Entrevista al Poeta Colombiano Álvaro Quintero Mejía

Entrevista al Poeta Colombiano Álvaro Quintero Mejía

Ana Patricia Santaella

Entrevista al Poeta Colombiano Álvaro Quintero Mejía

Con ocasión de la publicación del nuevo poemario “Huésped de la noche” del poeta colombiano Álvaro Quintero Mejia ,aunque reside con su mujer, Yolanda, en Jerez de la Frontera desde hace tiempo. Este libro de poemas y prosa ha sido editado por la editorial independiente Los libros de Umsaloua. Hemos decidido entrevistarlo, y no pasar por alto tan jugosa oportunidad, de poder conocerlo un poco más a fondo lejos de las insistentes campañas de marketing dedicadas a los nombres más sonados del panorama literario actual. Pues creemos que idéntica posibilidad ha de brindarse por igual a un@s y otr@s cuando la calidad de lo producido lo merece.

 Anteriormente ha publicado: Manuel de fiebres y  presagios, Adán ceniza y Rueca de fábulas, siendo éste último distinguido con el Premio Nacional de Ciudad de Chiquinqirá. Ha trabajado como librero, y ha sido responsable de la editorial EH Editores.      

 

Entrevista al Poeta Colombiano Álvaro Quintero Mejía

POR ANA PATRICIA SANTAELLA

¿Desde cuándo escribe Álvaro Quintero, y que provocó si lo recuerda, su iniciación de la escritura?

Mi poesía guarda una estrecha relación con la muerte de mi padre. Recibí la noticia de su deceso en el patio de recreo del colegio. Ingresé en el acto, de forma rotunda,  sin prolegómenos ni lecturas previas, ni tutor del alma, al más arduo oficio: el de devorador de palabras. Me propuse, inconscientemente, preguntar al cadáver del idioma, por la osamenta final de mi padre. Leí indiscriminadamente libros de viajes, buscaba en la geografía posible la ruta o el accidente geográfico para ingresar sin dificultad alguna, al territorio dónde mi padre yacía, que para mi entonces estaba relacionado con las palabras. El lenguaje ese gran espacio habitado por nuestros más grandes silencios semánticos. Los viajes de Marco Polo y el Libro de las Maravillas de Mandeville, prepararon la búsqueda interior y la sensibilidad suficiente para intuir el diálogo con la poesía: La Eneida. Con Virgilio pude constatar que nuestras noches están presididas por voces que reclaman nuestros más grandes viajes y fundaciones: el lenguaje como revelación e incendio tomó forma en mis vigilias. Descendí sin que Eneas se percatara de mi presencia al hades de los vocablos para entablar hasta el día de hoy ese gran diálogo con el tiempo: la poesía.

¿Encuentra similitudes entre su Colombia natal y Andalucía, la comunidad en la que reside?

 Las suficientes para pensar que mi exilio voluntario nunca lo he materializado. Con mucha frecuencia inicio el día pensando que me encuentro en Cartagena de Indias: vendedores voceando sus productos, el olor del café dominando el diálogo matutino.

Háblenos brevemente del libro, de “Huésped de la noche” su último poemario

En su momento escribí a un amigo: “Buscaba luz y la encontré paradójicamente en el Huésped de la noche. Estoy convencido que mi caballero (Huésped) en esto ha tenido mucho que ver. No se cabalga impunemente al lado de un devorador de sombras”.

Como dice Inmaculada Calderón, autora de la reseña literaria de este libro y editora responsable de este flamante hijo, cuando advierte un curioso peregrinaje a través de pintorescos personajes y épocas distintas en Huésped de la noche  ¿por qué ese nomadismo, se identifica de algún modo con esos personajes o épocas, o es todo lo contrario?

No solamente me identifico, en lo posible los hago míos. Trato de entablar un diálogo y una correspondencia con nuestro tiempo. El jardín de las delicias del Bosco, por ejemplo, es mi infierno personal. Otro tanto hago con la literatura que frecuento.

 

Vemos que pasa del Medievo al surrealismo parisino, de la nostalgia nazarí  a Primo Levi sin despreciar a las tierras Colombinas a bordo de una calavera, cruza para ello la noche azabache e intemporal según he percibido contando con un mosaico variado y variopinto.

 ¿A qué se debe, es fortuita la elección, lo ha deliberado mucho?

No, para nada. Para mí la literatura, entre otras cosas, es la carabela y la nave de los locos que me permite desplazarme con autoridad suficiente a tiempos y aguas pretéritas. De la cruzada de los niños al descubrimiento de América. De una noche estrellada  a un manual de herejes. De una poética del aire a un campo de exterminio existe un estrecho dudoso. De Cipango a un mural mexicano existe solo dos pausas y un punto y aparte: la imaginación.

¿De la literatura Hispana, qué destacaría, cuáles autores y autoras le han influido más?

Si hablamos de literatura Hispana que cubre toda obra escrita en el idioma que conocemos como Castellano, debo agradecer las tardes que me pródigo el romancero viejo. Las crónicas de Indias. Juan Rulfo y su Pedro Páramo. Cien años de soledad. Los viajes imaginarios de Álvaro Cunqueiro. León de Greiff. María Zambrano y su razón poética. Octavio Paz. Son tantos y tantas obras….

¿Desespera la palabra o el hallarla conduce a la plenitud y a una liberación desconocida?

