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El río de mis ojos de Ángel García López
[(…) Nadie pregunte cómo. Fue en la playa
donde quiso morir, vivir de nuevo
buscando los recuerdos de su casa,
las huellas más antiguas de su cuerpo. (…)]
(De “Tierra de nadie”, de A. G. L.)
La editorial La isla de Siltolá que dirige Javier Sánchez Menéndez, acaba de poner en circulación “El río de mis ojos”, una Antología Poética (1963-2013) que contiene 50 años del decir de uno de los escritores vivos más relevantes de España, le pese a quienes les pese tal afirmación, como es el gaditano (gaditano no, roteño) Ángel García López.
Con una edición al cuidado de Tomás Rodríguez Reyes y con epílogo de José Jurado Morales, este ramillete de versos, este compendio de poemas, ahormados en el río de la mirada literaria de un ser que extiende su horizonte desde el comienzo de la posguerra civil española hasta nuestros días, sin perder un ápice de entereza, por ser consciente, como es, de que el hecho literario transciende a cualquiera otra circunstancia, incluso hasta a la muerte misma. ¿Qué es la muerte si queda la palabra?
Un libro de cabezera de esos que deben tenerse a mano siempre. Un libro para leer cuando uno se pierde o para cuando uno cree que se ha encontrado, no importa. Un imprescindible de la poética española.
Ángel García López ha sido distinguido con multitud de reconocimientos. El premio Adonais, el Nacional de Literatura, el Nacional de la Crítica, el Ciudad de Irún, el Boscán, el Juan Ramón Jiménez, el Internacional Ciudad de Melilla, el Villa de Madrid, el Ciudad de Salamanca, el Internacional Generación del 27, el Villa de Rota, el de Poesía de Cáceres, el Andalucía de la Crítica…
Pero esto, siendo importante no lo es todo; incluso puede ser nada, porque, lo que de verdad interesa de la bibliografía de Ángel García López es la poesía contenida en sus obras. Su distinguido y distinguible verbo. Su poética. Su transitar por el tiempo manteniendo como base el cimiento de de sus “Apuntes para una poética” que publicara por última vez en 1980, y que está incluido como introducción en el libro del que hablamos. Todo escritor debiera leer esos veinte consejos, esas veinte reglas que han hecho posible la fidelización de lo escrito por Ángel en sus cincuenta años de cosecha lírica.
De su persona y de su obra disertan tanto los profesores Tomás Rodríguez Reyes como José Jurado Morales (en el prólogo y el epílogo, como se ha dicho), pero, también lo hicieron en diversas épocas, tal como destaca Jurado Morales: Gerardo Diego, Leopoldo de Luis, José García Nieto, Francisco Umbral, José Hierro, Fernando Quiñones, Luis Alberto de Cuenca, Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes, Jaime Siles o Ángel Luis Prieto de Paula entre otros.
Después de lo dicho por ellos sobre Ángel poco o nada puede decir este siempre aprendiz de todo que ahora escribe, excepto quizás lo que sigue:
El trazo lírico de Ángel es grueso, sin absurdas fintas estilísticas ni filigranas que a lado alguno conducen. El poeta va siempre a lo fundamental objetivo, a los sudores sudores, a la carne carne, a la tierra tierra.
Su poesía se asienta en el Sur. Pero en un sur que no es solo Andalucía; ésa, que es cierto, lo reviste y ensoña. Se trata del Sur que es el sur de todos lados; el lugar que pisa un Norte siempre próspero y que llena a sus moradores de una especial “saudade”. Ese Sur que amarra “al hombre” a la tierra, a los olores, a los sabores, al viento que mece las hojas pero también arranca arboledas; a la lluvia necesaria y a la dañina riada; a la alegría y el dolor de la vida; a las esponjas de nubes que nublan atardeceres y adelantan la llegada del ocaso y al sol que da vida pero también mata si se consume en exceso; al vino que pone luces, y estrellas nuevas, en los pesares que nos alcanzan; a la esperanza; al orgullo de ser, siendo coetáneo de tantas cosas y a la vez perecedero, pero no muerto, muerto no. A las dicotomías todas. Al cariño. Al amor imposible y posible. A los necesarios sueños. En fin, el Sur, ese “libro mortal de ejemplos” como lo define el poeta en un verso. ¡Qué hechizo para quienes encontraron ese venero!
Ángel García López no se reinventa, se asienta (ya lo he dicho) como el pan bazo una vez que sale del crisol de la tahona. Ve pasar los círculos y las generaciones poéticas sin perderlas de vista -su profesión de poeta vigilante no se lo permite- para ahondar más en la esencialidad, en lo que resta una vez que el viento pasa y queda solo la tierra. Donde tiene los pies clavados como simiente imperecedera a la espera sólo del agua del lector nuevo para dar frutos, para hacer escuela.
A comienzos del año pasado, en 2013, justo quizá cuando este libro se estaba gestando, tuve el gozo de leer, junto con Ángel, algunos de los poemas contenidos ¡es curioso! en esta antología, en mi propia tierra: en Huelva. Fue una noche loca llena de vinos, de risas, de discusiones, de rencillas y cotilleos entre literatos, de licores… y, sobre todo, de poemas.
Fue en el Bar 1900, allí fue. Y allí nos recibió la madrugada limpia que el Atlantico empujaba hacia nosotros, coronando una irrepetible noche que jamás se irá de mis entendederas.
El río de mis ojos de Ángel García López
Paco Huelva
Septiembre de 2014