Evelyn De Lezcano. Las Palmas de Gran Canaria.
Estudió Trabajo Social En la universidad de Las Palmas de Gran Canaria y Terapia Familiar Sistémica en la Escuela de Terapeutas de Canarias. Su vida laboral ha estado inclinada a la práctica y a la docencia de ambas disciplinas.
Tiene un blog de poesía cuya dirección es http://maevelyn19.blogspot.com.es/
Está incluida en la Antología Poetas Siglo XXI de Fernando Sabido Sánchez, en la Muestra visual de Poetas de Gran Canaria a cargo de Francisco Lezcano Lezcano y en la Muestra de Poetas Canarios a cargo de Mario Domínguez Parra.
En el año 2014 publicó su primer libro de poemas titulado Hombre, Huerga y Fierro Editores. En el 2015 publicó dos libro de poemas: Vertientes, y De los que nadie habla, ambos en Huerga y Fierro Editores.
Algunos hombres,
a los que nadie mira de frente,
atisban
los espacios que brotan entre dos espantos.
Vislumbran
los últimos recuerdos en la frágil concha
del ser ciego,
se arrastran sobre el olvido
y reconocen,
por encima del pavor, que siempre
se están cayendo cuatro párpados,
dos seres enroscados a la nada.
(Hombre, Huerga y Fierro Editores)
Sentados donde todos esperamos partir,
bajo una marquesina lejos del cielo,
en un asiento que apenas se alza un palmo
de la tierra,
vimos contoneándose
las figuras monstruosas de un carnaval.
Mi cabeza en tu hombro,
la tuya, entre mis manos,
Laocoonte bicéfalo.
(Hombre, Huerga y Fierro Editores)
Por aquí se arrastra
el alma de algo sin alma,
el polvo que nunca ha sido cuerpo,
la forma infame de un aborto entre rosas.
Por aquí se yergue
la venganza humillante del humillado,
la larva que jamás será gusano,
el gusano que no llegará a mariposa.
(Hombre, Huerga y Fierro Editores)
Pero veo, en el mar, el sueño
y en el sueño los olvidos
y en los olvidos las ausencias
y en las ausencias
el pan ácimo semanal,
el tic-tac de un reloj que me desordena las horas
y el horror a la campana que tañe
para que los presos se sumerjan en las celdas
sin un mar que acaricie sus sueños.
(Vertientes, Huerga Y Fierro Editores)
A Leopoldo
Parí el continente
que engulle la curva de todos las olas,
una tierra que absorbe la placenta que engendra,
recuerdo de todos los Reinos que no pisé
buscando una isla,
un recodo donde recostarme.
Parí de pie la tortura
para ahogar el miedo.
(Vertientes, Huerga y Fierro Editores)
El mar muerde la roca.
Un hombre tiembla agarrado a un mástil.
El mar quiere volverse hendidura de
esas piedras torturadas.
El mar muerde y huye,
lanza al paladar del cielo olas que se derriten en
la boca abierta
y contra la dentadura feroz de las rocas,
estalla la sal y el llanto de un niño
que plegado en su cuna aguarda
a un hombre,
a una mano,
a un dios que se ha dormido a mitad de una frase.
(Vertientes, Huerga y Fierro Editores)
Hay Dioses que no creen
en el poder del hombre,
dioses sin fe
que se marchitan sobre los altares
bajo las flores rotas de los peregrinos
y las letanías de los idólatras.
Dioses que abandonan la lucha,
que cruzan los brazos
y rehúyen la mirada mostrando
el perfil furioso de la indolencia.
(Vertientes, Huerga y Fierro Editores)
A Manuel Díaz Martínez
Y si me voy, con ese Ángel-semilla.
Y si me voy y envío una nota:
Que perdí las llaves.
Que cambiaron la cerradura.
Que las calles me arrastran.
Que bajo la escalera,
el Ángel asomó y era mi rostro,
que mi rostro me llamó con un parpadeo y me partí
y me olvidé y me sucumbí.
Y que ahora las calles son diferentes cada minuto
y que del asfalto surge el Ángel, en las manos
que me entregan flores,
un pequeño ramo en cada línea de esta nota.
(De los que nadie habla, Huerga y Fierro Editores)
Un par de zapatos,
barro adherido
a una derrota colgada junto a la puerta.
Los zapatos que anduvieron
detrás de la oculta risa como de un plato de sopa
en la tarde helada,
los que te buscaron ese lugar
donde guarecerte esa noche
con los bolsillos llenos de llaves de ninguna puerta.
Y luego andar, zapatos,
hacia los despojos
por donde pasan los pies
desnudos de los que se van.
(De los que nadie habla, Huerga y Fierro Editores)
Celebro el día a solas
recordando el balanceo junto a la cuna,
luego,
el vino se derrama sobre el mantel:
Cerco rojo del vino que no bebí.
Sigo celebrando sola,
siempre a solas.
Camino hacia el lugar
donde puedo reencontrar la simiente
y junto a la pila del agua bendita,
unas sombras me entregan
el plumaje cercenado de sus alas.
(De los que nadie habla, Huerga y Fierro Editores)
Evelyn De Lezcano.