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EL PADRE HIJO (DE SHARON OLDS). NACIMIENTO versus MUERTE
“Una noche encendiste la luz y la luz era tu cabeza: un poemario a tu hijo donde el punto de partida fuera El padre, de Sharon Olds. Con los mismos títulos, pero vistos desde la otra orilla. No sería un libro dedicado a la muerte, sino a la vida, una bienvenida, en vez de un adiós”. Esta declaración de intenciones de Iván Onia en su último poema del libro El padre hijo (de Sharon Olds) muestra la columna vertebral de todo el cuerpo textual que ha levantado poema a poema.
No es de extrañar la gran impresión que le causó la lectura del libro que escribe la poeta norteamericana a su padre en el momento de su muerte. Un poemario sobrecogedor que puede provocarnos el efecto que buscaba Emily Dickinson en la poesía: “Si tengo la sensación física de que me levantan la tapa de los sesos…”. Sharon expresa con rotundidad la dureza, la decrepitud del cuerpo humano enfermo de cáncer y la complejidad de los variados y encontrados sentimientos- como el resentimiento y rencor, pero también el amor y la ternura- en una escritura narrativa, minuciosa e incisiva.
Nuestro autor entabla un diálogo intertextual entre las intensas vivencias de sentirse padre primerizo, todo un mundo nuevo de emociones que se abre ante él, y sus relecturas de El padre. Nacimiento y muerte cruzan las miradas desde lados opuestos y, aunque el vínculo o la relación de parentesco sea la misma en ambos casos, la perspectiva difiere: en el libro de Olds es la hija quien habla y en el de Onia es el padre. Existe un segundo camino inverso que se recorre: en El padre los sentimientos de la hija fluctúan desde el rencor, por todo el daño causado por su progenitor, al perdón, al amor y la ternura; en El padre hijo (de Sharon Olds) se exponen los sentimientos que van creciendo en el padre durante su expectante espera y el temor de que para el hijo sea un desconocido, la incertidumbre sobre qué tipo de relación o vínculo entablarán los dos, si el hijo llegará a entender a su padre y si lo amará.
Los poemas que Sharon Olds escribe en El padre sirven de guía, cada poema de Iván tiene una cita de un poema de la poeta norteamericana: 28 poemas que se conciben a raíz de 28 poemas de El padre, aquellos que más le habían impactado. Magníficos y titánicos ambos poetas. Un pulso difícil de afrontar y del que sale Iván Onia con honrosa solvencia.
Dedicado a su hijo Marcos, con una estructura única, sin dividirse en capítulos, el libro es todo un continuo en el que se relata el embarazo, el padre que escucha al bebé en su piscina, el sentimiento de padre que va creciendo como un árbol, o algo más enorme y grande, que va forjando una posición de ternura, sentido de protección y también de cierto temor: Si apareces con las rodillas negras, / mi saliva será un tambor de guerra/ llamando a las plaquetas.
Podemos decir que introduce en una narración realista elementos maravillosos, propio de los cuentos, un estilo con el que se resalta lo sorprendente y fantástico de nuestro origen, la transformación del nasciturus de anfibio o pez hasta convertirse en un humano, nuestro perfecto acabado, la consideración del parto como un hecho extraordinario y milagroso de la naturaleza, El ombligo es como un punto y seguido/ en el relato de la historia humana. Resulta fascinante la descripción de nuestro poeta de todo el desarrollo del feto con el ingenio y la imaginación a la que nos tiene acostumbrados, expresados con la precisión de un cirujano cuyo material son imágenes y analogías que labra como un ingeniero del lenguaje.
“Los centímetros llegan/en camiones familiares/ Células abrazándose, formando/ riñones, tripas, lengua, un brazo y otro brazo… los centímetros arrimándose a la vida/ acercándose a ella, a través de mí/ como cuentan que se formaron los continentes”.
En la imaginación del autor el hijo que viene es el guerrero Hannibal en la batalla de Cannes, un astronauta que viaja por el espacio, un personaje de Julio Verne en su viaje al centro de la tierra.
Por el tema que trata, el tono es absolutamente dispar al libro de Sharon Olds, pues al pececito, al marinero que viene por las rutas del agua de la vida, se le canta en tono alegre, a veces jocoso, por un padre, ilusionado y algo atemorizado, que celebra su llegada.
Coincide con Sharon Olds en la atención prestada a todo lo corporal. Sharon, en especial, no escatima para describir los detalles más repulsivos. Iván no los esquiva, pero los trata de un modo más suave e irónico, así el vaso lleno de mocos y pus del padre enfermo lo compara con el tapón mocoso que se forma en la gestación, o también cuando ambos hablan de los olores.
