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EL VIENTO EN LOS SAUCES, LA NOVELA DE KENNETH GRAHAME
Este clásico de la literatura infantil es una obra tan sencilla como hermosa. Las divertidas aventuras en las que se ven envueltos el afable señor Topo, el ocioso Ratito, la rata de agua que estrecha un vinculo especial con aquel primero, el sabio y malhumorado señor Tejón y, ya por último, entre tantos otros personajes como la extrovertida nutria o las malévolas comadrejas, antagonistas de los valores de amistad que se dan en los anteriores personajes, se encuentra el sinvergonzón señor Sapo. Un personaje rico, heredero de una cuantiosa fortuna, bonachón, derrochador y, por encima de todo, y más debido a toda esa clase de lujos con los que ha convivido toda su vida, un friqui caprichoso que no duda en utilizar todas las artimañas a su alcance para satisfacer las obsesiones que le acompañan, primero con la adquisición de barcos y más tarde, para desgracia de todos, sobre todo del señor Tejón, con el manejo de los rápidos automóviles.
No me voy a centrar en hacer un resumen detallado sobre la obra, para eso más bien ánimo a leerla. Sin duda lo más maravilloso que veo en la misma, es ese tono poético, el cual se mezcla, dentro de ese ambiente clasista y rural, con una prosa sencilla a la vez que delicada. Esta nos va sumergiendo, así, de igual forma, en la candidez de nuestra niñez, aquella misma en la que abríamos nuestros brazos inocentes para estrecharlos en aquellos amigos de la infancia, los mismos que siempre nos acompañan de una manera grata en nuestros recuerdos.
No obstante esta novela no solo fue escrita como simple “cuento de buenas noches” para el hijo del autor, sino que esta propia fue documentada por el pequeño vástago de Grahame, pues era este quien iba sugiriendo a su progenitor la clase de animales que iban a desempeñar la obra.
Nos encontramos en El viento en los sauces un cuento inocente que va dirigido a los ojos inocentes de los niños, una novela, por lo que he contado antes sobre el hijo del escritor, que me recuerda, en la manera de su composición, al Peter Pan de J.M. Barrien, el cual iba componiendo su obra teatral a la par que se dejaba inundar por la imaginación de los niños de la familia Llewlyn Davies mientras jugaba con ellos.
Es tan maravilloso, y perdonar que se me escape este adjetivo tan pedante, el modo con el que alguno de estos clásicos logra tocar aún en nuestros corazones, y todo a pesar del tiempo y los muchos traumas que nos han ido endureciendo.
Francisco José García Carbonell
EL VIENTO EN LOS SAUCES, LA NOVELA DE KENNETH GRAHAME