Encarna Lara

Encarna Lara

Encarna Lara nace en Cuevas de San Marcos (Málaga). Es diplomada por la Escuela de Magisterio en la especialidad de Ciencias Humanas. Ha publicado varios poemarios Perfil de silencio, Caudal de voces, Páramos prohibidos, Desde la orilla, Raíz flamenca. Su obra ha aparecido en varias antologías y colabora asiduamente en diversas revistas literarias. Fue ganadora del primer premio de poesía Encuentros por la paz. Es académica correspondiente de la Real Academia de Nobles Artes de Antequera.

Espacio sideral

Los pájaros le dejan desordenados trinos.
El tiempo en su flaqueza la vincula
a la ausente presencia de tus ojos.
Fue ayer, en la margen opuesta de la orilla,
donde inventaron el amor.
Nadie los vio sino los astros.
¿Acaso fue o solo lo recuerda?

 

Ciclo del ángel

Prometido al silencio y en la luz conciliado,
efímero pasó el ángel de la tierra.

Venía de la tarde persiguiendo
el rumbo solitario de una estrella.

Al roce de sus alas cayeron de mi pecho,
sin quererlo, cinco rosas de ausencia.

De su dulce embeleso quedé fortalecida
y un perfume de bosque, abierto como fruto,
derramó tiernamente su semilla
en los surcos azules de mis venas.

Con un puñal de fuego penetró mi costado
encendiendo una llama a la que el viento asola.
Permanece encendida sin agotarse nunca,
como gota de agua que cae y se renueva.

 

A quien corresponda

Puede que hayamos sido pasajeros
de la historia fugaz de dos miradas.
Vivía yo en la piel de la costumbre
transitando el principio de la inercia.
Pasabas tú a merced del destino
abandonado por el ángel de la suerte.
Coger en marcha el tren de dos miradas
nos pareció arriesgado
y se nos fue aquella primavera
como se va la vida en un suspiro.

No volvimos a vernos,
y me quedó el relente de una puerta entreabierta
y un rostro que de lejos se va volviendo ajeno.
De ti no quise nada, solo el amor que un día
llegó a rozarnos los hombros
en la profunda hora de la noche infinita.

Duerme, pues, tranquilo
en tu sueño de barro encadenado,
y si de mi alguna cosa deseaste
a medio palmo de tu cuerpo vivo,
pero a cien años luz de este planeta.

 

“Tú poesía,
sombra más misteriosa
que la raíz oscura de los añosos árboles”
Miquel Otero Silva

Eres el son que de lejos me llama.
Eres la voz que a mi alma reposa.
Eres la luz que a la sombra ha vencido.
Eres la flor que no verán mis ojos.

Al borde de la noche te hundes en mi pecho
para lanzar al viento mis alas rotas.
Y me dejas a solas con esa luna triste
que se va adormeciendo cuando el alba se acerca.

Si despiertas conmigo en cada madrugada
y me cierras los ojos al paso de la aurora,
por qué te alejas luego, deliberadamente,
dejándome la angustia profunda de tu ausencia.

Mi búsqueda es constante y no termina
suicida mi audacia para hallarte.
Dignamente me ganas la partida
cercándome de asombro cada día.

Apiádate de mí desde tu altura
y alienta de mi alma su desmayo,
que traspasada por el estigma de tu herida
agoniza en este descampado.

 

Tregua

No sé si me he perdido o estoy recién hallada,
pero ando y desando antiguos territorios.
Regreso desvalida de luz entre las sombras,
que invadidas de otoño amarillean.
Penélope audaz, al oficio me entrego
de tejer del presente la cotidiana tela.
Y cuando el sol se acuesta, desvelada me afano
a destejer esfuerzos y labores cumplidas.
Contradictoria busco la tregua suficiente,
donde escapar de ti y estrenarte de nuevo.
Temerosa que un día sustentando tristezas
Ulises vuelva a Ítaca desmemoriado.

 

Desencuentro

Cuando solo era una muchacha,
toda urgencia perfumada y risa vespertina,
quince albas cayendo de su pelo
y labios de fruta prohibida,
bajo el color de una estación amable
tenía el empeño de encontrarte .

De mirarse en tus ojos.
De ajustarse a tu paso.
De fundirse contigo y con el tiempo.
Y no sentir jamás el dolor de la ausencia.

Tenía el empeño de la lluvia en la tierra.
De salvarse de todas las heridas.
De florecer unidos en rodos los senderos.

Tenía ese empeño detenido en la frente,
como se tiene un beso de amor que nunca dimos.
Un día cercó tu cuerpo y se tiró a la plaza,
donde perdió la vida sin haberte encontrado.

 

Ser

Solo allí puedo sentir la eternidad,
presente está como el sol y la tierra.
Y me dejo arrastrar para dejar de ser.
Y ser solo luz, paz absoluta.
Eternidad, un instante.

 

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