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COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO
ENTREMOS EN ESTE ENCUENTRO PENITENCIAL
Mirar y ver al Crucificado,
y decir con asombro:
“Allí es donde han ido mis pecados.
Tú los has cargado sobre ti.
No me has apuntado con el dedo,
me has abierto los brazos
y me has perdonado otra vez”.
(El Santo Padre Francisco)
Cada amanecer es un nuevo despertar,
un naciente sentir y un flamante concebir,
un salir de uno mismo y un reunirse
en familia, para no sentirse solo y animarse,
que reanimado por el amor, uno se halla.
Cuántas veces nos encontramos perdidos,
y perdemos las ganas de vivir,
porque nos falta la pasión de la vida,
y nos sobran las miserias humanas,
aquellas que nos impiden soñar y ser.
A los ojos de Dios somos el verso;
su verbo, aquel que no lastima;
su silencio, aquel que no daña;
su soledad, aquella que no golpea;
pues un Padre, siempre sana y perdona.
Nuestra fuerza es tan débil como frágil,
nuestra lucha interior es dura pero pasa,
nuestro Señor nos entiende y atiende,
siempre está ahí, de servicio fijo,
como hijo del Creador nos hermana.
Jesús nos conoce y nos reconoce,
sabe de nosotros, nos levanta y cuida,
nos salvaguarda y guarda de todo mal.
Vuelvan a nuestros caminos los signos,
la luz que concierta pulsos con pasos.
Regresemos al abrazo penitencial,
cada cual consigo y con los demás,
elevemos la plegaria hasta el cielo,
pongamos el espíritu, en disposición
de darnos savia, con la fuerza de la Cruz.
Víctor Corcoba Herrero
30 de marzo de 2019