Fragmentos XI de Juan de Portoplano

Jesus Millan Munoz
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Fragmentos XI de Juan de Portoplano

Aquella tarde, el de Portoplano se sumergió en el rectángulo de la salud. Tenía que hacerse unos chequeos. No temía la muerte, pero ya sabía que se iba acercando poco a poco. Cada varios meses, algún hueso o músculo o nervio u órgano funcionaba un poco peor. No temía la muerte, quizás, tememos todos más la vida. Si existe un Algo Inmortal después, esperaba ser acogido en el Lado Bueno de la eternidad, si no existía nada, ni Nada después para cada individuo que dormía de esta y en esta tierra, había intentado siempre ser una persona de buena voluntad.

– No puedo entender, ese odio o inquina o rencor que tienen contra Dios. Ciertamente, son colectivos pequeños de personas. Pero si no existe Dios, no hay que tener tanto odio a algo que no existe, y si existe, es una barbaridad tener tanto odio a un Ser que existe, y que es infinitamente mejor que tú y que yo, en todos los sentidos.

– Estás solo y en soledad mirando el mundo y no lo entiendes, ni lo comprendes. Ni eres entendido, ni comprendido por él. Siempre sin victimismos.

– Hoy, no se puede decir, que tal ideología equis o zeta, tiene un ochenta o cincuenta por ciento de conceptos teóricos y de conceptos prácticos erróneos o equivocados. Hoy, ni las personas, ni los colectivos aceptan, una crítica negativa, sobre sus concepciones, experiencias, prácticas, normas, etc.

– Miras al pasado y te viene a la cabeza pensar que ingenuo has sido, que ignorante has sido, que… ¡Y, ya no puedes hacer nada…!

– Quizás, hayas esperado demasiado de los demás, que tuviesen más prudencia, más sentido común, más moralidad correcta, más inteligencia, más conocimientos. Y quizás hayas esperado demasiado que la verdad o bondad, triunfarían por ella misma. Y quizás, en eso has estado equivocado, porque demasiadas veces, triunfa no la verdad y la bondad, sino el poder, sea en la empresa, en la familia, en la escuela, en la sociedad…

– Tantas cartas en papel, tantos correos electrónicos que eran cartas has escrito, tantas, sin exagerar decenas de miles, durante toda la existencia. Y siempre esperando, que alguien de verdad, individuo o colectivo valorase tu trabajo. Pero nunca ha venido de vuelta esa paloma. Y, y ya no sabes si debes esperarla o no.

– Por favor, acépteme que no soy mejor que usted, pero acépteme que no soy peor que usted. Es decir, no tengo más verdades que usted, pero quizás tampoco menos, no soy más bondadoso que usted, pero quizás tampoco menos.

Si en nuestro interior, pensásemos así, no buscaríamos tantas confrontaciones e inquinas y rencores. Ciertamente, un médico sabe más de medicina que yo, un fontanero más fontanería que yo, y yo, yo modestamente, creo saber más literatura y filosofía, que la media de la población, acépteme usted también este enunciado.

– Se ha enfrentado usted a mí, por una motivo nimio, una simple excusa, no es usted lo suficientemente sabio y culto, para comprender, que usted se está proyectando contra mí, quizás porque yo tengo alguna característica que usted no soporta, quizás porque usted tiene una herida o trauma que no se ha curado, e incluso, puede echar la culpa a los otros, y yo soy, su chivo expiatorio.

– Usted dice, que mete su pincel donde quiere, y usted se mete en el pleito que quiere y desea. Digo, que yo también tengo el mismo derecho de meterme en el pleito que quiera o no quiera…

– Tiene que usted protestar, estar siempre descontento, quizás no solo para conseguir ese fin o ese objetivo, sino para tapar alguna herida o trauma de infancia o adolescencia o, quién sabe. O quizás, también para mostrar y demostrar que es juvenil y tiene la fuerza y rebeldía juvenil, quizás frente a si mismo, quizás frente a otras personas, o quizás, usted tapando experiencias y vivencias que ha tenido a lo largo de su existencia, así, así y por eso, se buscan el arte, otros la literatura, otros crear empresas, y usted, pues pleitos y, y encontronazos con la gente…

– Usted defiende la libertad en abstracto, y la libertad en concreto aplicada a usted mismo, déjeme usted a mi, que yo también tenga libertad en abstracto y libertad en concreto aplicada a mí.

– Las sociedades son como los motores a vapor o como las ollas a presión, y yo creo que también los volcanes. Pues todos, hay que buscar el punto de salida para que no exploten.

Debería existir, saberes o grupos o equipos de personas, que ayudándose de todos los saberes, busquen teorías y concepciones y aconsejen prácticas, para que las sociedades sigan creciendo en riqueza, riqueza de todos los niveles, y no estallen sus calderas sociales…

“Sólo sé que no sé casi nada, solo sé que la civilización humana no sabe casi nada”, así con esta reflexión el de Portoplano florecía del lugar dónde se imparte salud y se imparten normas higiénicas, para vivir y existir en este mundo. Así, cabizbajo y pensativo como siempre se enderezaba a su cubículo-hogar-casa-vivienda-piso-choza-cueva-gruta…

http://twitter.com/jmmcaminero        © jmm caminero (15 septiembre 2019-10 enero 2020 cr).

Fin artículo 1.952º: Fragmentos XI de Juan de Portoplano

 

 

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