JESÚS COTTA, ACOGIDO A SAGRADO

JESÚS COTTA, ACOGIDO A SAGRADO

Jose Cenizo Jiménez
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JESÚS COTTA, ACOGIDO A SAGRADO, SEVILLA, FUNDACIÓN ALTAIR, COL. NÚMENOR, SEVILLA, 2023

ACOGIDO A LO SAGRADO DE LA VIDA Y DE LA POESÍA

JOSÉ CENIZO JIMÉNEZ

            Como siempre, la colección de poesía Númenor que con buena mano dirige el profesor Fidel Villegas nos ofrece un nuevo buen poemario. Tras los libros, en la misma colección, de Jesús Beades, Luis María Rufino Pozo y José Julio Cabanillas, Jesús Cotta (Cártama -Málaga-, 1967) cierra el curso con Acogido a sagrado.

            JESÚS COTTAEs un libro donde el poeta expresa su fe en la divinidad, su presencia certeza y viva en cuanto nos rodea y su plena satisfacción por sentirse vivo entre las cosas, la familia, la naturaleza y esta envoltura, como decimos, religiosa o de creyente. Cotta hace buena poesía religiosa que es a la vez buena poesía del amor por todo y por todos, buena poesía sin rasgos dramáticos o melodramáticos en la línea de la poesía de otros autores relacionados con esta colección.

            Para ejercer su poética, explicitada en un poema del mismo título (p. 55) y centrada en que las palabras sirvan para dar vida a lo que nos rodea, usa diferentes moldes métricos (dodecasílabos pareados asonantes, sonetos clásicos o con asonancias en los versos pares, alejandrinos blancos o romanceados, incluso soleares -“Sería absurda la luna / si no fuera una cuenta / suelta de tu cintura”, p. 22-). Y algunos símbolos entre los que podemos destacar el de la luz, Luz incluso, pues es la luz la que le lleva a pensar en  Dios, como en el poema “Luz” (p. 59): “(…) ¿a quién que nunca que visto / me recuerdas tú tanto?”.

            Lenguaje sencillo, coloquial a veces incluso (“irse al otro barrio”), siempre elegante de cualquier forma, para la expresión de un profundo amor al ser humano, convencido de que tiene que haber algo más allá de lo visible, confesando su temor de que seamos sólo algo finito y limitado. Veamos el final del poema “¿Te imaginas?” (pp. 19-21), ese miedo a que el hombre no sea…:

“sino sólo una simple bestezuela

condenada a la muerte como todo,

una gota en un mar bruto y sin nombre?

            Nos despedimos con los versos finales de uno de los mejores poemas del libro, en nuestra opinión. “Una caracola” (p. 35) es una profunda declaración de fe y un ejemplo de lenguaje poético de calidad que alza lo material y sencillo a universal y místico:

Tú que te desenvuelves en hitita

con fluidez de nativo y has escrito

el universo en braille con un plectro,

¿podrías regalarme en esta playa

que he recorrido a zaga de tu huella

una sencilla caracola, una

con tu sí luminoso en espiral?

La apretaré en mi puño cuando muera.

 

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