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Reseña del libro: “En los estantes” de Javier Gilabert.
Esdrújula Ediciones, colección Diástole. Febrero 2019
Por María Ángeles Lonardi
Lo que actualmente denominamos refrán era conocido en España, desde el siglo XIII, como parlillas, patrañas y sus sinónimos. A fines del siglo XV se comenzó a llamar refrán y una de las definiciones más acertadas es la de Rodríguez Marín: “Refrán, es un dicho popular, sentencioso y breve, de verdad comprobada, generalmente simbólico y expuesto en forma poética, que contiene una regla de conducta u otra cualquier enseñanza” (1) por ejemplo:
“Dime lo que lees y te diré lo que piensas” o “Libros en un estante y guitarra en un rincón, no hacen ningún son.”; Como crítica a los que no utilizan estos instrumentos. Y quien sabe, si el título de este libro, no ha venido en el subconsciente del autor desde tiempos inmemoriales.
Lo que sí sabemos es que este es un precioso libro, bien arropado por Antonio Praena desde el Prólogo y Fernando Jaén en el Epílogo. Este poemario es un canto vital, a pesar de la dedicatoria de la primera página, que parece indicar lo contrario.
Los versos de Javier Egea, Jose Angel Valente Y Claudio Rodríguez, además de ser grandes referentes del autor, son pórticos por donde adentrarnos en los estantes que propone Javier Gilabert. Las partes son tres: Mudanza, Los estantes y Los libros. Antecede un apartado, “En los estantes”, con una frase de Juan Carlos Friebe: “Escribir y vivir no se parecen/mas cómo entretejen siendo adversos/cuando, corazas, se hacen corazón.” Con un único poema: “La estantería”: “Cuando llegue el momento, me posaré a su lado”.
Y es inevitable el contacto. El lector es invitado a tocar, a abrir el libro, a sentirlo. Nos invita a recorrer esa narración de cronología atemporal, de inconformismo, de búsqueda de la palabra sin estridencias y con escasos adjetivos, pero de sinceridad profunda.
La realidad cotidiana parece estar en primer plano y como en una película, los planos se determinan por la relevancia. Por ejemplo, el poema “Olor a tierra mojada” nos habla de la sed del poeta y de la necesidad de esa “agua” purificadora, sanadora y saciante, que sacie como a la tierra la sacia la lluvia…
En los estantes es un título que concreta una ubicación espacial que no temporal. Es una definida ubicación combativa que conlleva una reflexión: ¿qué sucede en los estantes?
Porque este libro habla de la vida, de los paisajes que le son significativos como su entorno, como la playa, la conexión Almería – Granada, la naturaleza, las cosas que nos rodean, los afectos…
Siempre he creído y sostengo que no hay tristeza más grande y absurda que ver envejecidos libros, amarillos y polvorientos, vírgenes casi, sin que nadie los haya leído, ojeado, estrujado o marcado. Qué pena me da verlos allí, inmóviles, durmiendo el sueño eterno “En los estantes”.

Pero Javier Gilabert nos habla de los otros libros, de los que habitan los anaqueles, que se desplazan cada día y amanecen contigo, que cobran vida cuando sale el sol, que te susurran al oído desde las baldas y que se estiran para alisar las arrugas, ajados por tanto uso. Esos que pacientes aguardando la relectura, te miran de reojo desde lo alto y te hablan, te contestan, te esperan. Habitan los estantes y desde allí se entrelazan contigo porque están vivos, como la poesía de Gilabert, como los poemas que ha reunido este libro. Y como los libros, almacenados en una estantería allí quedan los detalles, los momentos, lo que ha sucedido, los recuerdos, intentando escapar de la melancolía y del lado más oscuro de los días por vivir.
En el capítulo final, apartado II, dice: “Mis dedos se pasean por los libros,/ se ensucian con el polvo acumulado,/ eligen sin razón uno cualquiera/ y lo abren al azar por ser destino: / “De ti no quedan más/ que estos fragmentos rotos”.”
Pero, aunque no sepa qué hacer con los trozos, como dice en el poema “Los juguetes”:
“Nunca supe qué hacer /después con los pedazos”, el poeta no descansa. Lo dice en estos versos en el poema “El poeta”: “No descansa el poeta,/sobrevive a la Luna”.
El poeta no se detiene, seguirá construyendo, seguirá buscando porque no sabe vivir de otra manera, porque no le es posible hacerlo de otra forma y seguirá preocupado por la vida, por la suya, la de sus hijos, la de los otros, el devenir de los tiempos…porque como dice en el poema “Los estantes” “Me sorprende que quepa/la vida en los estantes”. Y es esa capacidad de asombro, la que convierte Javier Gilabert en poeta.
Notas:
- Enlace de la página de internet consultada el 9/02/2020: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes/ Refranes alusivos a la enseñanza. Panizo Rodríguez, Juliana http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/refranes-alusivos-a-la-ensenanza/html/.