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JOSÉ ANTONIO RAMÍREZ LOZANO, LA RUTA DE EMINÉ
MARAVILLAR CON LA PALABRA, EL NO VA MÁS
Por José Cenizo Jiménez
Uno ya ha leído algo -bueno, malo y regular, lo confieso-, pero muy bueno sin duda. Si nos ceñimos a lo que cada vez nos cuesta más, la novela, de las últimas décadas obras como Cien años de soledad (y otras del autor), buena parte de Antonio Muñoz Molina o la siempre penetrante La lluvia amarilla. Y otras, claro, cada uno tendrá sus gustos y preferencias. Pues bien, llegados a los sesenta y dos años a la altura de 2023, uno no está para maravillarse con cualquier cosa, aunque sea capaz, poniendo no poco de su parte, eso sí, de encontrar en todo poemario o relato algo bueno, que guste aunque no encandile. Ciertamente, a estas alturas uno se ilumina con pocas obras, y menos aún novelas, a menudo demasiado largas y a las que sobra algo por buenas que sean. La poesía es otra cosa, breve, intensa. Nos gusta más en general.
Pero de vez en cuando llega la sorpresa, el milagro, y, con ello, mi agradecimiento por tanto disfrute y calidad. Me ha ocurrido con esta novela del muy premiado y valorado (más debería serlo) José Antonio Ramírez Lozano. La ruta de Eminé está muy bien editada por Algaida, no llega a las doscientas páginas (aquí no sobra, no sobra) con una letra especialmente grande (gracias). Tal como se resume o comenta en la contraportada, nos ha seducido literalmente por su fantasía, siendo como es, en efecto, “una hermosa fábula de tono exquisito, típico de los cuentos orientales”. También, como es lógico para un lector formado, un filólogo también como el autor, profesores los dos de Lengua y Literatura, ya jubilados, por el manejo del idioma y su amor a las palabras en sí. En la patria de la palabra nos atrae, nos embelesa como las serpientes de cascabel, como los brujos. Hay muchos fragmentos en que se deja testamento del enorme valor de las palabras, del amor al lenguaje que nos sirve de comunicación. Es más, siempre se ha comentado el carácter mágico de la palabra, o sanador, que aquí se hace realidad: las nubes se domestican con la palabra, hay un río que dice palabras y corre hacia su origen, la protagonista -Eminé- tiene un saco de palabras de seda con mágica función, de una flauta salen palabras, etc. Palabras de los hombres que puede tener su lado oscuro, malvado: “Como la flor de la mandrágora, la palabra se nutre también de la miseria de las almas” (p. 144).
Estamos ante una novela de peregrinaje, bellísima, del joven Turión con su amada Eminé y una compañía peculiar con, por ejemplo, unos filólogos. Pasan por ciudades de fantasía para llegar a un destino, “a la busca de un reino prometido”. No les revelo el final. En tanto, no se pierdan esta maravillosa narración, digna heredera de los cuentos fantásticos de Las mil y una noches. Una obra que debería ponerse como lectura en los institutos. Creo que sería de gran atractivo y aprendizaje literario para los jóvenes. Eso sí, no lo digo porque sea una novela juvenil -género que domina también y tan bien el autor-, pues tengo sesenta y dos, como dije, y me ha encantado. Lo digo porque es excelente muestra de impecable narración y redacción literaria. Ojalá algún profesor colega me escuche y se haga eco. Yo, por mi parte, si el tiempo me da, releeré esta novela dentro de unos años. En tanto, agradecido quedo a Ramírez Lozano, un gran poeta y novelista, un gran escritor.
JOSÉ ANTONIO RAMÍREZ LOZANO, LA RUTA DE EMINÉ, SEVILLA, ALGAIDA, 2023