El Hispanista y escritor Gerald Brenan:  Al sur de Granada y el Laberinto Español

El Hispanista y escritor Gerald Brenan: Al sur de Granada y el Laberinto Español

Ana Patricia Santaella
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El Hispanista y escritor Gerald Brenan: Al sur de Granada y el Laberinto Español

 POR ANA PATRICIA SANTAELLA

  Gerald Brenan (Malta,1984- Málaga, 1987) fue novelista, historiador, ensayista y un hispanista destacado. Sostuvo hacia la cultura, las costumbres, los ritos y la historia hispánica una devoción intensa.

Su infancia fue nómada, discurriendo por Sudáfrica, Inglaterra, Irlanda, India, etc.

En 1912 se fuga del hogar familiar, ansiando llegar a Asia, atraviesa Francia e Italia, desistiendo en los Balcanes por una fuerte nevada caída en Bosnia.

Su padre era inglés, y ejercía de subalterno en un regimiento irlandés, y su madre, era hija de un fabricante de tejidos de lino en Belfast.
“Carecía totalmente de arrogancia, vanidad y egoísmo”. “Me dio mucho más que amor: me dio fe en la vida, hizo que me interesaba en el mundo que me rodeaba” dirá de su madre en su propia autobiografía: Autobiografía. Una vida propia. Memoria personal (1920-1975).
Desde niño le fascino la lectura y la botánica, como veremos más adelante en algunos pasajes en los que aparecen reflejadas distintas especies endémicas de plantas en Sierra Nevada en Al Sur de Granada. (obra curiosa en la que retrata la vida sosegada y campestre de las Alpujarras granadinas, sus costumbres y gentes).

“Cada planta que me atraía quedaba fijada en mi mente con todos sus detalles de forma, crecimiento, color, sabor y aroma, con una viveza que hoy en día nada puede despertar en mí” ( Autobiografía.Una vida propia).

“No dejaba de ser un niño desdichado y tremendamente impopular” reconocerá, y que muy probablemente sufrió acoso escolar. Estado de ánimo que por fortuna suplió con el opio fascinante de la lectura.

Sobre el periodo infantil de la niñez, advierte en el prefacio de sus memorias, que quiso consagrar casi un tercio del libro a su niñez, por considerarla un periodo formativo de gran intensidad, y el excluirla, sería condenarse a la superficialidad.

En su juventud destiló vinos de hierbas, a partir de la belladona y el estramonio, agudizándose sus “excentricidades”, llevaba el pelo largo como símbolo de libertad.

Se levantaba a las cinco de la mañana y daba largos paseos con la esperanza de recibir del amanecer una revelación especial.
Conversaba con su madre sobre Jesucristo, acerca de cuál sería su comportamiento si volviera a la tierra. ¿Era posible imaginárselo, por ejemplo, llevando bombín? ¿O vestido de etiqueta? ¿Y si iba a las carreras ecuestres de Ascot, cómo predicaría a las gentes mundanas?, ¿llevaría chistera y levita gris? Él argumentaba que no, que no se podía ser un buen cristiano a menos que se desprendiera de todas sus posesiones y viviera como un pobre.

“Mis verdaderos sentimientos en esa época eran simples” dirá, “Quería hacer de mi vida algo muy importante. Es decir, deseaba vivir cada día, cada hora, cada momento con la mayor intensidad posible, con la conciencia más absoluta de estar vivo”. “Porque las personas de clase media, me decía, estaban muertas. Se habían habituado a vivir movidas por triviales fines materiales”.

Obviemos ahora los pasajes y hechos referidos en su autobiografía, para rescatar algunas anécdotas e informaciones relevantes que aparecen en Al Sur de Granada y en ambos volúmenes de El laberinto español.

Gerald Brenan se instala en Yegen, un pueblo alpujarreño de Granada en 1920, permaneciendo hasta 1934. “Me he interesado por todo lo que a él se refiere. Y creo que lo conozco suficientemente bien como para escribir sobre él con alguna profundidad”. La descripción de las costumbres, el folklore, las personas que lo habitan, sus querellas y hábitos amorosos, las fiestas, las montañas, Guadix y sus cuevas, entre otros asuntos, constituyen el entramado argumental de este libro, que proviene de sus experiencias y observaciones.

