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Entrevista a Alberto García Teresa
Poeta y Antólogo de “Insumisas. Poesía crítica contemporánea de mujeres”
POR ANA PATRICIA SANTAELLA
A.P- ¿Desde cuándo escribe Alberto García Teresa? ¿Cómo se fraguan sus inicios como escritor?
Como tanta gente, desde pequeño e imitando a los modelos que leía. No en vano, creo que hablar de los comienzos de cualquier escritor es referirnos a las lecturas que lo llevaron a comenzar a escribir. A los once años, escribí una especie de novela corta (que sería horrible) sobre las aventuras de una pandilla, en la línea de la serie de las aventuras de Los Cinco, de Blyton, que devoraba de niño. En la adolescencia, sobre todo, urdía historias de terror y de literatura fantástica, así como prosas y poemas de descargo emocional. En ese sentido, Miguel Hernández y Juan Ramón Jiménez (antes, su primera etapa; en la actualidad, la última) fueron ya dos autores que me marcaron entonces profundamente y que me siguen acompañando.
A.P- Su trayectoria como hombre, como poeta comprometido es dilatada en el tiempo. Su misma tesis doctoral versó sobre Poesía de la conciencia crítica (1987-2012), además de realizar una extensa recopilación de poemas para Disidentes. Antología de poetas críticos españoles (1990-2014) que coordinó. ¿Por qué se decanta por la poesía social y comprometida?
La poesía (y el arte en general) tiene muchísimas posibilidades y puede emplearse con multitud de funciones. No olvidar esa riqueza nos permite evitar caer en una concepción soberbia y totalitaria de esta herramienta básica para el crecimiento individual y colectivo. Pero me interesa especialmente la poesía que confronta con el mundo, que enjuicia la realidad, que pone en cuestión la construcción ideológica en la que nos movemos porque no podemos continuar viviendo en una sociedad excluyente, injusta, ecocida, patriarcal, que mantiene en la pobreza a más de un millar de millones de personas y que está arrasando los ecosistemas hasta el punto de poner en serio peligro la existencia de nuestra especie y de la práctica totalidad de las hoy conocidas. Desde una sociedad privilegiada como la nuestra, ignorar o callar esta desigualdad nos convierte en cómplices. Además, la conciencia de clase nos permite observar con claridad las condiciones de abuso y explotación en las relaciones laborales, así como el entramado de poder y las estructuras de dominación que nos silencian y que sustentan la obediencia. Me interesa, por tanto, una poesía que mira desde mi lugar en el mundo; desde abajo y a la izquierda.
A.P- En las conversaciones previas que hemos mantenido, me confesó que creyó encontrar en la lectura detenida de poemarios escritos por mujeres con conciencia crítica, ciertos registros, como las nefastas consecuencias del heteropatriarcado, el tratamiento del cuerpo, la reivindicación de la rebeldía y la propia autonomía, además de la desigualdad y la violen-cia implícita y arraigada en la propia cultura en la que vivimos y nos movemos.
En efecto. En las lecturas que realicé mientras desarrollaba la investigación para mi tesis encontré, sin llevar a cabo un análisis sistemático y específico, singularidades en la poesía crítica escrita por mujeres en castellano en el Estado español. Iban más allá de los temas, obviamente. El meollo es la posición en la que se vive y desde donde, de nuevo, se observa la realidad. La base de la “poesía de la conciencia crítica” es que se trata de un conjunto de poetas que escriben desde dentro, como parte de ellos, de los conflictos sociales, económicos y políticos, enunciándolos de manera crítica de manera explícita o implícita. La poesía crítica escrita por mujeres es consciente de ello; no suplanta ninguna voz si no que habla desde dentro, como sujeto golpeado y atravesado por la dominación heteropatriacal. De ahí el paso fundamental de rechazar hablar a o desde un “universal masculino”.
A esos aspectos que menciona deben sumarse, por ejemplo, la búsqueda de un lenguaje y de una imaginería que rompan los modos de representación y designación patriarcales; también sus lógicas y sus valores (con el entretejido de la sororidad como herramienta para superar la individualidad).
Precisamente, la poeta y dinamizadora cultural Nares Montero me apremiaba hace unos días a llevar a cabo ese estudio. Queda pendiente, pues.
