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Gary Daher (Bolivia, 1956). Poeta, narrador y ensayista. Autor de doce libros de poesía, tres novelas, un ensayo sobre poesía boliviana y un libro con poemas de Catulo y Safo, frutos de su traducción. Junto a los poetas Ariel Pérez y Juan Carlos Ramiro Quiroga conformó el grupo literario Club del Café o del Ajenjo. Autores de la obra poética Errores compartidos (Ed. Acción, 1995) y de la revista de poesía llamada Mal menor. Durante 1993 y hasta 1995 ha dirigido, junto a los poetas Vilma Tapia Anaya y Álvaro Antezana el prestigioso semanario literario, El Pabellón del Vacío.
Este 2018, en octubre, la Editorial Vitrubio de Madrid está lanzando su libro Piedra Sagrada, que reúne sus tres recientes libros presentados en Bolivia desde 2009 hasta 2017, y que conforman una trilogía en la medida de una propuesta que marca un rumbo intenso hacia la indagación humanista, la preponderancia del desafío de la consciencia, y una metafísica que parte del trabajo de los cuerpos.
Efímera ave
A Leopoldo Castilla
Visto a través de la malla
milimétrica
aterriza un pájaro en mi jardín
pequeño
diminuto como los gorriones
sin pretender decir que lo sea
inclusive que sea cualquier ave
el frágil animal
fragmentado en pixeles
por el estampado de la malla
y supongo que lo es
que es un pájaro
por los movimientos discontinuos
de sus breves saltos sobre la hierba
su leve figura busca suministro
con su pico niño
entre las minúsculas hojas del piso.
¿Qué tipo de viandas
puede encontrar en este jardín
hecho apenas de un papayo joven
y una palmera india?
El pasto
me digo
el pasto es donde se esconde el alimento.
A punto estoy de descifrar el misterio
y es como un hálito poético que lo precede
pero siempre hay
de repente
un algo que violenta
quizás la brisa que sopla más fuerte
o la sensibilidad de la misma ave
presintiendo en mi jardín un no jardín
más bien un erial
una tierra vacía
una ficción
una reducida mancha verde
en el patio de la casa.
Así de pronto
el pájaro aletea
levanta vuelo
y dibujado en pixeles como vino
se pierde
desaparece.
Entonces la casa vuelve a la realidad
a su dura estancia
pero las cosas comunes de todos los días
se sienten iluminadas
como si su presencia
efímera
las hubiese dotado de fugaces certezas
Cartas del Líbano
Un hombre llegó del Líbano
en Beirut vestía uniforme.
Olvidado.
Junto a la selva amazónica
repara y vende relojes.
Piensa que en los engranajes
de oro y de rubí
descansa el misterio del tiempo.
No sabe que el diecinueve
pasará como una ventisca
tal lo harán los otros siglos.
Y en el fin
cuando arribe la noche sin manecillas
ningún tictac será necesario
apenas la montaña
y el mágico cedro
última luz de la memoria
perdida
la sangre nada consigna
de sus oraciones maronitas
ni de su pesadumbre
por una antigua callejuela de Kobayat
donde desparramara la infancia.
Raramente
en el silencio llega
una añoranza del árabe
y su grafía secreta.
Señera lengua
a merced de la cual
acaso bajo frondosos mangos
y al son de extrañas orquestas tropicales
habrá recibido
La piedra
“Busco un hombre.”
Diógenes de Sínope
La piedra es piedra y su paciencia no tiene límites.
Sobre la piedra se levantan los palacios, las estelas, los templos
y las poderosas pirámides que compiten su cetro con el propio Cronos.
Está la piedra piedra y la piedra moldeada. Ambas nos hablan con un silencio de siglos.
La piedra en el camino, la pinche piedra, la piedra angular, la piedra de escándalo.
En los inmensos jardines de Tlaloc, la piedra tiene sitio especial y es su fundamento.
La gente antigua, los titanes y animales sagrados se toman su tiempo y en esa maravillosa demora parecen piedras, como en Cala Cala cerca de Oruro. Y te quedas perplejo y no sabes qué decir porque esas piedras son además como madres que guardan quién sabe qué pisadas con las huellas desnudas sobre su lomo.
Aquí se ama las piedras. Hay un no sé qué, un algo sagrado cuando las acaricias.
Y si descubres su profundidad incalculable
(sí, se puede ser profundo en la solidez más sólida)
hallarás la clave elemental de la belleza.
Sé de una piedra que reside en tu propio cuerpo
hecha para triturar los deseos
esas lágrimas heladas e insatisfechas que produce el hambre
y que luego podrías cincelar, pulir, hacerla cúbica y perfecta
la desconocida piedra, la piedra filosofal que nace del sexo
̶̶ el sexo y la muerte, aquellas puertas del amor, quién lo diría. ̶
entonces
me parece
que deberías usar la piedra
tu piedra
para transformarte en ser humano.