Además de la visita de los amigos escritores, Virginia Woolf, Roger Fry, Leonard, entre otros, y de la pintora Dora Carrington.

El motivo que esgrime para instalarse en un paraje tan agreste y remoto de Inglaterra, es la huida, huir de los convencionalismos y de la rígida y estratificada vida inglesa que le asfixiaba.

Llegada y descubrimiento de Yegen

gerald brenan
Gerald Brenan

“Fui a España por primera vez en septiembre de 1919. Acababan de licenciarme del ejército y buscaba una casa en la que pudiera vivir una temporada, lo más larga posible, con los ahorros de mi paga de oficial. Escasos eran mis estudios” La guerra le había dejado una seria aversión hacia las profesiones corrientes, siendo su deseo el querer imbuirse en el modo de vida mediterráneo.

Reconoció que se inició en la vida española a través de María Andorra, de modo que estableció contacto con la magia y las costumbres aldeanas. La madre de María, había sido sabia y partera. “De vez en cuando procuraba encauzar mi conversación con María hacia el tema de la brujería. Las hechiceras, me dijo, habían visto pasar sus mejores días, iniciando un singular declive. Su arte, según María, requería intimidad. Asegurándole, que de haber visitado Yegen años atrás , “las habría visto flotar por el aire a la luz de la luna, encaramadas como lechuzas a los álamos y volar hacia las eras en las que celebraban sus reuniones”.

El símbolo del poder hechiceril era un mortero.

Relató también Gerald Brenan, que la aldea se resistió a las modernidades. Podrían haber contado con luz eléctrica, pero su indiferencia y apatía lo había impedido. También rechazaron al teléfono, tendieron el cableado a lo largo de la carretera, pero rehusaron la instalación de una cabina. ¿Para qué iban a gastarse el dinero en algo que nadie iba a usar?.

Por el contrario, los niñ@s, sí asistían a la escuela, aprendían himnos, oraciones y se familiarizaban con la biblia, algo de aritmética, y algo de la fauna animal. ¿Qué importaba este analfabetismo, se preguntaba el escritor, tan denigrado por los periodistas y políticos? Si en la aldea no había nada que leer, debido a las escasas oportunidades para poner en práctica los conocimientos adquiridos.

La casa que habitó el escritor, contaba con una hilera de fogones de carbón, y un fregadero de piedra. Los aparadores eran de nogal oscuro, contando con horno de pan.

Almacenaban jamones que frotaban con sal cada semana, colgaban ristras de pimientos del techo, las legumbres las guardaban en espuertas, y la miel la obtenían del colmenero. Llevaba sus colmenas a lomos de una mula, con la que ascendía por las montañas para recolectar el tomillo, el espliego y el romero.

Comían carne de vez en cuando, sin embargo, el pescado llegaba desde la costa, abasteciéndoles casi todas las noches del año: jureles, sardinas, boquerones, pulpos.

La visita de Virginia Woolf

virginia woolf
Virginia Woolf

En la primavera de 1923, Leonard y Virginia fueron a visitarle: “Cuando recuerdo a Virginia aquellos días, y particularmente en el cuadro que me ofrecía en el tranquilo retiro de mi casa, su belleza es lo primero que acude a mi mente”. “Su expresión era melancólica y casi aniñada”. “Cuando nos sentábamos por las tardes bajo la campana de la chimenea, al calor de los leños, y ella extendía sus manos hacia el fuego, todas sus facciones revelaban su personalidad de poeta”. “Ningún escritor puso tanto de sí mismo en sus libros como ella”. “Sin embargo, no hablaba en un tono literario. Lo hacía de un modo fácil y natural, en un inglés puro y coloquial, utilizando a menudo, como muchos de sus amigos, un tono ligeramente irónico”.

Le confesó a Gerald, que su mayor dificultad, estribaba en saber dejar de escribir a tiempo. Hablaba con la gente para sacarles cosas y documentarse sobre ellas.

“Recuerdo a Virginia como una persona totalmente diferente, corriendo por las colinas, entre las higueras y los olivos. Se me aparece como una dama inglesa criada en el campo, esbelta, escrutando la distancia con los ojos muy abiertos, olvidada por completo de sí misma en la fascinación por la belleza del paisaje y por la novedad de encontrarse en un lugar tan remoto y arcádico.”

