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EL MUNDO REDUCIDO A CANTIDADES
Una vez encontré en Fez un libro de René Guenon, El reino de la cantidad y los signos de los tiempos. En él subraya la obsesión moderna por la cantidad, el medirlo todo en términos cuantitativos, el ponerlo todo en cifras. Alucinamos con la cantidad de kilómetros que traga un coche, la cantidad de libros que caben en un artilugio electrónico, la cantidad de circuitos que tiene un ordenador.
¿Que en un libro electrónico caben millones de libros? Y a mí qué coño me importa. Y claro, todos con el mismo tipo de letra, con la misma tapa metálica, con el mismo diseño. Con ese tacto frío y sin olor. ¿Se imaginan ustedes acariciando un libro electrónico? Qué empobrecimiento del mundo, qué aburrimiento. También pueden meter toda la comida del mundo en una pastilla. Y todos los países del mundo en una caja metálica. Y todas las películas del mundo en un solo disco. Y así el culo no necesitará levantarse del asiento. ¿De verdad les parece que eso es mejorar la vida?
Tal vez alguien pueda expresar en cifras ese rojo especial de las miniaturas medievales que ninguna técnica moderna ha sabido reproducir, el sabor increíble de la magdalena de Proust, ese matiz de una despedida en que se mezclan la nostalgia, el miedo, el deseo, el rencor, el entusiasmo , qué sé yo… Estamos empobreciendo el mundo, reduciéndolo todo a cifras, matándolo. Dentro de poco seremos daltónicos que solo veremos cifras, robots que todo lo reduciremos a guarismos. Al mirar a una chica buscaremos la ecuación de sus pechos, de su mirada y de las ondulaciones de su pelo (por supuesto será virtual , y no de carne y hueso, y sin olor).
Podemos inventar algo para coger un libro de la estantería y no tener que extender el brazo. Inventar algo que sustituya el follar y ya no hace falta poner el cuerpo encima de otro cuerpo. Es más , se pueden encerrar todos los polvos del mundo en un solo artilugio que los sustituya a todos. Y así ya no harán falta invitaciones a cenar, citar frases de Nietzsche, contar una cacería de búfalos en África, hacer una buena comida un domingo por la mañana. Sobrará todo.
La gente actual se parece a una mujer que conocí. Para ella todos los vinos eran solo vino, todos los tipos de pan eran solo pan, todos los libros del mundo eran solo libros. Producía una angustia terrible hablar con ella, porque lo aniquilaba todo. Toda la riqueza del mundo quedaba eliminada. Pero no me hagan caso, corran con la lengua fuera a comprar el último aparato, el anterior quedó obsoleto hace media hora. Creo que inventarán algo para no tener que respirar.
ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR