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Ibn Battuta, El Gran Viajero
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias…
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.
Constantino Cavafis
Cada vez que leo este poema de Cavafis recuerdo al gran viajero Ibn Batuta, el más conocido e importante de todos los aventureros musulmanes de la Edad Media.
Su nombre completo era Shams ad-Din Abu Abd Allah Muhammad ibn Muhammad ibn Ibrahim al-Luwati at-Tanyi nació en Tánger, 1304 – Fez, en el seno de una familia culta y acomodada. Su padre era un cadí, un magistrado islámico, por eso creció rodeado de libros que probablemente hacían volar su imaginación. Quizá fueron aquellas primeras lecturas o el relato de los peregrinos de la Meca que volvían las que empujaron a aquel muchacho a emprender un vasto periplo, que duraría treinta años y unos 120.000 km.
Gracias al desahogo económico de su familia, cuando tan solo contaba con veintiún años de edad, Ibn Battuta comenzó su periplo viajero. Se sabe que el 13 de junio del año 1325, partió en dirección a La Meca con el designio de cumplir la peregrinación preceptiva para todo musulmán de visitar la ciudad santa, al menos una vez en la vida.
« Solo, sin compañero con cuya amistad solazarme ni caravana a la que adherirme». Así nos lo relata. Poco podía imaginar aquel muchacho, cuando zarpó de Tánger rumbo a La Meca, que no volvería a ver a sus padres con vida y que tardaría más de 20 años en volver a visitar su país.
PRIMER VIAJE
Ibn Battuta recorrió todo el norte de África a lo largo del litoral, en el que apenas detuvo su atención, hasta llegar a Alejandría. Desde Egipto se adentró curso arriba por el Nilo hasta la ciudad de Aydab, en las mismas coordenadas de las primeras cataratas, para luego regresar a el Cairo, ante la imposibilidad de embarcarse hacia Arabia atravesando el Mar Rojo, como era su deseo, por la situación de revueltas peligrosas, así que regresó a El Cairo . Entonces decidió seguir por el Norte, Llegó a Jerusalén en 1326, poco después de la salida de los cristianos de las cruzadas. Se sintió abrumado por la belleza de la ciudad y no reparó en alabanzas al describir la cúpula dorada de la mezquita de Omar, donde según la tradición se halla la piedra en que Abraham, quiso sacrificar a Isaac.
Tras pasar el mes del ramadán en Damasco y Alepo, en Siria, se dirigió a Medina, en Arabia, donde está enterrado el profeta Mahoma. Y finalmente alcanzó La Meca, donde cumplió con el ritual de la circunvalación, el de dar siete vueltas al santuario de la Kaaba, la Piedra Negra, en el sentido contrario a las agujas del reloj.
SEGUNDO VIAJE… EN LOS DOMINIOS DE LOS MONGOLES
La casualidad quiso que poco después de llegar a La Meca se cruzara con un grupo de peregrinos venidos de Persia que se dirigían a sus hogares. Battuta se fue con ellos y recorrió múltiples puntos de los actuales Irak e Irán. Un año más tarde, en 1327, arribaba a Bagdad, la ciudad cantada por los poetas, gran capital de la dinastía abasí, la de los grandes califas derrocada por los mongoles setenta años antes. A Battuta, Bagdad le impresionó. La describió de forma poética en sus relatos como una ciudad arrasada por el azote mongol:
“Nada le queda de la gloria pasada, salvo su nombre…”.
Battuta recorrió el Irak de los persas y se lamentó del estado en que habían quedado las ciudades devastadas por los mongoles. En Bagdad conoció al joven Abu Said Bahadur, gobernante del iljanato persa. Se ganó su simpatía y durante algún tiempo viajó con la caravana real, aunque luego la abandonó para emprender parte de la ruta de la seda, por su cuenta.
(Foto Ibn Battuta estepas)
Visitó ciudades como Tabriz, Ispahan y Chiraz, la antigua Persépolis, hasta que decidió emprender de nuevo la peregrinación a La Meca y cumplir por segunda vez con el rito del hajj donde vivió tres años seguidos como profesor de Teología, período en el que se granjeó fama de austero erudito y devoto musulmán.
