Federico García Lorca

Federico García Lorca

Ana Patricia Santaella
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Federico García Lorca nace el 5 de junio en Fuentevaqueros, Granada, en 1898 y es asesinado el 18 de agosto de 1936 en el camino de Víznar, Alfacar, también provincia de Granada.
Al producirse la sublevación militar contra la República, el centro de Granada queda en poder de fuerzas falangistas, y su propio cuñado, Manuel Fernández Montesinos, es arrestado y fusilado.
Lorca no se afilió jamás a ninguna facción política y tampoco pasó a discriminar a sus amigos por cuestiones ideológicas. Se sentía como le dijo al periodista Luis Bagaría, en una entrevista para el periódico el Sol de Madrid: íntegramente español, pero “ antes que esto hombre del mundo y hermano de todos.”
Respecto al lugar de nacimiento de nuestro autor, dirá el hispanista irlandés Ian Gibson: “De todas las vegas de España, tal vez la más hermosa es la de Granada, fuente primordial de su ins piración literaria, los árabes granadinos, expertos horticultores, crearon en la Vega un complicado sistema de riego, convirtieron la extensa llanura en paraíso.
Su familia poseía una habilidad fuera de lo común para la música, su bisabuelo Antonio García Vargas, tenía una buena voz y maestría para tocar la guitarra, su hermano Juan de Dios tocaba el violín.
“La abuela Isabel compartía el amor de su esposo Enrique por la literatura y gustaba de ir a Granada en busca de libros”. “le encantaba leer en voz alta no sólo a sus hijos, sino a sus ve- cinos y amigos, muchos de ellos analfabetos.” (Ian Gibson).
Federico García Rodríguez, padre del poeta, era el mayor de nueve hermanos, nació n 1859.
Heredó de su progenitor, los ojos, los labios, una espaciosa frente. Dotado de sentido del hu- mor, proclive siempre a echar una mano a quien la precisara. Poseyó una total carencia de pre- sunción. La finca Daimuz la adquirió al morir su primera esposa , Matilde Palacios, sería una sólida base de su riqueza.
Contrajo después en segundas nupcias con Vicenta Lorca Romero, oriunda de Granada, y maestra del pueblo. Tras alumbrar a Federico, el niño es confiado a una nodriza, por proble- mas de salud de la madre. Se muestra desde pequeño muy atento al mundo que le rodeaba, desarrollando un profundo afecto por lo natural y la naturaleza.
De su madre expresó: “Ella me ha formado a mí poéticamente, y yo le debo todo lo que soy y lo que seré.”
De los personajes que rememora en Mi Pueblo, el nombrado con más profusión y detalle es “El compadre pastor” Salvador Cobos Rueda, pastor en las Alpujarras granadinas, evoca en la obra citada las maravillosas historias que le narraba de hadas y duendes, recomendaciones naturales de hierbas y a escudriñar el cielo estrellado. Lorca quedó muy impresionado con su muerte.
A lo largo de la obra de Lorca, la muerte será una amenaza angustiosa y constante.
“Yo tengo un gran archivo en los recuerdos de mi niñez de oír hablar a la gente. Es la memo- ria poética y a ella me atengo”.
De la toma de Granada, y relativo a la expulsión de los moriscos manifestó: “Fue un momento malísimo, aunque digan lo contrario en las escuelas. Se perdieron una civilización admirable, una poesía, una astronomía, una arquitectura y una delicadeza única en el mundo, para dar paso a una ciudad pobre y acobardada, a una “tierra del chavico”, donde se agita actualmente la peor burguesía de España” (Ian Gibson).
“Yo creo que el ser de Granada me inclina a la comprensión simpática de los perseguidos, del gitano, del negro, del judío…, del morisco, que todos llevamos dentro.”
Reproduzco algunos fragmentos entrecortados de la carta que le dirigió al poeta sevillano Adriano del Valle: Amigo: Mucho me agradó recibir su carta y puede V. asegurar que ha sido un rato de gran satisfacción espiritual.