Aquí dejamos la evocación y las pintorescas vivencias de las Alpujarras granadinas, para adentrarnos en el rescate de algunos pasajes de El laberinto español, dos volúmenes impagables de la historia española del siglo XX, que conforman una lúcida visión sobre las posibles causas que desembocaron en la Guerra Civil, y la incipiente configuración de partidos, movimientos y sucesos políticos que acontecieron en España.

El laberinto español. Tomo I y II

escritor Gerald BrenanEn el primer tomo de el laberinto español, recoge Gerald Brenan distintos antecedentes sociales y políticos que influyeron en el estallido de la guerra civil española, señala el historiador e hispanista, la fuerza e independencia del carácter español, la rápida reacción ante situaciones sociales imprevistas, el don de palabra y la crónica indisciplina. No pudiendo evitar las largas etapas de estancamiento político e inoperancia. Al respecto dirá: “Innecesario es decir que la tendencia el país a dividir su vida en pequeños compartimentos locales no ha excluido otras líneas de separación: estratificación en clases y una lucha, influida ésta también por el problema regionalista. En las provincias se advierte que las clases obreras se adscriben al anarquismo, caracterizado por el afán de libertad. Castila prefirió un marxismo rígidamente autoritario y centralizador. España continuaba siendo gobernada por los terratenientes, que acaparaban todo el poder político. Los auténticos liberales, la pequeña burguesía del sur y del este, se ven excluidas, fermentándose el nacionalismo catalán entre las clases medias y el anarco sindicalismo entre los obreros industriales y agrícolas. En Castilla cundía un conservadurismo de corte autoritario y católico.

¿Qué hizo que las diversas partes de España dividida, se mostrarán incapaces de entenderse? Señala varios factores: uno de ellos, la religión, con la expulsión de los musulmanes, concluyó en una firme unidad de país como recompensa. La lucha política con los liberales en 1812, enfrascándose en una guerra de siete años, y aunque la Iglesia perdió, la política y la religión quedaron desde entonces fatalmente entrelazadas.

Recalca a su vez, “La incapacidad de las clases dirigentes para gobernar honradamente, o para conceder la más mínima atención a las quejas lanzadas contra ellos que desde las provincias clamaban al cielo, lo que ha hecho de España el país clásico de las insurrecciones.”

“En otros países, el respeto al Estado pudiera haber actuado como influencia moderadora. Pero en España, ni un solo partido abrigó ese sentimiento. Una sucesión de monarcas indignos había desacreditado a la monarquía. Los pronunciamientos militares comprometieron al ejército, y la corrupción de las prácticas electorales había destruido la fe en las Cortes. La Iglesia que había iniciado la más terrible guerra civil del siglo, era un foco permanente de inconformismo. Para la mayor parte de los españoles, el gobierno era simplemente la camarilla de políticos que había conseguido instaurarse en el poder (compárese con el momento actual), y ninguno de ellos tenía la menor autoridad moral fuera de su círculo de adeptos)”. Estaba con creces preparado el cultivo para el cruento estallido de la guerra civil.

Como sabemos la victoria en las elecciones la obtuvo el Frente Popular, sublevándose entonces el ejército. El heroísmo de clase obrera tuvo oportunidad de expresarse. “Quienes visitaron Barcelona en otoño de 1936 jamás olvidarán la emocionante y exaltante experiencia” dándose una contumaz resistencia a la rebelión militar.

Retrocediendo en el tiempo, vale la pena destacar algunos pasajes de este interesante y documentado libro:

“En los siglos XVI y XVII no existía realmente una unidad política en España. Media docena de reinos vivían juntos, cada uno con sus propias leyes y Cortes. El único vínculo político entre estos reinos era la persona del rey; su poder, por lo que se refería a los derechos individuales y a las libertades locales, era muy limitado. El aglutinante que lo mantenía todo unido era la Iglesia” A través de ella, el rey se había convertido en una figura semisagrada”. “Las guerras de Flandes y de Alemania eran guerras de religión y los descubrimientos y conquistas en el Nuevo Mundo, misiones evangelizadoras. España vivía entonces por un ideal y sacrificaba todo para mantener este ideal en toda su pureza. La Inquisición, organismo creado con tal propósito, gozaba de una posición preponderante dentro del Estado”, costó guerra, severas censuras, quema de libros, juicios secretos. Igualmente, el Estado interfería sobre la Iglesia. Un ejército español ocupó y saqueó Roma, humillando al Papa. Los descendientes de conversos no eran considerados cristianos viejos hasta la tercera generación y se les impedía en ingreso en órdenes religiosas.

