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Por Francisco Vélez Nieto
“Intelijencia, dame / el nombre exacto, y tuyo, / y suyo, y mío, de las cosas”. Juan Ramón Jiménez
En todas mis lecturas de la obra poética de Paloma Fernández Gomá, se me viene al presente estos versos de Juan Ramón que abren mi reseña. Son los principios que ya largo tiempo representan altura concentrada de calidad y exigencia de la propia autora, Una exigencia consigo misma que significa el yo de su compromiso creador comprendido de la razón que la poesía se merece por medio del lenguaje en el tiempo de su ser o no ser, interrogante e incógnita en la palpitación lírica de la lírica de la palabra en Paloma Fernández Gomá
“El silencio se densifica penetrando
rituales venideros, solapados en el iris de la lluvia para guardar su último designio.”
Para tan exquisita constante poeta la poesía no es un triángulo de base por altura y multiplicarlo por dos. Perdería toda su fuerza y belleza. Lo atmósfera del espacio social es todo y su esencia siempre cuelga del poder creativo y reactivo de la palabra. Ella, vestida de verso limpio es la que envuelve toda su poética, sus dos orillas desde la gloria hasta el hundimiento de su Dorado en el Estrecho sometido al oleaje de sus vivencias las dos orillas de sus Espacios oblicuos:
“Mantuvieron los iconoclastas su desdén
hacia las representaciones, negando su mensaje, en la latente euforia de sus vestiduras.”
El náufrago sediento en la larga noche, remar existencial de la clandestinidad producida por la derrota. Nostalgia del ayer, navegando a contramano hacia un sueño que es puro decorado entre esas dos orillas. Todo ha cambiado, enarbola su palabra herida, sed de estancia protegida contra toda posible agresividad de lo vulgar.
“Qué madrugada será aquélla que sustente
la afrenta, sostenida por los herederos de Agamenón para reclamar el fin de sus días,
una vez consumado el último estertor”
Aquí la interrogación insistente a sí misma, esperando que por su fuerza insobornable y anhelante poder recibir la consumación que:
“Súbitamente se desvanecerán todas las incógnitas y se abrirá la senda del agua
perfilando una ruta interminable encaminada hacia los altares
donde es anunciada la aventura del reencuentro.”
Y es que para la creadora la poesía no es un “arma cargada de futuro” (creo), sino el escudo que protege la palabra desafiadora, ante la contaminación del presente y el envolvedor y pestilente futuro de la mediocridad reina del apogeo mediático, donde, tanta equivocada poseía ha caído, intento no válido, fracaso de ser algo poético cuando no se es nada más que puro desparpajo versificado. Lograr la permanencia póstuma por medio del autoelogio, que frente a un mero soplo de los detectives salvajes de Bolaño y las insobornables sentencias de Juan Ramón, todo desden sobra. Pues bien cierto resulta ser que no pasan de mero sainete versificado:
“Después llegó la oscuridad y un temblor de jarcias y extremos, debilitando el legado de nuestra herencia hasta que el hombre hallara el vínculo más antiguo de su posterior nacencia”.
Es el sentir de una queja nostálgica de lo perdido, esos valores evaporados que sucesivas generaciones no supieron defender. Aquí el cantar de Paloma Fernández Gomá a la espera del:
ÁNGEL DEL OCASO
“Si la luz difuminase su aliento cansado un extenso horizonte en declive extendería el eco de su presencia
al ceder las fases migratorias ante las riberas del néctar,
que aguardan su ayer, declinando el núcleo de sus esferas en radios que convergen
en un único ocaso cegador de pistilos.”