El síndrome del mentiroso
El final de un mitómano es la justicia social de la comunidad en la que vive y donde ejercita su patología
Para detectar a uno de estos solo hay que tener en cuenta cuatro indicadores que voy a relatar: 1) cuando se les descubre en lugar de demostrar lo que dicen, cambian de tema con rapidez y regalan halagos para distraer. 2) la tendencia a mentir es duradera y oculta alguna perturbación en la personalidad. 3) las historias falsas siempre benefician al mentiroso y perjudican a otra persona. 4) toda historia falsa si se la compara con una verdadera ofrece diferencias palpables que nos pueden ayudar a discernir.
Dicho esto es importante reflejar que con el tiempo el mitómano se toma sus historias como falsos recuerdos por lo que termina creyendo que todo lo que cuenta es verdad hasta el punto de ofenderse ante las dudas de los demás. Y eso convierte a la mitomanía en algo altamente adictivo. Pero esto tiene más problemas aunque en este caso para los receptores de los mitómanos. Por ejemplo si una mentira se repite muchas veces, socialmente se toma como verdad (es una ley de propaganda nazi).
Además si la mentira se construye para personas con problemas de estima también se tomará como verdad. No obstante son consecuencias temporales porque la mentira siempre se descubre. La prolongación en el tiempo la expone a personas críticas que siempre los detectan. Y desde entonces los mitómanos son castigados socialmente, por lo que su fantasía no es permanente. El final de un mentiroso es la justicia social y el rechazo de los demás.
El síndrome del mentiroso