Los jesuitas fueron expulsados en 1767. La Inquisición derribó a Olavide, el comisario real de Carlos III, que intentó repoblar tierras yermas y como la Iglesia era el primer terrateniente de España, se sintió amenazada por su política agraria.

Para hacernos una idea cabal de su poderoso influjo, cuando somos invadidos por los franceses en 1808, no fueron ni el rey ni el gobierno quienes les hacen frente, fue el pueblo dirigido por la Iglesia quien tomó las armas.

Más adelante, Mendizábal promulgó una ley para disolver las congregaciones religiosas y para poder confiscar la mayor parte de las propiedades rústicas en manos de la Iglesia. No se trató simplemente de una ley anticlerical o anticarlista, formó parte de la política general de los liberales de acabar con la propiedad de “manos muertas” que, junto con los bienes comunales, cubrían la totalidad del país. Mendizábal, esperaba destruir la vieja inercia española, quería crear riqueza mediante el cambio, el comercio y la especulación.

Nos trasladamos ahora, al tomo II del laberinto, en que nuestro autor hace un profuso repaso al nacimiento del anarquismo en nuestro país, se adentra en la República y finaliza con la implantación en este agitado periodo de comunas campesinas y cooperativas.

En octubre de 1910, se crea en Sevilla, la Confederación Nacional del Trabajo, conocida por CNT, buscaban luchar contra la burguesía ,teniendo los sindicatos una base local, no existiría un seguro social ni fondo de reserva para caso de huelgas, las cotizaciones serían muy reducidas, y no contaban con paga alguna sus dirigentes. Esto les otorgó una superioridad moral respecto al sindicato socialista, o UGT, cuyos miembros recibían sueldos.

La emancipación material de los trabajadores, decían, sólo puede llegar a través de la emancipación moral. Cuando dejaran de considerarse esclavos.

Celebran su primer congreso en 1911 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. En él estuvieron representados 30.000 miembros pertenecientes a 350 grupos sindicales, pero se prepararon huelgas generales sin la debida preparación, en Bilbao, extendiéndose a Zaragoza y Sevilla. Y el presidente del Consejo de Ministros, Canalejas, actuó con energía. La CNT fue suspendida en Barcelona y en otras ciudades, siendo clausuradas sus oficinas. Sufriendo el movimiento un hondo colapso y quedando la prensa anarquista en bancarrota. Canalejas lo pagó caro, fue asesinado.

La guerra civil

La junta militar y los políticos de derechas que se alzaron en julio de 1936 en contra de la República, esperaban ocupar toda España, con alguna excepción, en pocos días. Contaban con la mayor y mejor parte de las fuerzas armadas del país: La Guardia Civil, la Legión Extranjera, una división de tropas moras de Marruecos, regimientos reclutados del norte, requetés carlistas. Contra todo eso, el gobierno republicano tenía solamente a la Guardia de Asalto y una insuficiente fuerza aérea. Sin embargo, el plan de los rebeldes fue deshecho por el sobrehumano coraje y entusiasmo del pueblo y la lealtad de la marinería, que les privó de la soberanía de los mares.

Finalizamos aquí por obvias razones de espacio, no sin recomendar vivamente la lectura atenta y detenida de las obras de este fascinante escritor, sagaz, observador, aventurero y tierno, enamorado siempre de la singularidad de España, pese a sus contradicciones y sinsentidos.
Murió en Málaga, en 1987, quiso legar su cuerpo a la ciencia, siendo depositado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Málaga. En 2001 su cuerpo es incinerado y es enterrado en el cementerio Anglicano de dicha ciudad.

Bibliografía:
Al sur de Granada. Gerald Brenan. 11 edición, 1987. Siglo XXI.
Autobiografía. Una vida propia. Memoria personal (1920-1975) Ediciones Península.
El Laberinto Español, Tomos I y II. Diario público. 2011

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