A.P- Dudó incluso de emprender este trabajo, pensando incluso en pararlo al surgirle contradicciones, dudas y cuestionamientos derivados de su condición de varón al abordarlo. ¿Qué circunstancia propició que continuara? Tengo entendido que su compañera sentimental, Cristina Alonso Muñoz, y una compañera de agitación cultural, Jazmina Fuentes Moreno, tuvieron una importancia clave en que recapacitara y prosiguiera el proyecto. Esa pregunta que le hizo su compañera y que fue vital (“¿Esto que voy a hacer erosiona o consolida el patriarcado?”), ¿cree que modificaría la situación actual en la cultura en la que nos desenvolvemos, si cada uno se hiciera esta pregunta antes de emprender cualquier acción, cualquier gesto cotidiano?
En efecto. Como explico en el epílogo del libro, aunque tenía muy avanzado el trabajo (incluso comprometida la fecha de entrega del material a la editorial), se me iban haciendo más evidentes una serie de contradicciones y de preguntas que cuestionaban que esta tarea la realizara yo. Básicamente, ¿refuerza el patriarcado que sea un varón quien realice la selección de textos y la nómina de autoras? ¿Contribuye a que sigan siendo varones quienes ostentan la autoridad en el campo literario? ¿Cuánto deja fuera que ese ejercicio lo haga un varón? ¿Puede que algunas o muchas enunciaciones críticas de estas poetas se me opaquen y se me pasen desapercibidas por ser varón? ¿Podría caer en posiciones esencialistas? ¿Otra antología de mujeres poetas contribuye a segregar o a incluir? ¿Ayuda a visibilizar o levanta un ghetto? ¿Qué excluye la noción de «mujer» y el término «español»?
Paré el proyecto. Sin embargo, aunque esas cuestiones abrieron o me marcaron pautas para contribuir en otros espacios, lo cierto es que seguía viendo relevante que apareciera una antología con esa orientación política explícita. Finamente, Cris me ayudó a reenfocarlo al lanzarme esa pregunta que aplica continuamente en la intervención social a la que se dedica como educadora social. Y, sinceramente, a pesar de las contradicciones, creo que Insumisas tiene la posibilidad de animar a abrir una grieta o, quizá, a contribuir a ensancharla. Aspiro a que deje constancia de la diversidad y fortaleza de esas posiciones poéticas críticas y que pueda impulsar su desarrollo.
De hecho, el que ese texto explicativo vaya al final del volumen y no al principio, como cabría esperar, es consecuencia de no querer volver a anteponer mi voz a la de estas mujeres; a que sus poemas sean lo que esté en el primer plano.
Al respecto de cuánto pudiera contribuir a cambiar la realidad si nos planteáramos ese tipo de preguntas antes de iniciar cualquier acción (incluso en nuestra vida diaria), pienso firmemente que sí. Los sistemas funcionan con inercias y rutinas, y qué duda cabe que el replantearnos nuestra actividad de manera continua puede ser agotador, pero también nos puede llevar a conseguir una vida más coherente y justa desde lo pequeño. Sacar a la luz las contradicciones en las que nos desenvolvemos viene a ser el primer paso para limarlas y reducirlas. Además, una organización socioeconómica y un entramado político como los nuestros (este capitalismo de consumo en esta monarquía parlamentaria) necesitan permanentemente de la inconsciencia y de la repetición dócil de modos y hábitos para perpetuarse.
El mejor ejemplo viene de mano del animalismo. A pesar de que la mayoría de la gente come carne, una gran parte de ella rechaza los métodos de explotación industrial de los animales no humanos para convertirlos en comida. Cuando una persona accede a ver lo que ocurre dentro de los criaderos y de los mataderos, se horroriza y se plantea sus hábitos de consumo. La gente sabe que allí se cometen atrocidades, pero la industria los oculta y trabaja por desviar la atención. Ya dijo expresivamente Paul McCarthy aquello de que, si los mataderos tuvieran paredes de cristal, todo el mundo se haría vegetariano.
Así, cualquier acto que nos permita reflexionar y ser conscientes de lo que hacemos considero que resulta básico para conseguir una sociedad realmente libre, madura y democrática.
A.P- ¿Cuántas mujeres poetas han participado en Insumisas. Poesía crítica contemporánea de mujeres editada por Baile del Sol? ¿Cuál es la aportación social de algunas de estas mujeres que han participado en esta antología?