TERCER VIAJE : EL CUERNO DE ÁFRICA
Pero pronto el espíritu viajero volvió a apoderarse de él. Optó por embarcarse en una larga travesía por mar en la que recorrió las costas africanas al sur de la península arábiga. Le movía la curiosidad por ver en persona qué llevaba a los comerciantes musulmanes hasta aquellas regiones, en las que el árabe no era la lengua mayoritaria. Visitó Mogadiscio, Mombasa y Zanzíbar, ciudades en las que apenas permaneció una semana, hasta que llegó, en 1331, a Kilwa, una pequeña isla frente a la costa de Tanzania que durante los siglos IX y XVI fue un importante puerto comercial. En ella se cambiaban el oro y el hierro de Zimbabue, los esclavos y el marfil del África oriental por tejidos, porcelanas, joyas y especias venidas de Asia. Battuta quedó extasiado por la “belleza de la gran ciudad, con edificios construidos en piedra de coral”.
Satisfecha su curiosidad, aprovechó la temporada del monzón para dirigirse al golfo Pérsico en barco y alcanzar, de nuevo, el sur de Arabia, donde visitó la región de Omán y Ormuz. Fascinado por la pesca de perlas que se practicaba en esta ciudad, se dejó impresionar hasta tal punto que afirma en su relato que los jóvenes buscadores permanecían bajo el agua ¡una hora! Desde allí cruzó el desierto para efectuar su tercera peregrinación a La Meca.
CUARTO VIAJE : LA JOYA DE LA CORONA
Tras pasar otro año en ella, emprendió viaje de nuevo. Esta vez dejó atrás la costa siria, atravesó Turquía y el mar Negro y tomó tierra en Crimea, desde donde se adentró en los territorios de la Horda de Oro, otro de los janatos del Imperio mongol. Ibn Battuta dirigió su atención a las misteriosas tierras del norte, alcanzando las heladas estepas donde se conseguían las pieles de armiño y marta tan apreciadas por la realeza y alta nobleza europea.
El Khan, según el relato de Battuta, lo recibió con gran lujo y le hizo el honor de compartir varias de sus esposas oficiales. El viajero se unió incluso a su caravana en un trayecto hasta Astracán, en el río Volga, y se prestó, un poco más tarde, a acompañar a una de las esposas del Khan, que quería dar a luz en su ciudad natal, Constantinopla bordeando la costa del Mar Negro, ciudad donde recibió la bienvenida digna de un rey por parte del emperador bizantino Andrónico III Paleólogo. Sería la primera vez que Battuta abandonase los límites del mundo islámico.
Desde la capital bizantina regresa a la Horda de Oro por tierras rusas, unos páramos que ensombrecieron su corazón. Eran dominios apenas habitados cuyas gentes comerciaban con poco más que pieles de animales.
QUINTO VIAJE: LA INDIA
El el viajero quiso continuar nada menos que a India, donde había oído que el Sultán buscaba magistrados. Battuta atravesó las llanuras asiáticas y comprobó una vez más la ruina provocada por los mongoles. En Kabul se refiere a los afganos como los “feroces pobladores de las montañas”. Y, por fin, en año 1333 alcanzó el fértil valle del Indo, dirigiéndose a Delhi, ciudad en la que permaneció nueve largos años al servicio del sultán Muhammad Ibn Tughluq. Aunque Ibn Battuta prosperó y alcanzó los más altos honores en la lujosa corte del sultán hindú, sus deseos por conocer mundo y las ganas de aventuras que llevaba en la sangre vencieron a la comodidad que gozaba en aquellos momentos. Por fin, deseoso de abandonar una vida sedentaria y muy cómoda pero repleta de intrigas, responsabilidades y envidias por doquier, en el año 1342 el sultán hindú le nombró embajador de su reino en los territorios más orientales del continente.
En los siete años que pasa en aquel país. Le fascina su lujo, magnificencia y grandiosidad. El sultanato de Delhi era una adición relativamente reciente a Dar al-Islam, la tierra del islam, y el sultán se había propuesto atraer a tantos estudiosos musulmanes como fuera posible para consolidar su poder. Ibn Battuta contaba con una buena reputación, por lo que no le resultó difícil obtener un trabajo como cadí. Ya entonces Delhi era una ciudad superpoblada, en su mayoría por hindúes, y los musulmanes, que eran una minoría, constituían la élite gobernante. Allí ejerció de juez, lideró misiones diplomáticas, prosperó y alcanzó los más altos honores bajo el paraguas del sultán.
En su crónica, Battuta describe sin rodeos la crueldad, la política discriminada y el odio que la élite musulmana aplica a los hindúes; y es que a los árabes les repugnaba su politeísmo. Pero, además, el sultán resulta ser un tirano sanguinario, y el marroquí, sintiéndose en peligro, necesita desesperadamente un motivo para abandonar la corte. El propio sultán le dará la solución: viajar como embajador suyo a China, lo que Battuta acepta encantado.
