Es domingo con pandemia y paros…

Es domingo con pandemia y paros…

Es domingo con pandemia y paros…

Por Manuel Tiberio Bermúdez

 Es domingo. El cuerpo pide descanso. Los oídos quieren tregua; la calle llama y nos invita a alejarnos un poco de estos momentos difíciles que estamos viviendo por el azote de la pandemia y por las protestas sociales que han lanzado a cientos de colombianos a las calles para gritar sus justos reclamos, para buscar, aun sacrificando vidas,  que esta patria sea mejor para todos.

Las calles muestran vestigios de las luchas que allí se libran. Hoy hay tranquilidad, pero en los muros los grafitis amplifican las palabras contra la infamia; los murales señalan el descontento que nos invade a todos los que hoy tenemos que padecer los  comportamientos arbitrarios de quienes nos mal dirigen.

En  la calle la vida se impone; la gente sale a dominguiar su cansancio, a reafirmar los lazos familiares, salen a airearse con las brisa que baja de los cerros.

Doy una vuelta por la ciudad: Parque del Peñón; sala de exposición al aire libre, menos gente, menos artistas,  pero el arte persiste, se asoma por entre los árboles, se muestra colorido, está ahí, en las pinceladas que dibujan desde su  alma los creadores.

En un poste leo un reclamo angustioso: “se busca a Pedro” y lo describen con ternura: “patas cortas, bajito, todo negro, uñas cortas, ojos miel”. Es el llamado a que  vuelva Pedro a la familia, que regrese a ese hogar en donde la angustia de la pérdida arruga los sentimientos. Pero también hay otros “Pedros” humanos que buscamos porque están desaparecidos  y queremos que vuelvan a llenar el vacio que dejaron en sus hogares..

Me voy a La Tertulia: ícono cultural en la ciudad. La gente no olvida este lugar. Lo visitan, se van a sus prados a dialogar, a tratar de dilucidar qué le está pasando a nuestro país, a dejar que sus niños jueguen frente a esta construcción en la que hemos podido admirar  obras de importantes artistas.

Veo un grupo de danzas que ensayan sus coreografías con música de Salsa, soñando  en que pronto se dé solución a los problemas para volver a sentir el aplauso del público, para volver a sentir orgullo de ser de esta ciudad que sabe  y práctica la alegría.

Observo  más allá un fotógrafo con su modelo. Ambos sueñan con mejores posibilidades: él muy seguramente en los logros que pueda alcanzar en cada click y ella soñando con revistas y viajes a la fama. Más allá alguien registra una foto familiar para el no olvido.

Me paso a la otra orilla del rio, esa avenida de espuma y murmullos  que baja de la montaña y que inspiró aquello de “un sueño atravesado por un río”. Llego al sendero en donde están las novias del gato de Tejada, o las gatas del gato como les dicen también.

Esbeltas, coloridas, coquetas, con nombres poéticos: Anabella, la gata superestrella; Yara, la diosa de las aguas; Gachuza, son entre otras las amantes del Gato del Rio, obra del pintor y escultor Hernando Tejada. El lugar es hoy sitio de referencia para propios y visitantes.

Llego hasta el gran Gato del Río y sus tres toneladas de belleza. Una pequeña placa cuenta que allí descansan, bajo el ronroneo de su imponente monumento,  las cenizas de Tejadita, quien fuera uno de los artistas más queridos por la ciudad.

Son las 6 de la tarde. Las luces de la ciudad se van encendiendo para alumbrar ese poco de vida social que hoy vivimos. Me dirijo a casa satisfecho de haber “dominguiado”, de haber caminado la ciudad como en otros días,  para confirmar que estamos hechos de trocitos de fe y de esperanza en un futuro mejor para todos.

 

Fotos de Manuel Tiberio Bermúdez

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