No, la palabra no da ni permite ninguna liberación ni tampoco conduce a alguna plenitud. Podemos ingenuamente amotinarnos cuando pensamos que hemos escrito el poema soñado. La resaca nos pone en su lugar. Hay que volver a trabajar, simular un gozo y una caída. Escribir, es para mí, un diálogo con el cadáver del idioma. La plenitud, si existe la encuentro en la lectura. En un apartado del Huésped de la noche escribí:

“Soy el que cierra el  puño, atrapa aire, y escribe. Así toda una vida acumulando aire y escribiendo en el cuerpo del día. Signos, sucesión de signos – tendidos en las cuerdas del patio del holocausto- ceremonia matinal donde se orean las vocales, el alma se prepara a las más arduas mudanzas del lenguaje y el abecedario exhibe su mejor postura de cadáver. Soy el escribano, el vigía de nuestros adentros,  actor de nuestras más altas miserias”.

¿El mundo onírico o las ensoñaciones, los viajes o la fantasía, son material poético en su caso?

Si por material poético entendemos todo aquello que suscita asombro, sí.  Con frecuencia hablo con la silla de mi casa y finalmente termino sentado en la silla que pintó  Vicent Van Gogh. Me desplazo (navego)  con una facilidad envidiable.

 

                                                          IX

                      Y si he de hablar con Dios y su sombra,

                      y si he de ofrecer la frente para

                      beber la metafísica de las cosas,

                     Si es así y no hay otra ventana ni aullido

                     que guíe mis pasos sobre la tierra,

                     entonces, estaré buscando en la cuesta perdida,

                     en el camino cóncavo de los signos,

                    en el agua que no termina de herir la tierra,  

                    en el árbol que se resigna a dar sombra.  

                                              IV

                  Escribo en el diario de a bordo: no vislumbro

             tierra ni agitación de gaviotas , ni presiento columnas

             de fogata. En esta calavera fantasma no viaja ningún

             tripulante llamado Rodrigo de Triana. No hay

             humanidad que grite: ¡Tierra! No hay demonio que

            grite: ¡aire! (En cubierta, el Almirante, el Colón de las

            alturas, piensa que una vez más Cipango se le niega).

            Escribo en el Diario de a bordo, en la única página, en el

            mismo renglón de ausencia: que Dios y las Indias se

            apiaden de esta carabela fantasma.

                                  Álvaro  Quintero  Mejía

 

        CRÍTICA LITERARIA DE LA POETA Y EDITORA INMACULADA CALDERÓN

huesped de la nocheDespués de su Manual de fiebres y presagios, de ser Adán ceniza y de haber hilado sus versos en Rueca de fábulas, vuelve Álvaro Quintero a regalarnos palabra y poesía en este recién llegado Huésped de la noche en el que, a la manera de Pessoa, que no escribía por ambición sino por ser su peculiar manera de estar solo, el autor recrea su soledad con el papel, en esos momentos en que se siente invadido por ese extraño huésped que le lleva a transmutar el sueño en palabras, lo onírico en versos, material del que surgen sus metáforas e imágenes; el poeta cual un Ibn Guzman devorado por el poema ante el azogue pulido de la página en blanco.

Está presente en este poemario el universo literario desarrollado por su autor en obras anteriores, al que se unen nuevas temáticas y nuevos abordajes.  Tienen los poemas un regusto medieval que se entremezcla con el claro influjo de la literatura semítica, Gilgamesh, y sobre todo hebrea,  sin olvidar el surrealismo y París, siempre París al fondo. Pero en esta ocasión el poeta ha querido también transmutarse en andalusí, habitar los umbrales idealizados de la Alhambra, una Alhambra que se convierte toda ella en metáfora de la vida y el tiempo, del amor y la incertidumbre en una prosa poética que da el contrapunto perfecto en los dos apartados centrales, en los que el huésped vagabundea por tiempos pretéritos en peregrinajes nómadas, de Comendador de los creyentes a pícaro y bufón tabernario, de rey a canalla, del ensueño nazarí a la pesadilla de los antros. Entre el antro y el cielo navega el poeta habitado de huéspedes de locura y palabra, del alba a la noche oscura, para volver a ser Adán ceniza, su alter ego,sutura perfecta del barro donde se fuga el color y la escritura, para buscarse entre la luz y las sombras de tinieblas en el lugar exacto por donde se escapa la palabra que da nombre, la que construye y da forma a nuevas realidades.

Eso es lo que busca el poeta ausente y perdido: la palabra. La palabra que es paradoja y metáfora, logos y absurdo, verdad profunda en los sótanos de la realidad en donde los monstruos conviven con las quimeras, las ensoñaciones con las pesadillas, reflejo en simetría de los espejos que oran desde los versos de un poema. Y entre palabras el escribano es desde su atalaya notario de realidades, vigía de la naturaleza humana, esa que se eleva y se arrastra, la que sólo se redime por el lenguaje, escritura ardiente en una tarde sin sombras, preso ya de ese huésped, el de la palabra, que lo invade y lo habita para encerrarlo en el círculo perfecto del eterno retorno, en el epílogo del agua y el fuego.

Una nueva propuesta de Álvaro Quintero que no defraudará a los buenos lectores de poesía, una apuesta por la palabra como vehículo de expresión artística y por la poesía entendida en toda la extensión del término. Un poemario a tener muy en cuenta.

Inmaculada Calderón

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sebastian felipe quintero leon
sebastian felipe quintero leon
9 years ago

no pues el gran hombre.

sebastian felipe quintero leon
sebastian felipe quintero leon
9 years ago

no pues. el gran señor

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