SEXTO VIAJE: CON LA MUERTE EN LOS TALONES
El aventurero zarpa de India en dirección a las Maldivas, de donde las autoridades, interesadas en su conocimiento del islam, dificultan su marcha. Recala allí durante un año y medio y se casa con varias mujeres isleñas de elevado rango social. Valiéndose de sus dotes como cadí, incluso intentó hacerse con el poder, aunque no le salió bien la jugada. Logró entonces dirigirse a Ceilán, la actual Sri Lanka, donde escaló la célebre montaña que, según una leyenda, contiene la huella de Adán. Una tormenta destrozó las embarcaciones de la pequeña expedición de Battuta cuando pretendía continuar viaje. Y otro imprevisto más lo dificultó: un grupo de piratas hindúes atacó al grupo y los desvalijó por completo. Por poco pierde la vida. La misión estaba siendo un completo fracaso, y Battuta temía la ira del sultán si regresaba a Delhi, por lo que decidió seguir avanzando como fuese. Por suerte, en Sumatra, el príncipe de Samudra le proporcionó lo necesario para continuar. Y consiguió alcanzar China. Desembarcó en Quanzhou, en la provincia de Fujian. Desde allí visitó otros puertos del imperio, como el de Cantón. Esta vez tuvo éxito, alcanzando en rápida sucesión Chittagons, Sumatra, Vietnan y finalmente Quanzhou, provincia de Fujian, en China. Desde allí siguió al norte hasta Hangzhou, cerca Shanghai.También dijo haber viajado incluso más al norte, hasta Pekín; pero no se sabe exactamente.
Hacía mucho que la dinastía Yuan, de origen mongol, acusaba debilidades, junto con grandes desastres naturales, acabaron en agitaciones populares que sacudían China , esa fue la causa que empujaron a Battuta a emprender el regreso hacia Occidente en 1347, hacia su Tánger.Tras pasar de nuevo por Sumatra y el sur de India, decidió no visitar Delhi y continuar su camino hasta Ormuz, de donde viajó a Alepo y Damasco. En esta última ciudad conoció la noticia¡ Que su padre había fallecido 15 años atrás! y la muerte le acechará en cada esquina durante todo el año siguiente, porque la peste negra había comenzado a extenderse. Battuta fue comprobando los estragos que causaba en su periplo por Siria y Palestina. Una vez en Egipto, partió nuevamente hacia La Meca para realizar otra la cuarta peregrinación, antes de volver a su casa.
SÉPTIMO VIAJE: EL REGRESO A ÍTACA
Desde la Meca volvió a Alejandría donde puso rumbo a Túnez a bordo de un navío catalán que lo llevó primero a la isla de Cerdeña, que aún pertenecía a la Corona de Aragón. Y a pesar de haber sobrevivido a ataques de piratas y a las furibundas iras de sultanes y príncipes, a Battuta le pudo el miedo, porque los catalanes retenían a menudo a los musulmanes a cambio de un rescate, así que, apenas llegado a la isla, volvió a embarcar y partió a Argelia. Marruecos estaba ya al alcance de la mano, pero poco antes de poner pie en su Tánger natal supo que su madre había sucumbido a la peste negra. En casa fue recibido como un héroe, y sus historias llegaron a oídos del mismísimo sultán de Fez. Corría el año 1350. la floreciente Fez, donde fue recibido como un héroe nacional por el mismísimo sultán.
Sin apenas saborear las mieles de sus aventuras y hazañas entre sus compatriotas, Ibn Battuta fue encargado por el sultán de realizar otro viaje de mucha Si creyó que iba a disfrutar de una temporada de sosiego, se equivocaba. Sin tiempo para deleitarse con las mieles del éxito, el sultán le encargó un nuevo viaje, de menor envergadura pero muy importante: explorar una serie de territorios africanos desconocidos, el semilegendario imperio africano de Mali, donde debería comprobar de dónde procedían los esclavos, el oro y la sal.
Antes de cumplir con esa misión, no obstante, Battuta decidió hacer una incursión a la península ibérica. fue enviado como embajador del sultán al reino musulmán de Granada, donde permaneció por espacio de un año más o menos, entre 1351 y 1352. Alfonso XI de Castilla amenazaba con conquistar Gibraltar, por lo que el viajero se unió a un grupo de musulmanes que salían de Tánger con la intención de defender el puerto. Sin embargo, para cuando llegó, la peste negra había matado al rey castellano y la amenaza había desaparecido. Se dedicó entonces a emprender un tour por Al-Ándalus, del que solo quedaba ya un reducto. Pasó por Málaga y Granada, y también por Marbella, de la que dice en sus crónicas que es una ciudad de gran belleza, hasta llegar a Valencia.
