IV La Desesperanza y el Arte

IV La Desesperanza y el Arte

Carlos J. Rascón

IV La Desesperanza y el Arte

La desesperanza en la cultura occidental está plasmada en el inconsciente colectivo, junto a dos imágenes: la expulsión del paraíso y la entrada en el infierno. Nos ocupamos aquí de Adam y Eva.

Por haber probado el fruto del Árbol de la Ciencia, Dios expulsó a Adam (significa El Hombre en el  hebreo bíblico)  y Eva (en hebreo significa “Dar Vida”)  del paraíso. Los Cabalistas afirman que  fue el hombre el que expulsó a Dios. En ambos casos, El Hombre quedó sin Dios, sin luz, sumido en la oscuridad. ¡“Maldita sea la tierra por tu culpa!”,  fue  entre otras, la maldición de Dios a Adam, además de decretar  sudor, sufrimientos, y dolor,  hasta que el Hombre vuelva a la tierra, de dónde salió.

Miguel Ángel, en la Sixtina, en un mismo espacio  nos describe a la pareja antes y después  de comer el fruto del Árbol de la Ciencia. Resultan jóvenes, indolentes y hermosos antes de la caída en la ciencia, en el logos y atemorizados, hundidos, amenazados y envejecidos después.

Charles-Joseph Natoire 1.740

Charles Joseph en bellísimos colores, refleja una pareja avergonzada, suplicante y  dolorida. La ración descrita es la misma que la de cualquier niño sorprendido en falta.

 Giovanni di Paolo, nos describe la expulsión en una bellísima e ingenua escena. Dios alienta sobre el universo, mientras un ángel expulsa al Hombre y a la que Da Vida. No hay expresividad ni belleza en los cuerpos, solo una candorosa expresión del relato bíblico interpretado conforme a la explicación científica del mundo, según Tolomeo.

El contraste con la paz del paraíso, antes de la expulsión, es vigoroso. El Arte nos dejó muestras de belleza, armonía y  paz.  Wencel describe el idilio de un mundo dónde el tigre juega, bajo la atenta mirada del león. Ningún animal siente miedo o amenaza, mientras se produce la inquietante invitación de Eva.

Rubens, se sumerge en una fantasía de colores. El tigre juega con la vaca, todo es concordia, pureza. El mundo conocido está a punto de perderse. Desde la umbría, la nobleza retratada en el caballo parece presagiar el desastre.

Jamás ha podido ser superada la genialidad del cuadro de Masaccio describiendo al ser humano cuando cruza la puerta del paraíso. Lo extraordinario de este cuadro, es que el autor da forma y color a un sentimiento imposible de plasmar con colores: la culpa.

En las puertas del infierno de Dante, se escribió: “los que aquí entren, que pierdan toda esperanza” y Masaccio, retrata emociones universales, dando forma a una pareja que atraviesa una puerta: La expresión corporal de la pareja grita la desesperanza, la vergüenza, el alma atormentada, la inconsolable soledad, el abismo moral, pero muy principalmente el incurable y terrible sentimiento de culpa.

La genialidad de Masaccio, está en que no solo describe la desesperanza y la tristeza como Miguel Ángel y tantos otros. La desolación que describe en la cara de Eva, va más allá del llanto y del dolor. Es posible que Masaccio tuviera que ocultar el rostro de Adam porque el autor no logró la terrible expresión en su rostro que logró con EVa. Lo mismo le pasó a Velazquez con su Cristo en la cruz: tuvo que taparle la mitad del rostro con la melena, porque no pudo conseguir la perfección de la otra mitad.

Liza Lou, trasladó a la escultura, la belleza que Masaccio  consiguió con el pincel, si bien, sustituye por dolor, la expresión de culpa de Eva. 

Siendo la culpa y la desesperación universales y propias de la naturaleza del ser humano, pocas veces en toda historia de la humanidad, un artista consigue plasmar tan verazmente su expresión.

 

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José Luis Escobar Arroyo

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