Un rasgo característico de la poesía de Iván Onia es que la condimenta con una pizca de surrealismo. A veces nos introduce en un mundo a medio camino entre la realidad y la fantasía, entre la vigilia y el sueño, como en el poema “Últimos actos”, en el cual se relata cómo iba contra viento y marea por la Se-treinta el día que la madre rompió aguas , situación que el padre había soñado a modo de premonición o profecía del destino que se cumpliría: Un niño en un caballo de viento va gritando por la Se-treinta ¡prole!, ¡prole!, ¡prole!/ Y nadie más que yo lo escucha. Siente que el hecho de ser padre estaba escrito desde el principio.
Concibe la vida de la naturaleza humana de modo circular, el padre se reencarna en el hijo y a la inversa. A veces piensa en su hijo y otras se ve él mismo cuando era un niño pequeño. Una sucesión de nacimientos y muertes que se enlazan formando la familia, la cadena humana hasta llegar aquí. Y mejor no hacerse preguntas, no indagar en las razones, mejor no pensar que su hijo sea un hombre complejo que se hace preguntas complejas y mira al techo sin saber las respuestas de la vida. Y aquí otro de sus temores: no tener las respuestas de la vida. ¿Y quién las tiene? Nos tenemos que acostumbrar a chocarnos con el misterio, a convivir con él.
Durante esos nueve meses son muchas las idas y venidas de ideas que escribe, como en el poema Sus cenizas:… La vida es movimiento mineral, / volanderismo, callejería, revolución/ y escándalo de la materia/ contra el gobierno de la nada. Pensamientos sobre el tiempo circular, la rueda de la vida, la intervención del azar, el origen escrito hace siglos en el árbol genealógico- como en el poema de Ángel González Para que yo me llame Ángel González, Iván nos dice: “El ejército de mi apellido/regresa y me saluda desde el niño, / príncipe lechal de la estirpe”- .
Una vez que nace Marcos, nos retrata las primeras sensaciones, sentimientos, sus primeros días, la maravilla de apreciar su lento crecimiento, la dulce vida de un recién nacido, un niño rubio y dorado, redondo y cándido.
Igual de habitual en nuestro autor es que encontremos en sus libros poesía en verso y en prosa, así en el hermoso poema Halándome de la mano, de estructura circular- como el libro y como el ciclo de la vida-, se despierta una mañana y Marcos le coge la mano, Aquí hay dolor, le digo, pero esta es mi mano, a ella perteneces. A continuación, despliega el mapa de la memoria con retales de recuerdos que van de más edad a menos : el apego a su primer coche, su primer gol, un día de verano en el que es rescatado al caer a una piscina, su incipiente amor por la escritura, sus noches de verano con toda la gran familia en una casa alquilada, el cine de verano, hasta verse tendido en una cuna sonriendo a la mano de su padre.,,, Cuando voy a cogerla aparezco, de pronto , al otro lado/ Soy el cogido de la mano./ Es hoy por la tarde.
De todas sus sensaciones, la más aguda es ser testigo del desarrollo y crecimiento humano, sentir el paso del tiempo y nuestra condición de ser para la muerte: “estatura itinerante, / humanidad barriendo a las escamas/ su vocación de dulce capitán”, saber que con el tiempo el hijo será quien guíe, cuide y acompañe a la muerte a su padre, advertir que él se empequeñece a la vez que su hijo crece.
No podían faltar los momentos tiernos y lúdicos con el pequeño, los buenos tiempos, los juegos, recitarle poemas de Lorca y que el niño se ría y toque las palmas. El paraíso de la infancia.
La belleza lírica está muy presente en sus versos, en este relato del principio, por ejemplo:
Cómo ibas a saber que aquel abrazo
abría una grieta en la montaña
donde el río empezó a traerme
Todo libro de Iván está lleno de agudezas, el asombro siempre recorre sus versos, posee una mirada capaz de hacernos ver lo fantástico y maravilloso en toda historia cotidiana, incide en ese matiz surrealista que puede tener toda situación, retrata con humor e ironía la vida. Este es un poemario lleno de ilusión y amor, de prometedoras expectativas, de reflexiones sobre nuestro existir, también el retrato de un padre primerizo que tiene muy presente el paso del tiempo y que es la muerte quien nos espera en la otra orilla, pero su apellido continuará por gracia de su hijo. Magnífico libro, como todos los de este autor, no se pierdan ni El padre de Sharon Olds, ni El padre hijo (de Sharon Olds) de Iván Onia.
Ana Isabel Alvea Sánchez