FRANCISCO MORALES LOMAS, LA PARADOJA DEL CAMINANTE

FRANCISCO MORALES LOMAS, LA PARADOJA DEL CAMINANTE

Jose Cenizo Jiménez
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FRANCISCO MORALES LOMAS, LA PARADOJA DEL CAMINANTE

LA CERTEZA DE UN POETA EN PLENITUD

JOSÉ CENIZO JIMÉNEZ

            Cuesta ser prolífico y tener calidad en varias facetas. Cuesta además que te publiquen, que apuesten por ti. Por ello, cuando encontramos casos como el del profesor universitario Francisco Morales Lomas (Campillo de Arenas -Jaén-, 1960) nos produce admiración. Este hombre -de nuestra quinta- ha estado desde luego muy ocupado y aún lo está. Licenciado en Filosofía y Letras y en Derecho, académico de varias academias -con el reconocimiento que ello supone-, dieciséis años presidente de la Asociación de Críticos de Andalucía, profesor universitario e investigador, presidente de la Asociación Humanismo Solidario, premiado en varios concursos y finalista del Premio Nacional de Ensayo y, claro, creador literario en varios géneros. No caben en la solapa su centenar de libros de poesía, narrativa, ensayo e investigación y teatro. Un polígrafo se decía antes.

            Centrados en lo que nos ocupa, la poesía, nos hemos adentrado -poco a poco- en las 808 páginas de su obra completa del periodo 1981 a 2021, toda una vida desde luego, y bien aprovechada, vive Dios. Admirable. Titánico. Titula su libro o libro de libros La paradoja del caminante. Poesía reunida. Su poética la manifiesta al principio en el prólogo “A modo de poética”. Más claro que el agua: “Ni creo que la poesía sea un arma ni tampoco la creo eterna, pero sí puede satisfacer el encuentro (…) del creador a la persona que percibe ese sentimiento”. Y sigue: “De ahí una consecuencia socializadora, amplificadora, en la búsqueda  de esa conciencia que brota del lenguaje”. “Síntesis, pues entre la tradición y la modernidad”, confirma. Ya están sus bases teóricas, su teoría de la poesía, que luego se reafirma en los libros que componen la poesía reunida.

            En todo momento nuestro poeta intenta conjugar esa tradición con lo actual, el lenguaje siempre como utensilio que debe usarse con precisión de poeta, aludiendo a mucho con el menor número posible de palabras. Todo será variado en tantas páginas de versos, no es un poeta monotemático o con una sola posición ante la creación aparte de lo indicado. Así la métrica usada irá desde el verso libre al soneto, de la décima al poema en prosa. Los recursos estilísticos brillan por su finura, desde la metáfora (“merezco la condena de tus labios, / el tiro en la nuca de tu deseo”) al símbolo, o la aliteración (“Entre las ruinas, acaso vivos, / pero con las alas de las palabras plegadas”) al encabalgamiento (hierba recién / cortada), así como la repetición con anáforas y paralelismos (como en todo un libro como Surcos en la almohada). Rico en símbolos acuáticos -mar, lluvia, agua, nubes…- así como las sombras, por ejemplo -“ser ese destino de sombra”-. “Barco a la deriva” refleja ese sabio manejo de símbolos. Termina así (p. 63):

A la deriva, como un barco oscuro

en el desierto del hombre,

un barco con cincelados sillares,

con su trivial plegaria

y su forma de pecio.

            Y qué decir de los temas, prácticamente todos aparecen: el amor -pasión intensa y exuberante sensualidad: “Al olor de almendras de un pubis / que se desvanece en la aurora”, p.  226-, la denuncia o compromiso social, la madre, el olvido, el desconsuelo, las palabras (como alivio), el sueño, la muerte, etc. La fuerza de su palabra hará que hasta la denuncia quede emitida en el necesario marco estético (no esteticista) necesario, aun si habla de los males de la emigración (española a otros países en los sesenta y setenta, nuestra niñez y adolescencia). A estos asuntos sociales y críticos dedica un buen número de poemas e incluso libros completos (Veinte poemas andaluces, 1981), mezclando pena, denuncia y -atención- ironía: “El trabajo os hará libres / y miles de hombres y mujeres cruzando la noche / con su guitarra, y su soledad”, p. 765.

            Nos ha llamado la atención un libro peculiar y que marca un lenguaje y un tono distintos al resto, el dedicado a su madre fallecida, a la que hace hablar en primera persona en sus versos, un enfoque lleno de ironía, ternura y hasta humor (y no diría negro). Perdona que no me levante (2005) nos ha parecido una delicia, sin pretensiones, sencilla, tierna y dramática a la vez, sin humos grandilocuentes, de un humor fino.

            Los versos de Morales Lomas son un tratado de temas, formas métricas y recursos estilísticos, de enfoques y de compromisos, siempre con el máximo rigor expresivo y un fondo humano y humanístico lleno de cultura y solidaridad. Un siervo del verso cuyo universo lo libera y nos libera (perdón por el juego verbal). Enhorabuena al poeta y a los lectores.

  FRANCISCO MORALES LOMAS, LA PARADOJA DEL CAMINANTE, DIPUTACIÓN DE JAÉN, 2022

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