78 poetas, aunque el número ha sido casualidad. Sobre su implicación social, sólo puedo hablar de aquellas a las que conozco personalmente o que tienen una actividad con mucha visibilidad pública. Encontramos, entonces, desde diputadas o concejalas de partidos de izquierda a militantes en organizaciones de base como la PAH, asociaciones vecinales, colectivos animalistas, grupos anarquistas, partidos marxistas o socialdemócratas, ONG, colectivo de apoyo a presas/os, organizaciones feministas, sindicatos, etc.
A.P- Su actitud en general en la evolución de este libro, Insumisas. Poesía crítica contemporánea de mujeres ha sido muy honesta. Ha reconocido que incluso la incertidumbre y las contradicciones que se le han presentado le han ayudado. En ellas, ha querido tomar la fuerza que aspira radicalmente a cambiar el mundo con lógicas ajenas al capitalismo. ¿Es posible tal pretensión?
Por supuesto. No nos queda más remedio. Pero también hay que reconocer las limitaciones de la poesía y de la agitación cultural. La poesía no cambiará el mundo. Sin embargo, sí que tiene la posibilidad de transformar a las personas que tienen la capacidad para cambiarlo. Me gusta especialmente la formulación de Enrique Falcón al respecto; que la poesía crítica aspira a acompañar los procesos de cambio, a los colectivos y a las personas que están trabajando por transformar la sociedad desde un punto de vista antagonista. Cada vez vivimos momentos más cruciales con la inminencia del colapso ecosocial al que nos abocamos, lo que nos lleva a que nuestra intervención deba ser más firme.
A.P- Esta antología ha querido que no fuera cerrada, por supuesto con una orientación ideológica clara, pero amplia en matices y posiciones. ¿Puede ampliarlo?
En el libro se pueden encontrar posiciones dentro de los feminismos que pueden ser encontradas, o respuestas y estrategias (ideológicas y textuales/estéticas) ante un mismo conflicto que pueden contraponerse. Creo que esa riqueza demuestra la vitalidad y la fortaleza del pensamiento crítico actual. Desde un punto de vista más estético, además, opino que si estamos luchando por un mundo inclusivo, estimulante y diverso, reacio al pensamiento único y a lo dogmático, en el arte también debemos apostar por esa misma pluralidad. Desde un ámbito meramente estratégico, a su vez, considero que no debemos desaprovechar ninguna vía para seguir poniendo en cuestión y confrontando el capitalismo, siempre siendo consciente de las implicaciones y riesgos que cada opción estética conlleva a nivel de efectos de lectura.
A.P- A su vez, está fuertemente implicado en Caja de Resistencia. ¿Qué es? ¿Cómo se organizan y trabajan?
Caja de resistencia. Revista de poesía crítica es una publicación electrónica semestral confeccionada por una asamblea editora, y que cuenta con una enorme red de complicidades y de apoyos que la nutren. La intención es trabajar y difundir la poesía crítica también desde formas de organización que respondan a ese horizonte político al que aspiramos. De ahí el funcionamiento asambleario con grupos de trabajo rotativos y su carácter amplio. Llevamos casi cuatro años con el proyecto en marcha, aunque ahora nos encontramos en un momento de reflexión y de balance.
Trata de recoger la poesía crítica que se está manifestando en la actualidad (todo son piezas inéditas en libro) con una gran amplitud geográfica y de lenguas. También esa amplitud la llevamos a los soportes en los que se realiza esa poesía crítica, y de ahí que tengamos secciones de poesía textual, visual o videopoesía. Aspiramos, así, a construir puentes y a tejer una malla de cultura crítica con la que poder avanzar artística y políticamente en la desobediencia y el cuestionamiento. Todo el contenido está en libre acceso en <www.cajaderesistencia.cc>.
A.P- ¿Contribuye la disidencia a inspirar acciones que reviertan la situación de opresión y desigualdad que todos por desgracia, vivimos?
Desde luego. El asumir que no hay alternativa provoca inmovilidad. La obediencia necesita de la sumisión y de la resignación para poder ser efectiva. Por el contrario, comprobar que existen formas de resistencia y de lucha y propuestas de otras maneras de organización social, económica y política respetuosas con la dignidad y la vida de todas/os animan a buscar vías alternativas al presente. De ahí el énfasis del Poder en acallar la disidencia y en invisibilizar o desprestigiar (la criminalización le está resultando muy eficaz al respecto) proyectos alternativos que ponen en cuestión este sistema.
