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Rocío Arana, El último minuto, Sevilla, Númenor, 2020
ELEGANTE POESÍA DE ROCÍO ARANA
José Cenizo Jiménez
Hay personas en este mundo que hacen algo por la cultura, y, en concreto, por la poesía, una de sus formas más hondas y grandes. Una de ellas es Fidel Villegas, profesor, que dirige desde hace años la colección Númenor de Poesía, donde han aparecido ya veintinueve libros, con autores tan representativos como Carmelo Guillén Acosta, Enrique García-Máiquez, Fernando Ortiz o la poeta que ahora nos ocupa, Rocío Arana, que ofrece su obra El último minuto.
Rocío Arana (Sevilla, 1977) es licenciada en Filología Hispánica y Doctora en Ciencias del espectáculo y profesora de la Universidad Internacional La Rioja desde 2011. Ha publicado cinco poemarios y un libro de poemas en prosa. Como muestra de su nivel poético reseñemos que ha obtenido el accésit del Premio Adonáis 2012 y anteriormente en 2004 el también prestigioso Florentino Pérez Embid.
García-Máiquez, en la introducción, “El don y la necesidad”, señala la necesidad vital de escribir poesía que tiene la autora, su “emoción triunfante”, su “don del verso feliz” en la línea de Claudio Rodríguez, su alegría no ingenua, sino “intelectual hasta la metafísica”.
Divide el poemario en dos partes: “Silencio que refulge”, centrado en el tiempo que huye y en recuerdos de viajes, y “Agradecer prodigios en la sombra”, dedicado al amor como motivo de inspiración para crear (humano o divino, da igual, como dice el prologuista). Se enmarcan estas partes, externamente, con un poema inicial, “El último minuto” y otro final, “Vuelves al escenario cada noche”.
La elegancia expresiva recorre con oficio y sensibilidad estos poemas donde abundan los endecasílabos blancos bien ritmados aunque no faltan versos de arte menor. Y nos deja convencidos de su manejo de los recursos estilísticos (anáfora, polisíndeton, paralelismo, símil…), como en este final espléndido del poema “El diluvio” (p. 37):
También llovía en ellos, pero el agua
era como un diamante, tan bucólica,
verde, nueva, radiante de esperanza,
como si nada se perdiera nunca,
como si nada terminase nunca.
Albricias para esta poeta madura, capaz de seguir tradiciones poéticas que han dejado el listón muy alto para cantar al tiempo fugitivo (“Tempus fugit”, p. 26) y al amor poderoso (“Lunes se llama mi alegría”, p. 40). El amor que todo lo arrasa, como indica el final de otro poema, “Parte meteorológico”, p. 47):
Pulverizas ciclones con tu risa,
no hay borrasca que pueda soslayarte.