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Emilio Durán, Última tarde en la heredera y otros relatos, Sevilla, El carro de la nieve, 2018.
Emilio Durán, Nueva novela de madurez
José Cenizo Jiménez
Emilio Durán, poeta y novelista sevillano, nacido en 1934, ha publicado varias novelas a lo largo de su trayectoria literaria: La última batalla de Fernando de Abertura (Premio Camilo José Cela, 1994), Cartas de amor a la condesa (2005), Plaza del Cabildo (2009), El boulevard de los náufragos (2009), Campo de gules (2010), Final de Julio (Premio Tiflos de la ONCE, 2014).
Su última entrega, esperemos que por el momento, es Última tarde en La Heredera y otros relatos, conjunto de breves narraciones que cuenta con prólogo del también poeta y novelista, amigo del autor, José Antonio Ramírez Lozano. Define este libro como “textos breves, preñados de una crítica explosiva en unos casos, lírica otros” y opina que en casi todos ellos “predomina una constante crítica, la de la falsedad social”. La obliga brevedad, como señala, le obliga a exprimir a los personajes, perfilarlos en pocos rasgos, con una precisión léxica, dice, “digna de Azorín en unos casos y otras del mejor Cela”.
Creemos que estamos ante una de las mejores obras narrativas de Emilio, donde se condensan todos los rasgos de su visión del mundo y de la literatura. Al pulso narrativo maduro y logrado, se suman descripciones espléndidas de entornos como el religioso, el sexual o el social, acercando su dardo estético y crítico, a través de personajes perfectamente reconocibles, a una realidad histórica y social que deja mucho que desear en muchos aspectos, pero que es la que hay y que, por tanto, también merece su parte de humor (incluso negro), de ironía, de ternura, de benevolencia al fin y al cabo.
Observamos una gran profundidad psicológica, fino conocimiento del alma humana en pasajes como el análisis del odio sociológico (“los españoles somos así: generosos siempre que sea en situaciones extremas, que en el día a día somos más bien cainitas, como ya dejó dicho en verso el pobre Machado”, “Encuentro en Londres”, p. 55), o de interioridades (“Pero el fondista disfrutaba en grado sumo de la suprema virtud de la gente vitalista: una tremenda capacidad de olvido”, “El cicerone”, p. 20)…
Emilio Durán sigue, por suerte, con sus entregas literarias, últimamente en prosa, aunque, como aquí, pueda escaparse algún fragmento en verso, amén de la prosa poética que a veces nos ofrece, propio de quien ha demostrado con sus muchos libros de poesía ser un poeta de altura. El Emilio narrador igualmente convence con su fina ironía, su prosa trabajada, sus personajes variados y variopintos. Lo dicho, una lectura amena y madura.