A.P- ¿No nos quedamos inertes en el mero plano teórico sin ser pragmáticos en la acción? Sería fantástico que a raíz de esta entrevista se promovieran iniciativas, intercambios, pequeños cambios que operasen en la realidad, aparte de lo que hace cada cual a nivel personal.
A veces, creo que ni se llega a un plano teórico. El sistema siempre ha aspirado a que nos instaláramos cómodamente en simulacros de realidad autocomplacientes e Internet ha logrado convertirse en la herramienta perfecta para ello. Desde el punto de vista de la crítica o de la disconformidad, la virtualidad sirve de alivio y quizá de descargo de conciencia sin una extensión material que tenga efectos verdaderos sobre nuestra existencia. “No te quedes en un click” fue una campaña de la asociación vecinal de mi barrio que refleja muy acertadamente esa realidad.
A.P- ¿Nos queda por recuperar espacios públicos? ¿No estamos demasiado oprimidos y vigilados?
Sí, nos van desplazando de las plazas, de las calles y de los parques a centros comerciales o a nuestras casas; del paseo al aire libre al transporte privado; del encuentro y la convivencia al individualismo narcisista. La cuestión también reside en cómo han desprestigiado esos espacios públicos o cómo se ha permitido acrecentar el miedo a los lugares abiertos y públicos, todo a favor de la individualidad y del aislamiento. Conocemos de sobra las consecuencias políticas de esas prácticas y cómo se retroalimentan. Y así estamos, atemorizados, aislados y soberbios en nuestra falsa creencia de autosuficiencia. Como sabemos, además, las mejores técnicas de sometimiento son aquellas en las que los sujetos no son conscientes de que están obedeciendo y actuando como los poderosos han querido que obraran. El papel de los grandes medios de información/comunicación en estos tiempos resulta primordial para ello. Los mecanismos de control de pensamiento en sociedades supuestamente “democráticas” se han demostrado mucho más efectivos que la represión y los medios punitivos. Debemos seguir estudiándolos constantemente para zafarnos y construir herramientas de resistencia colectivas, comunitarias, que confronten y que puedan permitirnos aspirar a una vida digna y suficiente para todas/os.
A.P- Antes de irnos despidiendo, nos gustaría saber cuáles son sus poetas favoritos, y si está embarcado en algún proyecto que le entusiasme o le enriquezca a nivel humano.
Antes ya he mencionado a Miguel Hernández y a Juan Ramón Jiménez. Además, dos referentes para mí son Enrique Falcón y María Ángeles Maeso, tanto a nivel literario como político y personal. Ambos son dos humildes y generosos militantes que comparten una poesía excelente, inquieta a todos los niveles, sugerente, reveladora y extraordinariamente cuestionadora. Otros nombres fundamentales en poesía para mí son Jorge Riechmann, Adrienne Rich, Maiakovski, Jean Arp, Rafael Pérez Estrada, Oliverio Girondo o Nicanor Parra. Y, de manera más amplia, Ursula K. Le Guin y Lao Tse.
Al respecto de proyectos literarios, tengo algunos incipientes en cuanto a escritura que van avanzando muy lentamente. Sin embargo, está pendiente de publicarse una antología que he preparado de la poesía de la cubana Nancy Morejón. También estoy enfrascado en una antología de Ángela Figuera Aymerich y ando esbozando con Zackary G. Payne un libro con una muestra amplia de poesía ecocrítica actual.
Más allá de ello, en la actualidad, estoy muy entusiasmado e ilusionado con empezar mis estudios en la universidad de Técnico Diplomado en Educación Canina y Terapia del Comportamiento. Sigue convencido de que, cuanto más animales nos reconozcamos, más humanos lograremos ser.
A.P- ¿Hay previstas presentaciones del libro para darlo a conocer?
Sí, tenemos previstas más presentaciones en varios barrios de Madrid y en ciudades de la provincia (Leganés, Getafe, Alcalá de Henares, Torrejón de Ardoz…) a corto y medio plazo. También estamos maquinando otras en más ciudades: Albacete, Valencia, Toledo… Especialmente, estamos centradas/os ahora en promover encuentros y lecturas alrededor de los poemas de la antología con colectivos sociales y con organizaciones feministas, no necesariamente ya lectoras/es de poesía. La idea es poner a su disposición esos poemas y promover debates a partir de ellos y de cómo formulan tanto el mundo como la crítica de este.
