Francisco Mena Cantero,  Humo en los ojos

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Jose Cenizo Jiménez
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Francisco Mena Cantero,  Humo en los ojos

 Diputación de Ciudad Real,  2020

  NUEVO Y ACENDRADO LIBRO DEL ELEGANTE POETA MENA CANTERO

 Por José Cenizo Jiménez

            De Francisco  Mena  Cantero (Ciudad Real,  1934, residente en Sevilla desde 1971), autor de más de treinta libros de prosa y poesía, premiados y valorados por la crítica (premios como el Fernando Rielo o el Ciudad de Alcalá de Henares), comentábamos hace poco en este mismo espacio su libro Tus apuntes de física.

humo en los ojos            Nos referíamos a su trayectoria, que conocemos bien y fue analizada al completo por Enrique Barrero para la colección Ángaro, como centrada en un sentido espiritual de la vida y del hombre y en la calidad expresiva y rítmica.

El libro que nos ocupa, Humo en los ojos,  también responde a esa descripción. La elegancia, el dominio de los secretos rítmicos y expresivos del verso, la temática universal de los grandes asuntos que preocupan al hombre en general y a Mena Cantero en particular, son sello explícito de este poemario. Leer los anteriores libros del autor, o el citado precedente, es ver una línea de continuidad. En este caso, ahonda con acendrado oficio en la reflexión sobre el pasado, el tiempo, la nostalgia, en una primera parte, quizá más honda y lograda, y asimismo, en una segunda, en la reflexión metafísica, señalando con alguna tristeza que “cada día, Dios, sabemos menos” (p. 50).

La infancia nos interroga y nos conforma allí “donde un niño, negándose a crecer, / me espera al despertar cada mañana” (p. 11). Unos personajes -Emeterio Fernández sobre todo, con la hermosa leyenda del poema “Estatua”, p. 16-  y un lugar de ensueños y realidades, Pozuelo Seco, le sirven para mostrar el desamparo ante el tiempo con algunos retazos de amor y al menos un hondo poema de denuncia del odio  entre hermanos (Cualquier río de España / lleva gotas de sangre de sus muertos”, p. 23). Símbolos recurrentes a lo largo de su obra, de tipo natural, sobre todo lo acuático -mar, agua, lluvia, río, ese río de Manrique-, pero también el viento, el aire le sirven de soporte para expresar la desolación de lo que se va. Todo reunido en estos versos de “Cometa al viento” (p. 52):

Ya no hubo viento, mar, orilla ni agua,

solo una casa triste, ceñida de dolor,

de pesadumbre de recuerdos,

igual que un monje

cansado de olvidar.

En esa línea está el epílogo, un poema que retoma el tópico del Ubi sunt, con un contundente inicio (“Solamente un arroyo, no la vida; / muñones de aire, rotos para el amor y el tiempo”) y un devastador final de poema y de libro: “Tumor de nada en las esquinas / sin volver a estrenar otra inocencia”.

Albricias por este libro con pulso, intenso, ahondado, un magnífico ejemplo de la valía de este poeta no suficientemente reconocido aunque tenga su espacio en la poesía de su generación.

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