OCTAVO VIAJE: ÁFRICA NEGRA
De nuevo en Marruecos, Battuta partió para cumplir el encargo del sultán. Atravesó en caravana el Atlas y finalmente arribó al imperio de Mali. En el año 1352, Ibn Battuta partió desde Sijilmassa, ciudad que se encontraba en su edad de oro, apodada la “puerta del desierto”, a la cabeza de una caravana de mercaderes, con la que logró atravesar el desierto del Sáhara en dirección norte-sur en tan sólo dos meses, período en el que pudo estudiar con profundidad los mecanismos principales que regían el lucrativo tráfico comercial de la región: el intercambio de la sal de Taghasa y el oro del Sudán.
El contacto con el mundo musulmán negro en la corte del sultán de Malí, Mansa Suleyman, dueño del poderoso y temido Imperio de Malí, decepcionó por completo a Ibn Battuta, acostumbrado al esplendor de Oriente. La simpleza de esta gente a la hora de interpretar el Islam y los casos de antropofagia que Ibn Battuta pudo comprobar con sus propios ojos, acabaron por obligarle a reanudar la marcha al año de su estancia en Malí.
Después de alcanzar el Níger, que creyó un afluente de El Nilo, Ibn Battuta descendió por su cauce hasta llegar a las localidades de Tombuctú y Gao, tras de lo cual alcanzó la ciudad de Taccada (actual Agadés), el punto más meridional al que había llegado el hombre blanco en la parte occidental del continente africano.
A finales del año 1353, Ibn Battuta regresó a Sijilmassa a través del Aïr y el durísimo Ahaggar, en pleno desierto del Sáhara. Tras casi un año en aquel reino, un centro de comercio del oro y la sal, decidió continuar hasta Tombuctú, que, aunque dos siglos después se convertiría en la ciudad más importante de la región, en aquella época era todavía pequeña y de relativo peso.
EL VIAJE FINAL
“Viajar – Te deja sin palabras, entonces te convierte en narrador de historias”
Ibn Battuta.
De vuelta en Fez, Ibn Battuta dedicó el resto de su vida a ejercer el mismo oficio que su padre, como cadí.
En el año 1355, el sultán de Marruecos le mandó dejar por escrito todos sus viajes contando con la cooperación del escritor granadino Ibn Yuzayy, un notabilísimo escritor y mejor poeta aún que se dedicó a la redacción completa del libro siguiendo los dictados que le iba haciendo Ibn Battuta.
Lo hizo antes de morir, en algún momento entre 1368 y 1377.
Su libro de viajes se tituló: Regalo de curiosos sobre peregrinas cosas de ciudades y viajes maravillosos, aunque, como él mismo, llegó a nosotros con un nombre más abreviado y fácil de recordar: A través del Islam.
Durante siglos, su libro quedaría relegado al olvido, incluso en el seno del mundo musulmán. Tuvo que llegar el siglo XIX para que se redescubriera y se tradujese a varios idiomas.
El manuscrito original se encuentra en la Biblioteca Nacional de París. Resulta sorprendente que este excepcional personaje nos sea apenas conocido. Baste decir que la primera traducción de alguna de sus obras en nuestro país es del siglo XX
A través del islam se considera hoy la cumbre de la literatura de viajes escrita en árabe en la Edad Media, es el más preciado y popular por lo que explica y cómo lo explica pues, además de cubrir más de 120.000 kilómetros en tres continentes, con gran riqueza de datos históricos, geográficos, faunísticos, folclóricos y etnográficos del mundo que fue recorriendo. Narró en una crónica amena y a menudo con minucioso detalle tanto costumbres cotidianas como sucesos asombrosos, leyendas y acontecimientos de los lugares por los que pasaba, salpicando el relato incluso de cotilleos.
Una discreta tumba escondida en el corazón de la medina de Tánger, un pequeño mausoleo familiar, que es lugar de oración. es el único vestigio físico del viajero musulmán.
A través de la Asociación Ibn Battuta, formada por historiadores y profesionales del sector turístico, se está intentando llevar a cabo la realización de un Museo en Tánger.
En 1976, la Unión Astronómica Internacional bautizó con su nombre a una depresión lunar en su honor , así como también lo lleva el aeropuerto de Tánger.
Autora, María Teresa Bravo Bañón
FUENTES
N.º 497 de la Revista Historia y Vida
https://www.fundacioibnbattuta.org/?lang=es
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/ibn-battuta-mayor-viajero-edad-media_7019
https://www.docenotas.com/145506/la-vida-viaje-mundo-libro-ibn-battuta-viajero-del-islam/
https://es.wikipedia.org/wiki/Ibn_Battuta
Ibn Battuta, El Gran Viajero