A.P- ¿Desea despedirse de alguna forma?
Sólo quiero agradecerle su atención y también animar a todas las personas a que se sumen a las jornadas de protesta por la emergencia climática que se van a celebrar alrededor del 27 de septiembre en nivel mundial. Seguro que en su ciudad encuentran distintas convocatorias a lo largo de toda la semana y ese mismo día.
PILAR ASTRAY BOADICEA
“Tener la regla”
Tener la regla como las gatas que maúllan
cosiendo sus ásperas lombrices en silencio
en un desgarrador grito congelado.
Manchar las bragas como María Magdalena
y lapidarse ante las miradas ajenas.
Frotar, frotar, sin tregua.
Sentarse en el suelo del vagón
como un gran orbe rojo y señalarte,
esta es mi sangre,
yo soy una mujer que sangra
y chapotea en su basura.
Exhibir las compresas,
preguntar a las vecinas por la cantidad
y el color como quien pregunta del tiempo.
Exigir un té caliente en los días no nombrados,
morirse,
autosuicidarse
un largo siglo al mes,
romper la infinitud,
sellar para después la risa.
Ser tu muerte,
tu no vida desparramada por el wáter,
ser la niña que no olvida
el día del comienzo de esa herida
y los susurros del recreo.
Cu-chi-chear.
Casi podría ser Cuchi una nueva marca de tampones,
pero tú quieres entregarte a lo salvaje
e huir de todas tus glaciaciones.
Sabes que no eres la bella oveja blanca
porque eres mujer que sangra
y se cuelga del espejo.
A veces no hay nadie
y no danzan los esqueletos.
Coges un pañuelo y te lo pones en el pelo
y posas como para una madre
y te haces tierra de cajón.
Solo es un instante
antes de la montaña rusa
y el vértigo del golpe
en los ovarios.
Tú sabes de tu pozo
y cómo se apellidan sus esquinas.
Bajas sin cuerda sola
a descubrirte
en tu fragilidad de mujer asaltada
por el ciclo natural
que te asesina las entrañas
y te exime de la culpa,
de la creación y de la duda.
Otra vez será cantan ebrias las luciérnagas de tus ancestros
y te recuestas desnuda sobre tu caballo indomable,
desnuda, con tu vestido favorito,
bajo cirios de abismos.
Eres tu eco de feminidad
mártir de una juventud que se silencia
en la fachada que desboca su pintura
en una revolución por tener nombre de aldea
y ser termita en estampida.
Mírame,
construyendo mi nido, temblorosa
con todos mis caminos recorriéndome la piel,
como hoy nunca será este trueno
que me deja en esta zanja
y mis cenizas consumiendo mi absurda vergüenza
ante el olor
de mi sacrificio natural
de antigua marea.
Somos la cinta de sal
y somos las ballenas de árboles gigantes
estas noches de erizo
en la humedad de nuestro sexo eterno en flor
rebosante de escondites sin cerrojos.
Esta sangre
no es un bodegón que se intuye cereza seca y suave,
es mi realidad abierta,
mi cierva a salvo de las balas,
sin discordia entre mis dunas de diamante
me desagüo,
me desagüo,
no preguntes.
Mi penumbra
yace intacta para el insaciable cosmos,
es por esto que nos vallaron el paraíso
y nos hicieron extranjeras que relinchan
una vez al mes
encogidas como huesos miserables
ya marcadas para caldo de virtudes.
Hoy somos milagro sin siembra
que se repliega
testarudo ante sus crímenes.
Danzamos
con un fulgor de algas en los ojos,
nos reducimos,
nos endurecemos,
nos sabemos mortales
bailando en círculos.
Habiendo esquivado el incienso
no somos polvo
ni nos dirigimos a la borda con un salto,
con la tranquilidad de habernos traicionado
como las sumisas yeguas que jalean
siempre cerca y siempre lejos,
siempre nosotras,
nos reconocemos en los miles de rostros
y nos abrazamos para recomponer
el inmenso gong que hoy nos nombra.
Oigo la rebelión exacta de las estatuas,
la cadencia perfecta del ahora
y el instante vital que se desploma
y me sujeta a este planeta
está llenando de amapolas mis gusanos
con un pigmento de campana.
Deshilvano mi fingida inocencia
en este cementerio macabro rutinario
que solo yo conozco
y en el que todas me acompañan
con sus molestias de hembra y sus rastrojos.
