuando despiertan de su corta noche,
y las sombras eclipsan su alfabeto
de sonidos arcaicos con grafías
desconocidas por sus propios ojos.
Nos roban las palabras y los sueños.
Nos vacían nuestra boca de verdades.
Somos presos de las dagas del cosmos
alienados por sus falsas promesas.
Los cielos nos derraman sus mentiras
embadurnadas de tinta corrupta,
luz prendida con el aire silente
y el fuego vertical de la derrota.
No es demasiado tarde para el cambio
de lengua, de voz, de piel y hasta de alma.
LOS PERFILES DEL TIEMPO
Ahora sientes tus sueños fragmentados
atravesar los límites del tiempo,
los abismos de la frágil derrota
con los instantes del fuego insumiso
de sus propias palabras y verdades
alzándose en las órbitas del aire.
En el silencio sientes las espigas
del fin de la quietud y sus fracturas:
aquella casa de campo pintada
en la distancia de los calendarios
archivados en la luz del olvido.
Hoy puedes recordar aquellas nubes
repletas de olivares, los perfiles
escarchados de sal y de nostalgia,
estandartes fecundos de tu tierra.
Los años van clavándose en los sueños
y nuestros ojos surcan espejismos
de horizontes ausentes, resplandores
del vivir que navega a la deriva.
Si tienes prisa el tiempo se desboca.
Nadie es dueño del tiempo y sus antojos.
EL SUEÑO MÁS LARGO
El camino que he andado apenas me es consciente.
W. GOETHE
La infancia nunca muere ni se esfuma
en el tiempo y su espacio misterioso
al compás de las horas soñolientas.
Nuestros cuerpos se aferran a la vida
como corriente de agua que se oculta
y se transforma esencia incombustible
a los designios de los días rotos
con sus iluminados atributos.
En la infancia los días corren lentos
como el sueño más largo de la vida.
La noche cubre mi cuerpo de sombras,
paisajes infinitos de horizontes
en su letargo de tiempos extraños.
Al soñar las personas permanecen
en las huellas colmadas de existencia,
en los sueños del tiempo y sus impulsos
con las nuevas banderas y destierros
renovados de luces expectantes.
En la infancia los días corren lentos
como el sueño más largo de la vida.
La nieve viste de blanco mis pasos
en su viaje desnudo por el bosque
de las dudas y los años borrosos.
En la infancia los días corren lentos
como el sueño más largo de la vida
del que nunca quisiera despertar.
EL SÍNDROME DE ESTOCOLMO
La memoria es disfraz de sus heridas,
laberintos ocultos y atributos
prendidos en caducas convicciones.
Entre cuatro paredes se traiciona
con memorias cautivas de la vida
y los días enterrados de esperanza.
De su alma se desprenden los abrazos
del metal vigilante de sus ojos
con soledades agrias de conquistas.
Y la lluvia desnuda de las luces
de vértigos y abismos nos reclama
el fin de sus rendidas vestiduras.
Resulta conveniente recordar
los pasos indecisos del trayecto
sin tregua de los cuerpos disfrazados
en vivencias de brumas inmortales.
Nadie, ni las palabras ni los dioses
pueden olvidar las sendas pasadas
con las falsas miradas del destino.