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Es una religión de los misterios que se anticipó en varios aspectos al cristianismo.
Como religión mistérica el orfismo surgió durante el siglo VI a. de C. en las ciudades griegas y también en Italia meridional. Aunque existían diversos cultos se oponían a la religión pública y oficial de la antigua Grecia. En los poemas de Homero se expresa la mitología religiosa y el panteón de dioses. En cambio, la religión órfica es mística.
El panteón ctónico de dioses o espíritus del inframundo afirmado por el orfismo se contrapone claramente al panteón olímpico de la religión oficial. Los ritos agrarios y funerarios muy arcaicos de los que vivían antes de la invasión de las tribus arias en Grecia están en la base del surgimiento de estos espíritus.
La creencia en la salvación del alma y en la existencia ultraterrena o vida divina de ultratumba coinciden con lo planteado por el cristianismo varios siglos después. Como afirma Cappelletti Orfeo fue probablemente un héroe tracio. Y es indudable que representaba la paz y la serenidad. Algo que contrastaba con la actitud arriesgada de los héroes homéricos. En el orfismo está presente lo mágico, ya que es una religión con propósitos místicos y finalidades que sobrepasan lo cotidiano y habitual y buscan lo extraordinario.
El ascetismo propio del orfismo es compartido por los pitagóricos y también la prohibición de comer carne. También afirman las dos doctrinas la reencarnación. La concepción del cuerpo como prisión o cárcel del alma es planteada por el orfismo y dejó su huella en Platón. Frente a Homero que reafirma el supremo valor del cuerpo como el auténtico yo del ser humano, la religión órfica considera que el alma es lo realmente valioso y, por tanto, inmortal y divina.
Las transmigraciones del alma responden a un proceso de purificación que puede ser largo o extenso en el tiempo. Que el alma como sede del pensamiento sea indestructible y exista el dualismo de cuerpo y alma es afirmado por el orfismo. Y que reciba premios y castigos más allá de la muerte parece que es una creencia que intenta compensar el sufrimiento terrenal y también dar satisfacción después de la muerte a los que han sido buenos en vida. Es, a mi juicio, un planteamiento ingenuo.
Es curioso que tanto el orfismo como el cristianismo afirmen la pervivencia de la vida después de la muerte. La gran diferencia es que San Pablo habla de la resurrección de los muertos. Es una vuelta a una existencia corporal o un regreso a la vida física. Puede pensarse que la corriente órfica es más espiritualista o mística que la doctrina cristiana. Al menos en el sentido que le proporciona Pablo de Tarso.
Unamuno es el ejemplo más claro del anhelo de pervivencia que posee cada persona. Se entiende que pensara que la razón le convencía de su mortalidad absoluta y de su caída en la nada y en cambio su corazón o sus sentimientos le impulsaban a creer en la posibilidad de no morir para siempre. Porque el deseo de seguir viviendo no desaparece nunca.
Las creencias religiosas pueden ser el asidero a una existencia que supuestamente no acaba en este mundo y sigue en otra dimensión. Aunque la ciencia actual ha destruido las ilusiones de supervivencia después de la muerte se puede pensar lo que se quiera en relación con esta cuestión. Mantener la esperanza en otra vida puede ser muy gratificante para numerosas personas.
JOSÉ MANUEL LÓPEZ GARCÍA