En nuestro interior
hay un ejército de semáforos impertinentes
erigiéndose con burla ante el silencio de las olas.
Nos amordazaron,
nos asesinan y sabemos
que hay mucho ruido para seguir tecleando,
para seguir componiendo,
para seguir sangrando,
pero sangramos,
menstruemos o no
y este es nuestro sagrado linaje
donde nadie puede talar el inmenso bosque
que forma nuestra única voz
cuando nos hermana la madre
y allí todas, somos una.
Inés Ramón
“HEROÍNAS”
No las verás huyendo, fantasmales, diminutas.
Las verás de pie, sosteniendo en sus manos agrietadas
los hijos tiznados de dulzura.
Las verás escarcha erguida, intrepidez sangrienta, defendiendo migajas de sol,
solas contra el mundo, arrastrando sus sombras cuarteadas,
heridas de silencio,
cubiertas de injusticia, cargando a sus espaldas
inextinguibles fardos.
No las verás caídas. Cada una ocultará un jardín intacto entre las bombas,
cultivará un aliento dispuesto a revivirse, una piedra magnífica
capaz de respirar la asfixia impuesta
en medio de su sexo.
No las verás inmóviles. Aunque el desprecio de una sociedad ahíta
bostece ante su hambre, ellas defenderán, cantando, cada milímetro de vida.
Erguidas de dolor, resistiendo, infatigables, la máquina viscosa
que arremete
y enmudece después. Ellas, pequeñísimas, inmensas,
yéndose, buscando, pidiendo ser,
fugaces, necesitando casi nada. Sólo un lugar donde enfrentar tanta absurda muerte,
tanta ceniza abierta; en marcha siempre sobre escombros y cuchillos,
royendo sus mendrugos
de sal,
de sed,
y de esperanza.
Berta García Faet
“DESEO”
y mujeres que sólo se alimentan de pétalos de rosa
(Oliverio Girondo)
and the lovers
pass by, pass by
(Sylvia Plath)
Padres, hermanos, amigos, profesores:
soy un ser de deseo.
No es suficiente el contexto
–yo en el salón, en la bañera, en el cine, en el despacho:
ocupada en las tareas que desubican el deseo–
para lograr acallar este hecho sin espacio:
que, especialmente,
soy un ser de deseo.
En el reino de la astenia y sus panfletos,
en este el milenio de la saturación y los cuerpos bellísimos
encerrados en patéticos frasquitos de fobias,
sin tocarse,
yo soy un ser de deseo: bocas entreabiertas,
corazón-voluta.
En el mundo de los helados estanques
de unidades inconmensurables y aisladas del contacto
(cuerpos bellísimos agarrados a maderas,
miedosos de rozar un tobillo,
por si al final se enamoran),
os tan-solemne-y-tierna-y-felizmente anuncio
una pulpa de deseo: no puedo salir de Shostakovitch
y me alimento de trompetas y de amores de la infancia
que me encuentro en el metro y de señores-frutas.
Soy un ser de deseo:
- Sé lo que es una revuelta de hormigas rojas
africanas
por entre las piernas.
- Sé lo que es llegar a morderse los labios.
- Sé lo que es decirle, por ejemplo
«oh qué interesante»
mientras pienso
«oh Dios lo que te haría,
oh Dios oh Dios en cuanto te descuides
te planto un beso que te mueres de colores»;
y,
luego,
impondré mi disciplina −y una cierta dulzura−
en tu cuarto ex-templo-de-ver-castamente-películas;
y,
luego,
montaré una fiesta con los que un día fueron míos,
y os haréis buenos amigos, y volveremos todos
a un cierto París básicamente de cuellos.
Porque,
sobre todo,
soy un ser de deseo;
y si me muevo por el mundo
es para que engorde, que engorde, que engorde
a mis expensas.
Constantemente paso hambre.
Soy un ser de deseo, caminamos juntos
por mi diagonal de cosas:
algún prodigio, alguna ventana.
Y sólo cuando mi deseo
se ha convertido en una inmensa bola
o en un pichón o conejo obeso y planetario,
lleno de estrías por seguir creciendo
hasta llegar al límite abismal de su volumen posible,
sólo entonces,
cuando su tamaño ya nos resulta plenamente asqueroso,
socialmente nocivo, sentimentalmente molesto,
lo mato
y me lo como.