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Víctor Jiménez, Frecuencia modulada, Madrid, Fundación Valparaíso, 2018
VOZ POÉTICA BIEN MODULADA
José Cenizo Jiménez
El poeta Víctor Jiménez (Sevilla, 1957) nos ofrece su último libro, Frecuencia modulada. Ha sido premiado con el “Paul Beckett” de Poesía 2017, y se suma a otros logrados en el pasado como el “Villa de Benasque”, “Florentino Pérez Embid” o el “Rosalía de Castro”, y ha publicado en ediciones Rialp (colección Adonáis) y Renacimiento, entre otras, para hacernos una idea de su trayectoria y valoración.
A través de una decena de libros nos ha demostrado que el paso de los años sirve, en casos como éste, el de un buen poeta, para ir confirmando una madurez pronto establecida. Si siempre ha optado por una base métrica y expresiva de fondo clásico, aquí se confirma. Usa el molde del soneto numerosas veces, algunas en forma de sonetillos (heptasilábicos) o alejandrinos, así como alguna décima, romancillo con heptasílabos, alejandrinos con asonancia en los pares, etc. Su caja estrófica es clásica, pero su expresión es plenamente moderna, directa, aprovechando incluso como citas de partida en cada poema algunos fragmentos de canciones de la música popular moderna. Acompaña también Luis Rosales, aludido en la entrada de las tres partes que componen el poemario, dedicado por completo a asuntos de amor.
En la primera, ese “desgaste deseado” que es el amor aparece con perfil pletórico, gozoso, aunque no faltan dudas en esta “batalla”. Un amor que resguarda de todo, caracterizado como un saliniano pensar en el otro, un amor “que te hacen hoy festivos los días laborables” que hace preguntarse al poeta (p. 12): “¿en tu vida pensaste alguna vez / que te iba a encantar este desastre?”.
Persiste en la segunda parte en el fogonazo, el deseo de encuentro, las declaraciones de amor (p. 27):
Dos corazones en uno
que siguen la partitura
y aprenden, viven la letra
por si se acaba la música…
Y, en la tercera, hay un cambio de orientación y, por tanto, de selección de palabras: tormenta, muro, náufrago, desamor, lágrimas, desencanto, desazón, huida, duda… Un ejemplo de este nuevo rumbo es este poema (p. 41):
Llegó con el ocaso la tormenta,
inesperadamente, como un golpe.
Aquella fue una tempestad sin truenos,
silenciosa lo mismo que la noche.
Perdió su voz el viento, quedó mudo.
Apenas repetía el mar tu nombre.
Hoy que sin ti mi corazón naufraga,
sólo el orgullo lo mantiene a flote.
Como siguiendo el tópico machadiano de que se canta lo que se pierde, es en esta última parte donde creemos que Víctor Jiménez nos ofrece más calidad lírica, más pulso poético. De un amor “fácil, como un juego de niños” se pasa a “la oscuridad a plomo” y con tristeza concluye uno de sus sonetos (p. 50): “Hoy quisiera olvidarla. Y no sé cómo. / Y es que suena en mi pecho Yesterday”.
Hay que decir que su expresión poética es competente, lograda, madura. Como en libros anteriores, cuya altura poética no es menor a la del que comentamos, recoge con maestría influencia de autores como Luis Rosales, Salinas (ese juego pronominal en el amor…), Blas de Otero (las aliteraciones y los encabalgamientos muy expresivos…), etc. Actualiza los tópicos poéticos amorosos como la mirada o el simbolismo bélico con un manejo inteligente de los múltiples recursos del lenguaje literario tales como quiasmo, anáfora y paralelismo, símil, polisíndeton, metáfora, y brilla especialmente en algunos que son marca de su poética como la ruptura de frase hecha, de la que ya es un maestro (“Y a más de mil recuerdos de distancia”, “contigo por los sueños de los sueños”…).
Frecuencia modulada es, en fin, un paso más -siempre firme- en la entrega serena, clásica y a la vez moderna, actualizada de Víctor Jiménez, un deleite más para sus seguidores, entre los que nos encontramos.