ENCARNA LEÓN (Granada, 1944)

ENCARNA LEÓN (Granada, 1944)

Carlos J. Rascón

Dedicada a la Literatura desde 1980, reside entre Málaga y Melilla. Colabora en revistas literarias, prensa y radio. Tiene editadas 15 obras de Encarna, León. Alcazaba._448x336poesía, 6 plaquettes, 5 relatos, 1 novela corta, 3 antologías poéticas y 7 obras Juvenil- Infantil (4 de poesía y 3 de narrativa) Ha sido premiada en varias ocasiones, da nombre al Certamen Internacional de Relato Corto “Encarna León”, creado por la Consejería de Educación. Viceconsejería de la Mujer de Melilla (2000). Es miembro de la Asociación Colegial de Escritores de España desde 1988, de la Andaluza de Escritores y Críticos Literarios (Escritores y Críticos del Sur) desde 2003 y de Humanismo Solidario desde su creación (2013). Muchos de sus trabajos están recogidos en diversas antologías, tanto nacionales como extranjeras.

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EL LENGUAJE DE LAS SOMBRAS

A mi padre

I.

LA CASA SOLARIEGA

Y quedó allá la casa solariega,

la del pan caliente y los juegos de antaño.

La de ilusiones transportadas

por callejas alegres de otro tiempo,

donde se paseaba un toque romántico

y oloroso de celinda caliente.

Allá queda el aroma de unos niños

felices viviéndose en el vértigo

de rayuelas, de días muy profundos

en ternuras y miradas de abuelo.

Queda allá una casa, una calle

y un huerto fresquísimo de ensueños.

Allí los amigos, vecinos y los niños

hermanados en patios de infancia granadina.

Y aquí los ojos sin nada de aquel tiempo,

aquí la nostalgia feliz de haber vivido,

aquí un corazón grande, aunque herido,

que se enrosca en la memoria

de una plaza ya vieja y trascendida.

Trinidad es su nombre, y al pronunciarlo,

un vuelo sin límite me lleva hacia Granada.

II.

DE FINO Y DE AROMAS        

Deseaba con ansias que las tardes pasaran

y se llegara audaz el amigable sábado

cargado de matices, de entrelazadas manos

y de caldos fresquísimos con sabor de la tierra.

La nuestra, la de raíces hondas,

la de anises y aguas subiendo al Avellano.

Mi rutina de cuestas, Chapiz y Sacromonte,

de Carrera del Darro, y otros manantiales

se ofrecían a mi paso cumpliendo

los horarios de pupitre y placeta.

El sábado me vestía de risas y abalorios

porque tú me esperabas al pie de tanta

vida con el trajín crecido de toda la semana.

Hacíamos estaciones de vinillos templados

por calles como ascuas y barras distanciadas

de hombres y mujeres buscándose el decoro.

Al final siempre andábamos entre el mosto

y el tinto, entre un Marañales y el fino

de la Ina, mientras reíamos juntos

el placer de sentirnos unidos en un tiempo

de amores compartidos y rescatados pasos.

III.

AÑORANDO TUS PASOS

Ha pasado el tiempo y aún sigues en mí

con el pesado letargo de tu nombre.

Me entristece la ausencia, esa lejanía

silenciosa que se perdió por otras latitudes

del pasado revivido y lejano.

Vas y vienes a mí con una constancia

de amor renacido, creando la urdimbre

que nos abraza siempre a pesar de los años.

Cuánto aprendí de ti, de tus manos seguras

afincadas a todo lo que fuera trabajo,

compañía, silencio o ternura.

Las risas se encendían entre niños perdidos

y encontrados en retratos ya viejos.

Te fuiste en un Mayo no sé si luminoso,

necesario, candente o florido.

Todo se nubló entonces entre mis pasos frágiles.

Ahora es noviembre y el uno rememora

un puñado de abrazos, de ausencias, y no sé

si llorar o pedirte un espacio donde

juntos podamos recitar unos versos.

IV.

LA LLUVIA QUE ME HABITA

Un día imaginé que estabas

en el cielo columpiando las nubes

con tus brazos de hombre.

Una fecha doliente me acercaba

a tu lado donde aún reposabas

en un sueño sagrado e infinito.

Ahora, en este presente incierto, lejano

de aquel mayo en que te fuiste, el otoño

ha empezado a entrar por las ventanas.

Arriba hay nubes más oscuras

que otras, presagian una lluvia

que calmará la sed de campos

olvidados, con diversos matices.

No me importa la lluvia ni el silencio

que habita cubriendo mis espaldas,

ni los campos que esperan anhelantes

el maná presentido.

Quiero saberte ahí, sentirte de nuevo

entre las nubes que corren por el cielo

de esta ciudad marina de húmedos levantes,

donde tú disfrutabas refugio y compañía

y rescatabas vida en tiempo de verano

en esas playas donde, ahora, solo

encuentro un naufragio de fresquísima

sal escondido en mis manos.

 

 

Fotografía: http://es.forwallpaper.com

Con cesión de derchos de autor.

 

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