“Mi tipo y mis versos dan la impresión de algo muy formidablemente pasional… y, sin embargo, en lo más hondo de mi alma hay un deseo enorme de ser muy niño, muy pobre, muy escondido.
“Veo delante de mí muchos problemas, muchos ojos que me aprisionarán, muchas inquietu- des en la batalla del cerebro y del corazón”.
“Yo creo que todo lo que nos rodea está lleno de almas que pasaron, que son las que nos provocan muchos dolores”.
Federico veneraba a su maestro que estimuló su innato talento musical y le respaldó para que adquiriese una formidable técnica pianística, estamos hablando de Antonio Segura Mesa.
En 1914, se matricula en el curso común que da acceso a las facultades de Filosofía y Letras y de Derecho. Tuvo allí excelentes profesores, como Fernando de los Ríos Urruti y Domínguez Berrueta, impregnados del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, cuya contribución novedosa que acompañaba a los estudios eran los viajes culturales y otras enseñanzas.
En Baeza, conoció Lorca a Antonio Machado, quien enseñaba francés en un instituto.
Federico padre, se sintió turbado ante la repentina pasión literaria de su hijo mayor, Impresiones y Paisajes, estaba listo para la imprenta en 1918.
El terrateniente antes de lanzarlo a costearlo, quiso consultar a Andrés Segovia y a Luis Seco de Lucena, editor del Defensor de Granada entre otros. El veredicto fue unánime. Enseguida ofre- cieron su parecer: “Tenía un gran talento como escritor y un espléndido porvenir literario”.
José Murciano, amigo y redactor de la revista estudiantil El eco del aula, estuvo presente en el Centro Artístico y Literario de Granada donde Lorca había recitado, lo reflejó de esta forma en una reseña aparecida en la citada revista: “Durante todo el tiempo en que la voz clara y armónica de su autor resonó en la sala, puede decirse que jugó con el público; unas veces emocionándolo intensamente con sus descripciones de asuntos de tristeza y miseria; otras, con rasgos de humorismo lleno de gracia y perspicacia; no sabíamos si reír o llorar…”
Federico llega a Madrid en la primavera de 1919 y entra en la Residencia de Estudiantes.
El Concurso del Cante Jondo que se celebró en Granada en 1922, y cuyo objetivo, según sus organizadores era: “el renacimiento, conservación y purificación del antiguo cante jondo. La Alhambra era un magnífico escenario para ello. Falla dio una conferencia, Lorca recitó poemas de Cante Jondo; Andrés Segovia ofreció recitales de guitarra y el pintor Ignacio Zuloaga, prestó su colaboración al concurso. Los cantaores llenos de esperanza y en su mayor parte desconocidos, actuaron ante un jurado cuyo miembro más distinguido era el prestigioso cantaor de flamenco Antonio Chacón.
Nuestro dramaturgo y poeta, escribió su obra más relevante durante los años finales de la Primera Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra civil española, adquiriendo conciencia entre la realidad objetiva y subjetiva que le rodeaba.
La empatía simpatía que sentía por los negros, los gitanos, así como su propia homose-xualidad, agudizaron la desubicación del ser del entorno. No es extraño entonces que se inclinara por el cuerpo para proyectar el perenne conflicto de cómo relacionar al sujeto con el objeto, de cómo modificar el propio ser para adaptarlo a las exigentes demandas del mundo.
La violencia corporal, dirigida ante todo hacia los marginados, irrumpe todo el tiempo en el paisaje poético lorquiaco: Romancero Gitano trata del gitano andaluz, y Poeta en New York, habla sin cesar de la negritud. Siendo patente la opresión que él sentía por los desfavorecidos y oprimidos. La violencia, el dolor, la angustia que caracteriza su poesía, constituye en gran parte, la fuente de la que mana sus convicciones estéticas y políticas.
El dolor intenso es utilizado con frecuencia como un sustituto simbólico de la muerte, aflora en su obra un enfrentamiento permanente entre afirmación y negación, a través de potentes imágenes y metáforas:

Dentro de mis ojos
Se abre el canto hermético
de las simientes
que no florecieron
….……………………………………………………………………………………………………………………………….
Todos buscan lo que no
podrán encontrar jamás
y la hierba crece ante
el pórtico del Allí
…………………………………………………………………………………………………………………………………..

Su obra aparece surcada, entreverada por sensaciones visuales, colores, texturas, descripciones ópticas, claroscuros y constantes. Determinados poemas de Lorca muestran una didáctica de la plasticidad, conformando una estrecha relación entre poesía y pintura.
El poeta que alumbra el mito de la luna que se lleva al niño está habitado por fuerzas irracionales, que lo conducen a la materialización de fórmulas imaginativas e insólitas en la poesía contemporánea.
Durante su etapa de residente había pronunciado ante sus compañeros dos conferencias: “La imagen poética en don Luis de Góngora” y “Las nanas infantiles”. Tuvo dicha institución, como era previsible sus detractores, que no aceptaron el espíritu liberal y laico que presidía la casa.
Supuso un extraordinario enriquecimiento intelectual para los residentes y un fructífero es-tímulo. Allí estuvieron alojados y completaron su formación: Buñuel, Rafael Alberti, Pepín Bello, Salvador Dalí, el propio Federico, etc.
La amistad que uniera a Falla y a Federico, a pesar de separarles veinticinco años, se basó en que compartían muchas afinidades, la influencia de la música popular andaluza era notoria en ambos, además de la pasión compartida que sintieron por los muñecos de guiñol.
Lorca escribió a sus progenitores pletórico para contarles la acogida que iban teniendo sus obras teatrales: “Estoy muy contento, contentísimo, porque ¡Esto marcha! Mi “Mariana Pineda” ha tenido un éxito que yo no me esperaba y “la Zapatera prodigiosa” ha entusiasmado por su novedad. La realidad sería más dura y compleja, Mariana Pineda no se estrenaría hasta 1917, y la Zapatera hasta el regreso de New York en 1.930.
A partir de la primera visita de Lorca a Cadaqués, en 1925, el poeta pasará a convertirse en motivo asiduo, y hasta obsesivo de la obra daliniana. En carta a sus padres, escribe:
“El padre de Dalí me obsequió con una torta de azúcar y frutas que tenían escrito mi nombre y dos versos míos, y Ana María un muñeco hecho de masa de “crespell” que es una especie de buñuelo catalán.”
El estreno en Granada de Mariana Pineda, fue apoteósico, teniendo Federico que salir a saludar al público al final de cada acto. A la noche siguiente, se repitió el éxito.
Ofreciéndose en el Hotel Alhambra Palace, un banquete homenaje a Federico y a Margarita Xirgú, en él dirá: “Me ha producido verdadera tristeza ver mi nombre por las esquinas . Parece como si me arrancaran la vida de niño y me encontrara lleno de responsabilidad en un sitio donde no quiero tenerla nunca y donde sólo anhelo estar en mi casa tranquilo, gozando del reposo y preparando obra nueva. Bastante suena mi nombre en otras partes. Granada ya tiene bastante con darme su luz y sus temas y abrirme la vena de su secreto lírico.”
La obra dramática Bodas de sangre obtuvo un éxito arrollador en Montevideo (Uruguay).
En Buenos Aires, los periódicos anuncian la pronta llegada de Lorca, y que se trata del renovador más importante del teatro y de la poesía contemporánea en lengua castellana en ambas orillas del Atlántico.
A decir verdad, ningún escritor español lograría un éxito comparable en la capital argentina. Pablo Neruda, así lo calificaba: “El apogeo más grande que un poeta de nuestra raza haya recibido”. Siendo imposible no encontrar durante meses en la prensa porteña alguna reseña o noticia relacionada con el poeta y dramaturgo, alcanzando Bodas de sangre más de cien repre-sentaciones.
Se trasladó también a la Habana en 1930, donde exploro la cultura y la música caribeña y trabajó en proyectos como el Público y Así que pasen cinco años.
Poeta en New York, de corte surrealista no se publicaría hasta cuatro años después de su asesinato a cargo de la Falange, y aún resulta del todo incomprensible que no se sepa el sitio exacto donde se hallan sus restos mortales, si permanece en alguna fosa común o se encuentra en algún otro paradero que desconocemos.
Nadie niega a estas alturas que Federico García Lorca es el más universal de nuestros poetas hispánicos, adscrito como estuvo a la generación del 27, sigue gozando de mayor influencia y popularidad que ningún otro, produjo una obra soberbia en escasos veinte años, y nunca sabremos qué habría legado y producido de no haber sido asesinado por la intolerancia, la incultura y la barbarie.

ANA PATRICIA SANTAELLA PAHLÉN

Federico García Lorca – Biblioteca de Figuras Literarias III

Antologado por María José Collado y Ana Patricia Santaella. Maquetación de Xavier Susperregui

 

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