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José Antonio Fernández Sánchez nace en 1963 en Terrassa, y reside en Cerdanyola del Vallés, ambos, municipios de Barcelona.
Ferroviario.
Tiene publicados los siguientes poemarios: “Di luz”, edita el Ayuntamiento de Espiel (Córdoba) en edición no venal, 2018. “Mineral y luz”, Ediciones Rialp, 2017. “Días comunes”, Editorial Libros al Albur, 2017. “Metafóricamente hablando”, Asociación Cultural Letras Cascabeleras, 2015. “Cine mudo”, Editorial La Baragaña, 2014. “Las mentiras de Platón”, Editorial Polibea, 2013. “Recopilatorio de lo absurdo”, Editorial Germanía, 2013. “Curvas”, edita el Ayuntamiento de Madrid, distrito Tetuán, en edición no venal, 2013. “Nada”, plaquette bilingüe español / rumano, 2013, no venal. “Brooklyn”, edita la Unión Sindical de C.C.O.O. del Barcelonès, en edición no venal, 2012. “La eterna pubertad de Lino”, Editorial Cálamo Gesto, 2011. “La profundidad del agua”, plaquette editada en Ediciones Rondas, 1987.
Obra suya ha sido recogida en diversas antologías, la última titulada “Dios en la poesía actual”, Ediciones Rialp, 2018.

Así mismo, ha obtenido diversos galardones literarios, entre los que cabría destacar:
El XXI Premio Internacional de poesía “Alegría”, del Ayuntamiento de Santander, 2017, con el poemario “Mineral y luz”.
El XXV Premio Nacional de Poesía “Acordes”, 2017, con el poemario “Di luz”.
El Premio de Escritura El Duelo de la Luz, 2015, de La Fundación Corda, en la modalidad de poesía, con el poema “Demasiado fugaz”.
El V Certamen `Leopoldo de Luis´ de Poesía, 2013, con el poemario “Curvas”.
El “Premio Platero de Cuento y Poesía 2012”, modalidad: poesía. El Club del Libro en Español de las Naciones Unidas en Ginebra, con el poemario “Brooklyn”.
El “Premio Cálamo de Poesía Erótica” 2010, con el poemario “La eterna pubertad de Lino”.
RESQUICIOS
DESPUÉS de muchos días
en que todo eran nubes encima de otras nubes
y no entraba ningún rayo de sol
por la ventana en la que ahora miro,
hoy, al fin, una luz como perdida
ha conseguido hacerse un lugar ante mis ojos
que, agradecidos de ese fulgor inesperado,
saben sentir tan viva sensación:
lo más cercano y parecido al canto
que un pájaro proyecta:
fugaz, inútil, algo que está y no se le nota;
que pasa como desapercibido
y se apodera de la vida misma.
Una luz misteriosa y transitoria,
capaz de abrir resquicios y oquedades
que se presenta intensa,
y entonces se diluye;
que ya no está, que solo es recordada
cuando la noche llega,
cuando crepita el mundo.
SOBRE LA OBSERVACIÓN DE UN PÁJARO
CARECE de raíz pues no es un árbol.
Miradlo sustentado, cómo oscila,
vibra, se parapeta en su saber.
Con su carga de plumas
lleva en el pico una madera inerte
que en breve habrá de incorporar al nido.
Miradlo cómo arranca un vuelo al aire,
cómo aturde al oído
su rompedor silencio.
Y escuchad
el discurrir tranquilo de diciembre.
DEMASIADO FUGAZ
FUE un escaso momento de plena nitidez;
un instante muy corto. Pero fue suficiente:
se oía el normal ruido que genera la noche
en su estado más denso: la mudez de las cosas;
el sonido del viento parecido a un murmullo;
el silencioso roce de las hojas de un árbol;
varios perros insomnes ladrando al unísono;
el paso intermitente de unos coches.
Lo normal de una noche sin historia, aburrida.
Yo estaba en el balcón enfrascado en mi pensar
-los huesos me dolían y opté por levantarme,
rendido a la evidencia de una edad ya madura-,
cuando un algo tan rápido,
algo como una estrella,
aunque no tengo la total certeza
de lo que en realidad mis ojos vieron,
surcó de norte a sur, de arriba abajo,
la plenitud del cielo. Yo sólo vi una estela
dibujada de blanco, un relámpago, no sé, algo
como el trazo invisible que una mano pintora
a sus solo elegidos le gusta regalar:
la efímera belleza de lo que ya no existe.
Su sentimiento vivo. Su imborrable recuerdo.
RESUMEN DE UN PASEO POR EL CAMPO
¿TAL vez entre las cañas?,
¿entre las altas hierbas del camino?
Resalta la quietud, la expectativa.
De pronto un aleteo
hace vibrar el aire.
Y prende el vuelo.
Inmaculado el cielo de tan blanco.
LA PIEDRA
TAN solo es una piedra diferente a las otras.
Cógela con la mano. Tócala bien profundo,
como un ser vivo que es. Notarás las pulsaciones
de un corazón durmiente y el correr de la historia
por sus sólidas venas receptoras de vida.
Fíjate en los detalles: verás lo mineral
de su fiel esqueleto; cicatrices de ríos
que inundaron su manto y que partieron su piel,
ahora árido paisaje.
Pero tiene algo orgánico que te une a su ser.
Como una relación casi idéntica a lo humano.
Bien sabes que esa piedra -todo ser que imagines-
es ingrávido polvo de un periodo estelar.
Polvo que va cayendo en un espacio infinito
que recoge la tierra como fértil sustrato
y que vuelve a su origen con los rayos de sol.
Te estremeces y piensas que tú también serás
polvo; idéntico resto que nace de las cosas.
Para acabar en piedra. En roca viva.
LA SILLA
HAY pocas cosas tan enriquecedoras,
que alivian el espíritu y lo curan
de las enfermedades que la vida
en su natural transito produce,
como el estar sentado igual que estoy,
en una silla vieja que los años,
la intemperie y el veraniego sol
que hace bullir la sal del oleaje
de este mar nuestro y mío,
ha hecho de ella aposento, amante,
amiga de secretas confidencias.
La acojo tan a gusto.
Mi cuerpo en ella está tan en su sitio
que hace de mí que sea pensamiento,
hondura, un alma libre
que encaja en el paisaje:
la silla, muy al fondo el horizonte,
y yo, sentado, sin mirar a nadie,
sin preguntarme nada.